"Sadam Husein es como una flor"
La polic¨ªa iraqu¨ª en la ciudad de Zajo dice que se ir¨¢ de all¨ª cuando se lo ordene Bagdad
"Sadam es como una flor". El polic¨ªa iraqu¨ª, de patrulla por las calles de Zajo, aspira la fragancia de una de las rosas que en la primavera del Kurdist¨¢n adornan sus valles y laderas y remata la reflexi¨®n sobre su presidente con otra esnifada: "Tambi¨¦n es muy fuerte e inteligente".
En esta localidad kurda, que sobrevuelan altaneros los cazas y helic¨®pteros estadounidenses y con encrucijadas controladas por soldados brit¨¢nicos, los polic¨ªas desplazados por Bagdad dicen no saber nada sobre un eventual repliegue. "Cuando nos lo ordenen nos iremos". Todos sin embargo se felicitan por el acuerdo suscrito entre Sadam Husein y el l¨ªder turco Jalal Talabani, aunque no saben mucho sobre su contenido.Algunos polic¨ªas rechazan cualquier tipo de di¨¢logo y espantan al periodista con una mirada de desprecio. Otros, corteses, aceptan compartir un t¨¦ en las solanas de los pocos cafetines abiertos de esta ciudad que despobl¨® el miedo y niegan que las intenciones del Ej¨¦rcito iraqu¨ª sean brutales y rencorosas. Marwan, de verde oliva y con pistola al cinto, dice que los refugiados que se mueren y sufren en las monta?as turcas nada tienen que temer a su regreso.
Adel, con otros tres polic¨ªas armados, defiende la vigencia del liderazgo iraqu¨ª mientras juguetea con la rosa que inspir¨® su definici¨®n. "No somos 200 como se ha dicho en las emisoras de radio extranjeras sino 700 y hemos vecino a Zajo a proteger a su gente y a evitar robos e incidentes". Los polic¨ªas iraqu¨ªes, entre los 20 y los 40 a?os, parecen haber recibido instrucciones de no polemizar sobre la presencia en su pa¨ªs de los soldados norteamericanos, brit¨¢nicos u holandeses que, arrogantes y guerreros, patrullan en camionetas artilladas o en fila india.
Tomando el t¨¦
Marwan, mientras tomamos el t¨¦ que ¨¦l mismo paga, considera que los efectivos militares de la coalici¨®n multinacional est¨¢n de m¨¢s en Zajo. "Nosotros mismos nos bastamos para proteger a sus habitantes". La contundencia de sus palabras no va m¨¢s all¨¢ de esta t¨ªmida recomendaci¨®n.
Tarek, Samur e Ibrahim, que se lavan en la fuente de una mezquita de Zajo tras cumplir con el precepto musulm¨¢n, preguntan a su vez sobre los plazos de su estancia en Zajo. A ellos sus mandos nada les han dicho y la oficialidad iraqu¨ª se mantiene reservada y distante. Es mentira que el pueblo est¨¦ contra Sadam Husein, aseguran los tres.
Varios j¨®venes se acercan denunciando miedo y represi¨®n, amenazas de la polic¨ªa secreta, arbitrariedades y dudan tambi¨¦n en cuanto a la posibilidad de que recobre la normalidad ciudadana esta poblaci¨®n en la que la mayor parte de sus moradores escrutan al visitante occidental con ojos verdes y cansinos, charlan horas y horas, se apuntan en las listas de distribuci¨®n de alimentos o juegan al billar o con las cuentas del rosario ¨¢rabe entre sus manos.
Cuadros del partido Baaz en el poder han acompa?ado a los polic¨ªas y la mayor¨ªa visten de civil; quienes lo hacen de uniforme no quieren hablar. Marwan se?ala que no se lo pens¨® dos veces cuando en Bagdad le ofrecieron venir a ayudar al pueblo de Zajo Tarek, Samur e Ibrahim aseguran no haber llegado a esta ciudad a detener o encarcelar a sus habitantes y declaran no estar molestos sobre su forzada convivencia con un Ej¨¦rcito que someti¨® a Bagdad y a las fuerzas desplegadas en Kuwait a un intenso bombardeo y que todav¨ªa tiene bajo control una porci¨®n de su territorio nacional.
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