La casa del pueblo
EXISTE EL riesgo de que, una vez m¨¢s, la espuma oculte la cosa: de que la pelea dial¨¦ctica entre Benegas y Solchaga, o entre el aparato y el Gobierno, impida un debate serio sobre el problema de la vivienda en Espa?a. M¨¢s concretamente: sobre si la adopci¨®n de medidas tendentes a favorecer el acceso a la vivienda de determinados sectores de la poblaci¨®n (clases medias, j¨®venes) debe formar parte de las prioridades de la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno socialista y cu¨¢les son los instrumentos para conseguirlo. ?sa es la cosa, y lo otro, la espuma. El riesgo de confundir ambas se ve favorecido por el impreciso planteamiento. Para pasar del estado gaseoso al s¨®lido, el plan habr¨¢ de solventar la financiaci¨®n. Admitir que existen dificultades para "articular el mecanismo de subvenci¨®n del diferencial en los tipos de inter¨¦s" equivale a reconocer que s¨®lo queda por resolver todo.En ese sentido, es imposible no compartir el inicial espanto del ministro de Econom¨ªa ante la improvisaci¨®n que han revelado las confusas explicaciones adelantadas. Confusi¨®n que no se despeja despu¨¦s del salom¨®nico comunicado de ayer del Consejo de Ministros. La idea de aprovechar la pr¨®xima eliminaci¨®n de los coeficientes bancarios de inversi¨®n -que obligan a los bancos a adquirir determinados fondos p¨²blicos- para imponer otros coeficientes destinados ahora a financiar la adquisici¨®n de viviendas a bajo inter¨¦s es una genialidad propia de gente con mentalidad m¨¢gica. Si se suprimen esos coeficientes es porque su existencia es incompatible con la regulaci¨®n establecida por la CE, y contradictoria con la liberalizaci¨®n del mercado bancario que se inici¨® hace muchos a?os. Pensar que la voluntad pol¨ªtica har¨¢ desaparecer los efectos no deseables de las decisiones pol¨ªticas equivale a creer que basta desearlo intensamente para que el sol deje de ponerse por Occidente.
Luego se ha modificado la explicaci¨®n inicial, habl¨¢ndose de acuerdos pactados entre el Gobierno y la banca por los que se conceder¨ªan determinadas compensaciones fiscales y de otro tipo a las entidades que colaboren voluntariamente. Y el propio Solchaga ha adelantado que siempre cabe la posibilidad de subsidiar con cargo a los presupuestos esa diferencia entre los intereses de los cr¨¦ditos que propone el plan y los tipos vigentes en el mercado. Tales planteamientos son discutibles, pero racionales. Dignos en todo caso de consideraci¨®n, aunque habr¨¢ de quedar claro que, si se renuncia a aumentar la presi¨®n fiscal, los fondos destinados a ese objetivo preciso habr¨¢n de detraerse de otros fines, tal vez no menos acuciantes, atribuidos a la pol¨ªtica presupuestaria. El debate deriva entonces hacia la cuesti¨®n de las prioridades.
Los criterios seguidos por los socialistas son, en ese aspecto, muy pol¨¦micos. Un planteamiento macroecon¨®mico de la cuesti¨®n ha llevado a considerar a la construcci¨®n antes como factor de est¨ªmulo de la actividad productiva en general que como elemento de una pol¨ªtica espec¨ªfica de vivienda. Uno de los efectos ha sido el encarecimiento desproporcionado de las viviendas libres: de un 500% desde la llegada de los socialistas al poder, sin que la pol¨ªtica de vivienda protegida haya compensado el enorme d¨¦ficit -pr¨®ximo a las 700.000 unidades- que ha ido acumul¨¢ndose en el tramo de poblaci¨®n de rentas medias y bajas. El hecho de que la generaci¨®n nacida en los a?os sesenta, coincidiendo con el famoso estallido de la natalidad del desarrollismo, se encuentre ahora entre los 20 y los 30 a?os -la edad caracter¨ªstica de la emancipaci¨®n para formar nuevos hogares- otorga un peculiar contenido social y generacional -y no s¨®lo o principalmente macroecon¨®mico- al problema. Un problema que, por afectar a millones de personas, j¨®venes en particular, se ha convertido en la piedra de toque de la sensibilidad social del Gobierno. Pero tambi¨¦n, por ello mismo, en terreno abonado para la demagogia. Dosis de ella hay en la propuesta ahora presentada como oferta electoral por los mismos que permitieron y justificaron el delirio especulativo del ¨²ltimo decenio. Pero tambi¨¦n la hay en fuertes dosis en la respuesta del PP cuando dice que en lugar de conceder cr¨¦ditos baratos a los "amigos del PSOE" habr¨ªa que bajar los tipos de inter¨¦s "para todos".
La apelaci¨®n por parte de Benegas a la autoridad del secretario general del PSOE constituye un s¨ªntoma de las contradicciones que presiden las relaciones entre el PSOE y su l¨ªder desde que Alfonso Guerra dej¨® el Ejecutivo: los hu¨¦rfanos del ex vicepresidente saben que sus ¨¦xitos electorales dependen en buena medida de que el liderazgo de Felipe Gonz¨¢lez no sea desestabilizado desde el partido; pero no pueden dejar de hostigar al presidente del Gobierno, a trav¨¦s de sus colaboradores, para recordarle que a sus desvelos le debe haber llegado tan alto.
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