Los kurdos se preguntan qu¨¦ hace el mundo
Los refugiados llegados a lr¨¢n no comprenden lo que les diferencia de los kuwait¨ªes
GEORGINA HIGUERAS ENVIADA ESPECIAL, ?D¨®nde est¨¢n las Naciones Unidas? ?D¨®nde est¨¢ el mundo? ?Por qu¨¦ todos acudieron en apoyo de Kuwait y a nosotros nos dejan morirnos de fr¨ªo y de hambre?", pregunta con rabia Korda Omar Adil, una de los cientos de miles de kurdos que han tomado refugio en el campamento de Shelhan, a una veintena de kil¨®metros del paso fronterizo irano-iraqu¨ª de Sushm¨ª.
Poco despu¨¦s, la muchacha se me acerca decidida y me increpa en kurdo, y al ver que no la entiendo, agarra una esquina de mi abrigo y se pone a llorar desconsoladamente. Otra mujer que viene a consolarla termina por abrazarla llorando tambi¨¦n, e, igual que en un coro, se unen a sus sollozos los ni?os y las muchachas que nos rodean. No hay consuelo para este pueblo agotado de huir de las barbaridades de Sadam Husein.Como una serpiente que enrollara las monta?as que bordean el valle de Auramanat, la cola de coches iraqu¨ªes cargadog de gentes y enseres aparece y desaparece siguiendo los caprichos del encrespado camino de piedras que une Ir¨¢n e Irak a trav¨¦s del Kurdist¨¢n. El lugar es de una belleza indescriptible, pero est¨¢ ahogado en un mar de amargura.
"Decid¨ª escapar cuando vi c¨®mo los soldados arrastraban por el pelo y daban muerte a mi anciana vecina Ali Mansur", afirma Joana Obeit. "Aquella noche", contin¨²a, "cog¨ª a mis hijos [dos peque?ines de uno y tres a?os que lleva colgados a la cintura] y emprend¨ª el camino a pie, junto con otras muchas gentes de Kirkuk. Yo no quer¨ªa dejar mi casa. Quer¨ªa esperar a mi marido, que el d¨ªa 3 de marzo se fue a buscar a su hermano, desaparecido en Kuwalt, y no hab¨ªa vuelto. Ahora los he perdido a todos; mi marido, mis padres, mis hermanos -que tambi¨¦n huyeron y no s¨¦ d¨®nde est¨¢n-, mi casa... S¨®lo me quedan mis dos hijos y una tienda", dice sin poder contener las l¨¢grimas.
Decrece el n¨²mero
El sargento Ali Niku Nasari asegura que el flujo de refugiados "ha cedido un poco" desde el domingo pasado. A pesar de ello, calcula que por Sushmi contin¨²an cruzando unos 24.000 iraqu¨ªes por d¨ªa.
En el mismo puesto fronterizo se han instalado tres tiendas-hospital para atender a los miles de kurdos que llegan agotados, congelados y hambrientos, despu¨¦s de m¨¢s de una semana de marcha, o retorci¨¦ndose por la disenter¨ªa que les ha causado el beber agua contaminada. Dos metros m¨¢s arriba aparece un reguero de estacas verticales.
El doctor Azad Rashid afirma que en los ¨²ltimos (l¨ªas han muerto en Sushm1 m¨¢s de 1.000 ni?os kurdos. "Necesitamos urgentemente leche infantil, antibi¨®ticos e instrumental rn¨¦dico", se?ala, mientras le llevan sobre una manta a un anciano moribundo.
Los alambres de espino que han separado a Ir¨¢n de Irak desde el inicio, en 1980, de la contienda que dur¨® m¨¢s de ocho a?os aparecen ahora arrancados. Ir¨¢n, en donde viven siete millones de kurdos, se ha volcado para apoyar a los Iraqu¨ªes, e incluso los funcionarios atraviesan la frontera para llevar comida y agua a quienes hacen cola en territorio iraqu¨ª para abandonarlo. El ¨¦xodo, sin embargo, ha superado todos los c¨¢lculos imaginables. Seg¨²n el Gobierno, ya hay un mill¨®n de iraqu¨ªes en Ir¨¢n. "Mientras Sadam Husein siga gobernando Irakl no volver¨¦. Ese hombre tiene como t¨¢ctica hacer ciertas concesiones durante un par de meses para despu¨¦s volver a caer sin piedad sobre el pueblo kurdo", afirma Servan Tufic, a?adiendo: "Me siento triste. Durante la marcha he visto morir a mucha gente. Yo mismo he tenido que sostener, en mis brazos a un beb¨¦ de cuatro meses mientras le cavaban la fosa. No quiero volver". A sus 19 a?os, Tufic ya ha vivido la destruccI¨®n por el r¨¦gimen iraqu¨ª de su aldea natal, Tabila; el ataque con armas qu¨ªmicas de Halasha, la ciudad a la que se traslad¨® su familia y en la que murieron ese mismo a?o de 1988 4.000 personas; un primer exilio en Ir¨¢n de siete meses tras la matanza de Halasha, y esta huida, con sus t¨ªos, de Suleiman¨ªa.
Sushmi se encuentra en la provincia de Bahtaran, la m¨¢s al sur de las tres iran¨ªes que lindan con el Kurdist¨¢n iraqu¨ª. La mayor¨ªa de los kurdos que entran por esta provincia proceden de Sulelmainia o de Kirkuk, dos de las grandes ciudades del Kurdist¨¢n iraqu¨ª.
Temor a morirse de hambre
Entre Sushmi y el carripamento de Fhelhan hay 22 kil¨®metros. En el puesto fronterizo, los coches son registrados y los iraquies reciben los papeles de refugiados. En Fheihan se les entrega una tienda y mantas. Pero, como faltan provisiones, s¨®lo en el recorrido de ese tramo pueden transcurrir cuatro d¨ªas.
Los camiones con comida tratan de abrirse paso en el angosto camino abarrotado de coches y personas. La gente tiene tanta hambre, tanto temor a morirse de ella, que en cuanto los camiones inician su camino son literalmente asaltados y obligados a repartir su carga en ese punto. He visto a un anciano salir victorioso del tumulto con una gran bolsa de pan. De pronto, ha mirado a su alrededor y se ha visto solo en mitad de aquel gent¨ªo. Se ha dejado caer en el suelo y, llorando, ha empezado a masticar un trozo de su bot¨ªn.
El minib¨²s en que in os traslad¨¢bamos los periodistais occidentales se qued¨® atrapado en aquel caos. "D¨ªgale a mister Bush que es un asesino, que nos incit¨® a hacer la revuelta y luego nos dej¨® en medio de la muerte aqu¨ª, sin comida, sin casas, sin nada", nos grit¨® en ingl¨¦s por la ventanilla un hombre maduro.
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