Proteger a la marea harapienta

Las cifras sobrecogen. Una marea harapienta de un mill¨®n de personas o m¨¢s abandona Irak; la mayor¨ªa se dirige a Ir¨¢n, muchos a Turqu¨ªa. Pol¨ªticos y expertos discuten furiosamente sobre qui¨¦n debe recaer la responsabilidad de esta tragedia. Pero todos est¨¢n de acuerdo en que la ayuda a estas conmovedoras v¨ªctimas debe provenir del presidente George Bush y de los pa¨ªses aliados. (...)George Bush puede impulsar este esfuerzo con una generosa contribuci¨®n, tanto financiera como material. Esto dar¨ªa una resonancia urgente a la petici¨®n de EE UU de un compromiso paralelo de los otros socios aliados, sobre todo de Arabia Saud¨ª y de Kuwait. La rapidez con la que los auxilios empiecen a fluir ser¨¢ una prueba del liderazgo de Bush, como lo fue a la hora de movilizar a los pa¨ªses aliados. (...)

Como en otras guerras civiles, la verdadera crueldad del conflicto pone a prueba la definici¨®n legal de refugiado. Por ejemplo, los miles de iraqu¨ªes que buscan refugio en el territorio iraqu¨ª ocupado por las fuerzas aliadas son t¨¦cnicamente expatriados, no refugiados. (...)

Cualesquiera que sean sus diferencias en otros asuntos, los norteamericanos tendr¨¢n que adoptar una posici¨®n unitaria sobre ¨¦ste. Incluso aquellos contrarios a la reluctancia de su presidente a implicarse en la guerra civil iraqu¨ª deber¨¢n unirse en esta causa humanitaria.

7 de abril