Julio Palacios
El autor del art¨ªculo recuerda la decisiva contribuci¨®n a la ciencia espa?ola del f¨ªsico Julio Palacios, del que acaba de cumplirse el centenario de su nacimiento. Testigo del despegue de las investigaci¨®n cient¨ªfica en Espa?a en las primeras d¨¦cadas del siglo XX, la obra de Palacios fue decisiva para que ¨¦sta tuviera continuidad, pese a la interrupci¨®n que supuso la guerra civil, y porvenir.
Tres reales academias concelebraron el centenario del nacimiento de Julio Palacios. Tres reales academias a las que perteneci¨® como numerario, siendo, al morir, presidente de una de ellas, de la de Ciencias. Tanto en ¨¦sta como en las otras dos, la de Lengua y la de Medicina, dej¨® constancia de un empe?o tesonero en poner orden y concierto en la definici¨®n de los conceptos que la ciencia emplea. Trataba siempre de definir y esclarecer lo que observaba -condici¨®n del buen docente-, a pesar de lo cual ni era pedante, ni sus lecciones pesadas, ni su conversaci¨®n aburrida. Hablar con ¨¦l resultaba ameno y entretenido, y leer sus escritos, gratificante por la precisi¨®n de su prosa y la claridad de expresi¨®n.Escribi¨® media docena de libros de texto en los que f¨ªsicos, m¨¦dicos e ingenieros se han iniciado en la f¨ªsica; son numerosos sus escritos (notas, art¨ªculos, libros) dedicados a la divulgaci¨®n, y se acerca al centenar el n¨²mero de los trabajos de investigaci¨®n.
Canto nost¨¢lgico
S¨®lo publica un libro de car¨¢cter no cient¨ªfico, Filipinas, orgullo de Espa?a, que constituye un canto nost¨¢lgico a la que fue grandeza espa?ola en ultramar y en el que relata la misi¨®n cultural de la que form¨® parte en 1935. "Vamos", nos dice, "un poeta y un f¨ªsico. Gerardo Diego ten¨ªa que hablar en Filipinas de nuestra poes¨ªa, de nuestra pintura y de nuestra m¨²sica. Yo deb¨ªa mostrar c¨®mo la semilla depositada por Ram¨®n y Cajal hab¨ªa germinado y c¨®mo, en su virtud, Espa?a segu¨ªa de cerca el portentoso movimiento cient¨ªfico contempor¨¢neo". Iba, por tanto, don Julio como testigo y protagonista de la honda transformaci¨®n operada en la f¨ªsica espa?ola, es decir, del tr¨¢nsito de una ¨¦poca, a finales del siglo XIX, en la que dif¨ªcilmente podr¨ªa encontrarse el n¨²mero suficiente de f¨ªsicos capaces de crear escuela en cada uno de los cap¨ªtulos fundamentales, a otra nueva en la que no s¨®lo pod¨ªa hablarse de f¨ªsica, sino hacerla e investigar en ella.
Dejemos que el propio don Julio nos relate sus experiencias al comenzar sus estudios en la Universidad de Barcelona, tal como las expuso en la sesi¨®n necrol¨®gica en honor de Esteban Terradas. "De nuestro contacto con los buenos catedr¨¢ticos (...) adquir¨ªamos la convicci¨®n de que la ciencia era ya cosa hecha y cerrada a la que nada quedaba por a?adir (...). Estudi¨¦ con gusto cuando el catedr¨¢tico usaba buenos libros y me desesper¨¦ y romp¨ª la cabeza en el caso contrario... En estas condiciones, ?qui¨¦n podr¨ªa pensar que lo que necesitaba reforma era precisamente lo que todos ten¨ªamos por inmejorable?". La reforma consist¨ªa en salvar el abismo que separa la ciencia contenida en los libros de la que poco a poco va apareciendo en las revistas; es decir, la ciencia viva que nace de la investigaci¨®n, y esto lo aprendi¨® don Julio del talante innovador de Terradas, con quien tuvo la fortuna de encontrarse a mitad de la carrera.
Concluidos sus estudios en Barcelona viene a Madrid, en donde Blas Cabrera dirige la tesis que le convierte en doctor en 1914. Dos a?os despu¨¦s, en 1916, gana la c¨¢tedra de Terminolog¨ªa de la Universidad de Madrid, que desempe?a hasta su jubilaci¨®n. En ese mismo a?o, y en plena guerra mundial, fue a la Universidad de Leiden para trabajar con Kamerlingh Onnes en el estudio de las isotermas del ne¨®n y del hidr¨®geno. Al volver, por cierto en el primer tren que cruz¨® la frontera despu¨¦s del armisticio, no pudo continuar la labor iniciada en Holanda por falta de medios; resuelve esta situaci¨®n crucial investigando a pesar de las dificultades, llevado por una irrenunciable vocaci¨®n que marca su vida.
El nivel cient¨ªfico de la Espa?a de comienzos de siglo puede evaluarse por la labor desarrollada por la Junta para Ampliaci¨®n de Estudios e Investigaci¨®n Cient¨ªfica, regida por un patronato que presid¨ªa Santiago Ram¨®n y Cajal, fundada en 1907; por el Seminario Matem¨¢tico, creado en 1915 a instancia de Rey Pastor; por los trabajos realizados en el Laboratorio de Investigaciones F¨ªsicas, fundado en 1910 y dirigido por Cabrera, y por la contribuci¨®n del Observatorio Fabra y del Observatorio del Ebro, establecidos en 1904 y 1905, respectivamente.
Puede decirse, con Glick, que cuando Einstein viene a Espa?a en 1923 "las matem¨¢ticas, la f¨ªsica y la astronom¨ªa espa?olas estaban representadas en la comunidad cient¨ªfica internacional por un peque?o n¨²mero de investigadores que eran capaces de participar en problemas de investigaci¨®n definidos como significativos por esa comunidad. Entre esos investigadores, cuya relaci¨®n no es de este lugar, se encontraba Palacios, que con otros, particip¨® en la reuni¨®n que tuvo lugar el 5 de marzo para tratar el tema de la relatividad general con el propio Einstein. Fue ¨¦ste un acto m¨¢s entre los muchos, solemnes unos y reducidos otros, que enmarcaron la estancia del creador de una teor¨ªa que revolucion¨® la f¨ªsica. Su paso por Espa?a dej¨® huella y constituy¨® un revulsivo para despertar el inter¨¦s por los temas cient¨ªficos".
Investigaci¨®n espa?ola
En la historia de la f¨ªsica espa?ola hay que dar un salto hasta el entorno de los a?os treinta para que comience a estabilizarse un crecimiento exponencial, logr¨¢ndose un desarrollo que permite superar el duro golpe de la guerra civil sin que, como a principios del siglo pasado y como consecuencia de la invasi¨®n napole¨®nica, se desmoronase lo poco o lo mucho que se hab¨ªa logrado en el siglo XVIII.
Si se quisiera fijar una fecha habr¨ªa que elegir la del 6 de febrero de 1932, cuando se inaugur¨® el Instituto de F¨ªsica y Qu¨ªmica, el Rockefeller en versi¨®n coloquial, que empez¨® a gestarse en 1924, creado para continuar con m¨¢s amplitud y mejores medios la tarea que se llev¨® a cabo en el Instituto de Investigaciones F¨ªsicas. Fue su director Blas Cabrera y Palacios dirig¨ªa la secci¨®n de rayos X, en la que se investigaban las estructuras cristalinas. Al frente de otras secciones se encontraban cient¨ªficos eminentes como Moles, Medinaveitia, Guzm¨¢n, Catal¨¢n o Torroja.
Se abrieron nuevas l¨ªneas de investigaci¨®n incorporando a un mayor n¨²mero de colaboradores. Su labor serv¨ªa de est¨ªmulo, la f¨ªsica hab¨ªa encontrado un camino seguro, y no es por eso aventurado se?alar que ten¨ªa un porvenir asegurado. En estos a?os no puede dejarse en olvido la decisiva participaci¨®n de Palacios.
El largo, excesivamente largo, par¨¦ntesis de la guerra civil interrumpe su labor, pero no su preocupaci¨®n por la f¨ªsica, pues escribe un libro. A partir de 1939, su figura adquiere un relieve singular: era el superviviente m¨¢s destacado de una etapa prometedora y una referencia obligada. Su primera preocupaci¨®n fue la de salvar todo lo salvable y evitar que pudieran quebrarse las l¨ªneas iniciadas anteriormente. El especialista que conocimos en su primera etapa se dispersa en m¨²ltiples actividades. Por una parte, divide su docencia entre Madrid y Lisboa; y, por otra, dedica su atenci¨®n a varios temas, entre los que destaca por la repercusi¨®n que ha tenido el del an¨¢lisis dimensional, su mejor contribuci¨®n cient¨ªfica.
"Al conmemorarlo en el centenario de su nacimiento reavivamos la historia de una lealtad", dijo Mart¨ªn-Municio en la sesi¨®n de las tres reales academias, "porque fue leal a s¨ª mismo y a su circunstancia hist¨®rica".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.