Frenolog¨ªa taurina
La f¨¢brica que Pickman cre¨® en torno al monasterio cartujo de Santa Mar¨ªa de las Cuevas, y que populariz¨® con la marca de La Cartuja de Sevilla, sac¨® hace muchos a?os la reproducci¨®n de la cabeza frenol¨®gica de Mar¨ªano Cub¨ª (1801-1875). La frenolog¨ªa consideraba al cerebro como un agregado de partes, en cada una de las cuales resid¨ªa una facultad intelectual, instintiva o afectiva. Cub¨ª lleg¨® a distinguir hasta 47 zonas del cerebro, en cada una de las cuales se al jaba una facultad: visualitividad, sublimitividad, imitatavidad..., casi todas terminadas en el sufijo tividad, que es un pedazo de sufijo.A punto de concluir la feria de Sevilla, cuando s¨®lo queda por lidiar la corrida de Guardiola, los aficionados tenemos en cada parte de nuestro cerebro, a modo de cabeza frenol¨®gica de Cub¨ª, alojados numerosos re cuerdos de lo acaecido en tan prolongado ciclo. L¨®gicamente, no hay 47 recuerdos, porque el aficionado a los toros, de natural bondadoso, tiende a olvidar pronto lo malo y a retener lo bueno. Estoy seguro de que si Cub¨ª hubiera sido amante de la fiesta hubiera clasificado el cere bro de los aficionados de otra manera. Pero era de Malgrat, de escasa tradici¨®n taurina.
En la zona de la corteza cerebral donde se aloja el valor aparecen Espartaco Chico, por su faena al sexto toro de N¨²?ez; Pedro Castillo, por su actuaci¨®n en la corrida del conde de la Maza, y Paco Ojeda, por su labor en el toro incierto de su reaparici¨®n, de El Torre¨®n. Del rinc¨®n destinado a albergar el toreo puro emergen los muletazos de Emilio Mu?oz al toro que le hiri¨® grave mente, y a distancia las faenas de Fernando Cepeda y Mart¨ªn Pareja Obreg¨®n a los Montalvo.
Exquisitez
En la zona reservada a la exquisitez, guarda la afici¨®n, como en un relicario, las ver¨®nicas y la media de Pepe Luis V¨¢zquez al miura, los lances eternos y algunos muletazos con la derecha de Curro Romero al toro de Juan Pedro Domecq, y pare usted de contar. La suerte suprema debi¨® pedir ampliaci¨®n de espacio para dar cobijo a tantas y tan importantes estocadas como vimos. En lugar privilegiado, por haberla regado con su sangre, debe figurar la estocada de Ni?o de la Capea al toro de Cebada Gago, el de su reaparici¨®n en Sevilla. Joselito se mostr¨® como el matador m¨¢s seguro del momento: cuatro magn¨ªficas estocadas quedar¨¢n para la historia de esta feria. La estocada de Manili al alt¨ªsimo miura compite en ejecuci¨®n y supera en emoci¨®n a las anteriores.
Para los de plata tambi¨¦n el cerebro del aficionado guarda su sitio. El sitio de privilegio lo ocupa Mart¨ªn Recio, aunque su brega al toro de Viento Verde estuviera a punto de costarle el puesto en la cuadrilla de Joselito. Los dos pares de banderillas de Santiponce al sobrero del conde de la Maza, gan¨¢ndole guapamente la cara, tambi¨¦n tienen su rinc¨®n para el recuerdo. Alg¨²n puyazo de El Avispa y de Rubio de Quismondo... y nada m¨¢s. Lo mucho malo que hubo ya desapareci¨® de la cabeza frenol¨®gica del aficionado sevillano.
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