El gravoso lastre del pasado en un sector diferente
Los autores de este art¨ªculo se preguntan por la mejor forma de articular un nuevo equilibrio en el sector bancario, de tal modo que sea posible alcanzar un "nuevo equilibrio entre seguridad y eficiencia, y pueda prestar as¨ª un mejor servicio a la socieda". Para ello habr¨ªa que renovar los "t¨¦rminos del acuerdo de colaboraci¨®n suscrito en el pasado, aceptando la especificidad de la banca" y conceder "un mayor protagonismo al mercado como factor de disciplina".
Los riesgos de crisis que se adivinan en algunos sistemas bancarios est¨¢n desencadenando reacciones de las autoridades nacionales de los pa¨ªses afectados que recogen con bastante claridad la idea de que algunas de las funciones que la banca desarrolla son de inter¨¦s p¨²blico. De hecho, y aunque es posible imaginar un sistema financiero moderno en que la labor de los mercados de valores sea muy limitada, resulta imposible concebir uno en que los bancos no jueguen un papel determinante.Una de las razones de que esto sea as¨ª reside en el hecho de que la banca es el ¨²nico intermediario capaz de crear pasivos ex?gibles a la vista con valoraci¨®n a la par, susceptibles de ser transferidos a terceros por el titular de los mismos. La movilidad, aceptabilidad y liquidez de estos pasivos, que son dinero bancario, facilitan algo tan importante para el correcto funcionamiento de la econom¨ªa como es la realizaci¨®n de transacciones. Por otro lado, la vigilancia ejercida por los bancos sobre los prestatarios a lo largo de la vida del cr¨¦dito, as¨ª como su capacidad de resolver de manera ordenada los casos de fallidos, contribuyen a dotar de estabilidad al sistema econ¨®mico, impidiendo que los efectos de las quiebras se propaguen m¨¢s all¨¢ de las partes implicadas. Adem¨¢s, el hecho de que las entidades bancarias tengan que mantener una determinada proporci¨®n de sus pasivos en forma de reservas l¨ªquidas, a fin de atender las necesidades de efectivo de sus clientes, les sit¨²a en una posici¨®n ideal para actuar de correa de transmisi¨®n de la pol¨ªtica monetaria.
Riesgos de contagio _
Si al car¨¢cter singular de estas tareas se unen los riesgos de contagio en casos de crisis, as¨ª como los costes sociales resultantes de una eventual p¨¦rdida de confianza en el sistema de pagos, se comprende porqu¨¦ tradicionalmente las autoridades han cre¨ªdo necesario poner un ¨¦nfasis especial en la seguridad de este sector diferente. De hecho, y hasta bien entrados los a?os setenta, ¨¦se era el objetivo primordial del modelo de regulaci¨®n bancaria vigente en el mundo desarrollado. Lo que, a su vez, explica los controles impuestos por aquel entonces a los tipos de inter¨¦s, la segmentaci¨®n funcional a que se somet¨ªa a los intermediarios y la creaci¨®n de mecanismos destinados a evitar los p¨¢nicos financieros, tales como el fondo de garant¨ªa de dep¨®sitos o la labor de prestamistas de los bancos centrales.
El precio que tuvieron que pagar los bancos por esa protecci¨®n que se les dispensaba fue el ser considerados instrumentos al servicio de determinados objetivos de pol¨ªtica econ¨®mica. Concretamente, la mayor¨ªa de los pa¨ªses dise?aron, de acuerdo con su idiosincrasia, alg¨²n tipo de artificio, por el que esas entidades se ve¨ªan obligadas a otorgar financiaci¨®n privilegiada a sectores o actividades considerados de inter¨¦s preferente en estos momentos. De esta forma se fue modelando una especie de acuerdo de colaboraci¨®n t¨¢cito, cuya supervivencia depend¨ªa de la capacidad de las regulaciones para limitar la competencia, y poder ofrecer as¨ª unas expectativas de beneficio suficientemente atractivas a la banca.
En los ¨²ltimos a?os, sin embargo, se han producido una serie de fen¨®menos ¨ªntimamente relacionados, que han convertido en obsoletos los t¨¦rminos del referido acuerdo. Uno de ellos ha sido el avance de las nuevas tecnolog¨ªas, que ha hecho perder a la banca parte de sus tradicionales ventajas en el tratamiento de la informaci¨®n, y, en esa medida, ha actuado de catalizador de la desintermediaci¨®n. Paralelamente, la innovaci¨®n ha permitido soslayar normas y controles impuestos por las autoridades, dando as¨ª entrada en el negocio bancario a rivales sometidos a unos costes regulatorios mucho m¨¢s livianos. Por ¨²ltimo, el proceso de globalizaci¨®n de mercados ha dado una dimensi¨®n mundial a estos fen¨®menos, integrando a los sistemas financieros nacionales en una nueva realidad emergente, sin fronteras geogr¨¢ficas, funcionales e incluso horarias.
Como era f¨¢cil de prever, este estado de cosas ha dado lugar a un aumento sin precedentes de la competencia, que ha reducido dram¨¢ticamente la rentabilidad de los segmentos de clientela con mayor capacidad de negociaci¨®n. En un contexto como ¨¦ste, la liberalizaci¨®n promovida por las autoridades, y a la que no ha sido ajena la competencia regulatoria en que se han visto envueltas, ha estado aquejada de un cierto grado de ambig¨¹edad, Por una parte, y aunque se ha puesto mayor ¨¦nfasis en la noci¨®n de eficiencia en la asignaci¨®n de unos recursos escasos, lo cierto es que las reformas siempre han ido por detr¨¢s de los acontecimientos. Circunstancia esta ¨²ltima que en numerosos pa¨ªses est¨¢ relacionada con el protagonismo adquirido por la pol¨ªtica monetaria, en un contexto caracterizado por las elevadas necesidades financieras del sector p¨²blico, lo cual ha contribuido a que se perpet¨²en importantes secuelas de la instrumentaci¨®n a que ha sido sometida la banca en el pasado. Por otra parte, la rebaja de las barreras de entrada, que ha provocado en el negocio bancario el aumento de la competencia, no ha ido, sin embargo, acompa?ada de una paralela flexibilizaci¨®n de las barreras de salida para aquellas Instituciones que hayan realizado una gesti¨®n imprudente.
Estas ambig¨¹edades no dejan de ser preocupantes, por cuanto existen s¨®lidos indicios de que la escalada competitiva est¨¢ dando origen a un exceso de capacidad en el negocio bancario. O, dicho de otra forma, hay razones para pensar que los recursos humanos y de capital invertidos en ese negocio son excesivos para la demanda disponible, lo cual constituye una seria hipoteca para su futura capacidad de generar resultados. Esta apreciaci¨®n, de ser correcta, puede tener importantes consecuencias, ya que afecta a un sector sin cuya contribuci¨®n las modernas econom¨ªas actuales dif¨ªcilmente hubiesen alcanzado esas cotas de eficacia y flexibilidad a que nos tienen acostumbrados. Esto significa que, desde el punto de vista del inter¨¦s general, es preciso crear condiciones que permitan a los bancos generar una rentabilidad sobre fondos propios suficientemente atractiva como para garantizar el apoyo de los accionistas y, consecuentemente, la continuidad de su existencia empresarial.
Fase de consolidaci¨®n
La experiencia de otros sectores que en su d¨ªa atravesaron circunstancias similares parece sugerir que la depuraci¨®n del exceso de capacidad requiere una fase de consolidaci¨®n, en la que las instituciones m¨¢s ineficientes o son expulsadas del mercado, o pasan a ser controladas por otras m¨¢s din¨¢micas y competitivas. El problema de un proceso de este tipo en la banca radica en que sus actividades dependen de la confianza del p¨²blico, lo cual significa que se requiere algo m¨¢s que la mano invisible de la oferta y la demanda para que en este caso tenga ¨¦xito la consolidaci¨®n. Conviene tener presente, sin embargo, que en las circunstancias en que se encuentra actualmente el mundo financiero no se pueden vulnerar por mucho tiempo esas leyes sin correr el riesgo de ser severamente penalizado. Baste recordar, a este respecto, la crisis en que se encuentran inmersas las cajas de ahorro estadounidense, que puede suponer un desembolso para el contribuyente de unos 500.000 millones de d¨®lares.
De todo esto se desprende la necesidad de renovar los t¨¦rminos del acuerdo de colaboraci¨®n suscrito en el pasado, aceptando la especificidad de la banca, pero, al mismo tiempo, concediendo un mayor protagonismo al mercado como factor de disciplina. La b¨²squeda de ese dif¨ªcil equilibrio no debe hacer olvidar que por alg¨²n tiempo la banca vivir¨¢ en un periodo de transici¨®n, en el que coexistir¨¢n intervencionismo y libertad, inercia e innovaci¨®n, discriminaci¨®n y competencia. Aun as¨ª, es preciso realizar un esfuerzo por excluir del marco regulador todo aquello que no tenga directamente que ver con la estabilidad del sistema y la seguridad de los depositantes.
En cualquier caso, e incluso en ese ¨¢mbito, no deber¨ªa caerse en el error de pensar que las regulaciones pueden sustituir la labor de los gestores, aunque s¨®lo sea porque ¨¦stos son los que est¨¢n en mejores condiciones para conocer los riesgos de su empresa. Lo que s¨ª habr¨ªa que hacer es crear incentivos para que estos gestores realicen adecuadamente su labor, y nada mejor para ello que propiciar la transparencia del sistema, a fin de que el mercado pueda discernir entre el ¨¦xito y el fracaso. Tampoco estar¨ªa de m¨¢s reforzar la labor de control corporativo de los mercados de valores, creando un marco adecuado para que las OPA (oferta p¨²blica de adquisiciones) sirvan de mecanismo disciplinario sobre los ¨®rganos directivos de aquellas empresas que menos sintonicen con los intereses de los accionistas. Por otra parte, y en coherencia con el renovado ¨¦nfasis otorgado a la eficiencia, deber¨ªa procederse a una reforma de los sistemas de garant¨ªa de dep¨®sitos, a fin de evitar el peligro de acumulaci¨®n de riesgos que puede re ultar con la aplicaci¨®n de los indiscriminados sistemas actuales. Asimismo, ser¨ªa conveniente que el nuevo clima de libertad diese tambi¨¦n cabida a la libertad de quiebra, obligando as¨ª a los ahorradores a mantener una continua vigilancia sobre la calidad de la gesti¨®n de sus respectivas entidades. No se trata de imponer una disciplina sin matices, m¨¢s bien habr¨ªa que crear un ambiente de incertidumbre selectiva, en el que, sin perjuicio de que los problemas se resolviesen caso a caso, quedase constancia de que ninguna entidad Imprudente se encuentra, en principio , a salvo de los rigores del mercado.
De todas maneras, quiz¨¢ la cl¨¢usula m¨¢s dif¨ªcil de articular en el nuevo acuerdo sea la referida a la cooperaci¨®n internacional. El peligro al que nos enfrentamos es que la competencia en que se encuentran envueltas dichas autoridades d¨¦ lugar a un alineamiento a la baja de la regulaci¨®n, tomando en cada caso como referencia la norma menos estricta. Las consecuencias de una din¨¢mica de este tipo son imprevisibles, y pueden ser dram¨¢ticas, debido a la limitada comprensi¨®n de los riesgos generados por muchos de los complejos instrumentos de reciente creaci¨®n. Por otro lado, conviene recordar que a¨²n no se ha contrastado la solidez de las recientes transformaciones, al no haber pasado por la prueba de fuego de un ciclo econ¨®mico adverso. De ah¨ª la conveniencla de que la cooperaci¨®n se extienda a las pol¨ªticas macroecon¨®micas y de que en la esfera estrictamente financiera se act¨²e con sentido de responsabilidad, aunque s¨®lo sea porque la globalizaci¨®n es un fen¨®meno de largo alcance, que en estos momentos todav¨ªa se encuentra en sus albores.
Nuevo acuerdo
Como ha podido comprobarse, el nuevo acuerdo exige renuncias por ambas partes, tanto mayores cuanto m¨¢s arraigados est¨¦n los h¨¢bitos del pasado. Sin embargo, en una fase de transici¨®n como en la que nos encontramos suelen originarse importantes desajustes, debido al distinto grado de disciplina impuesto por el mercado a los dos interlocutores. As¨ª, mientras los bancos no tienen m¨¢s remedio que adaptarse y asumir las consecuencias de una mayor competencia, las autoridades siempre pueden invocar argumentos de pol¨ªtica econ¨®mica para prolongar los beneficios que les reporta el intervencionismo. El problema radica en que, de esta forma, lo ¨²nico que se logra es aumentar los costes requeridos para que este sector diferente alcance un nuevo equilibrio entre seguridad y eficiencia, y pueda prestar as¨ª un mejor servicio a la sociedad.
pertenecen al Servicio de Estudios del Banco Bilbao Vizcaya.
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