?Callej¨®n sin salida?
Cola del pan en la avenida Lenin de Mosc¨². S¨®lo hay unas treinta personas y caben en el recinto del despacho. Apenas transcurridos dos minutos, una joven entra desde la calle, coge una barra de los, estantes y se marcha sin pagar. A continuaci¨®n, otra que estaba en la cola, estimulada sin duda por el ejemplo, repite el gesto. En la cola, m¨ªnimas palabras y gestos de desaprobaci¨®n. El resto es indiferencia, sin reacci¨®n alguna por parte de la encargada del cobro. Al salir, unos metros m¨¢s adelante, otra cola, en el local donde habitualmente se venden refrescos indefinibles. Pero ¨¦sta tiene un comportamiento muy diferente. Es palpable el nerviosismo, en las voces y en los ademanes, lo que sorprende al espectador dada la calidad de la p¨®cima que al parecer motiva tanta impaciencia. Comienza a llover y me aparto un metro de la cola para refugiarme bajo el voladizo. Pero nadie se mueve de su sitio, y cuando comprueba mi intenci¨®n de seguir la cola, mi vecino me empuja violentamente. He Infringido el c¨®digo. Al darse ,cuenta de mi condici¨®n de extranjero, la violencia se vuelve desesperaci¨®n. "My friend, my Friend, what can I do for you?", repite una y otra vez. "No podemos m¨¢s", explica casi llorando. Al llegar al hotel, entiendo los motivos de la agitaci¨®n. Se estaba despachando un cargamento de cerveza. Todos tem¨ªan que la comprada por el interior fuese la ¨²ltima botella.La observaci¨®n de las calles y de las opiniones en Mosc¨² y Leningrado confirma cuanto escribiera hace unos meses Luis ?ngel Rojo en un art¨ªculo publicado en Claves: 'Ni plan, ni mercado'. La desconfianza interior respecto de Gorbachov encuentra as¨ª s¨®lidos fundamentos, m¨¢s all¨¢ de la impaciencia que quisimos ver cuantos desde el exterior deseamos que la transformaci¨®n sovi¨¦tica por ¨¦l iniciada llegara a buen puerto. Es m¨¢s, la persistencia de las trabas burocr¨¢ticas y, en lo esencial, del sistema de distribuci¨®n se ha traducido en una subida en flecha de la currupci¨®n y del mercado negro -por no hablar de la delincuencia-, al aflojarse los controles que anta?o moderaran los costes de la ineficacia. As¨ª, se mantiene la exigencia de visados de concesi¨®n estatal para todo traslado interior, pero cualquiera viaja en tren de Leningrado a Mosc¨² por unos rubios sin visado ni billete. Se establece la prohibun¨®ri de que los polacos compreri en Bielorrusia y la barrera es salvada mediante una conce~,~l¨®ri fraudulenta de dentos de pasa-portes sovi¨¦ticos a los polacos interesados en adquirirlos. No hay una m¨¢quina fotogr¨¢flica Zenith en los comercios, pero,, como ocurre con el caviar, el turista es literalmente asaltado paso a paso por quienes ofrecen tales productos. El desastre en. la distribuci¨®n oficial, simbolizado por las fuentes de pepinos, ¨²nicas pobladoras de los anaqueles de comercios estatales.. parad¨®jicamente llamados, "gastronom¨ªa", contrasta con la fluidez de las redes paralelas. Todo indica que, por la tardanza en Introducir a su tiempo los mecanismos de mercado, est¨¢ cobrando forma una burgues¨ªa basada exclusivamente en el fraude y la especulaci¨®n. Y en la precariedad del abastecimiento para la gran mayor¨ªa de los sovi¨¦ticos. De ah¨ª el descontento creciente y la sensaci¨®n generalizada de que el pa¨ªs se encuentra sumido en una crisis irreversible. Crisis de la base econ¨®mica, del orden social y del sistema de valores forjado por la revoluci¨®n de 1917. Nada mejor para ilustrarla de forma indolora que la venta en el que fuera museo del ate¨ªsmo, en la ex catedral de Kaz¨¢n, de Leningrado, como ¨²nico gadget de un calendario con las efigies de los zares de la casa Romanov.
En estas condiciones, resulta un rasgo de humor negro la insistencia oficial en esgrimir la actualidad de la obra de Lenin, de lo cual ofrece buena muestra la portada de Pravda del pasa do 22 de abril, con ocasi¨®n de conmemorar la fecha del nacimiento del pol¨ªtico revolucionario. Realmente, pocos proyectos hist¨®ricos habr¨¢n desembocado en un fracaso tan rotundo como el de El Estado y la revoluci¨®n. Si el pensamiento de Lenin sigue hoy vigente, es s¨®lo por su vertiente cr¨ªtica del propio proceso revolucionario que se le iba escapando de las manos al reproducir las deformaciones de la burocracia zarista y configurar un sistema de gesti¨®n incapaz de atender las necesidades m¨ªnimas de la poblaci¨®n rusa. El nuevo aparato administrativo, consignado en enero de 1923, poco antes de su muerte, "se asemeja hasta lo imposible, hasta lo indigno, al de antes de la revoluci¨®n". La revoluci¨®n estaba viva en las palabras, hoy dir¨ªamos que en las estatuas, pero en la pr¨¢ctica real del Gobierno imperaban la ineficacia y la rutina. De ah¨ª las expresiones dur¨ªsirnas que Len¨ªn pone en boca del campesino: "Los capitalistas, a pesar de todo, sab¨ªan abastecernos. Y vosotros, ?sab¨¦is? No, vosotros no sab¨¦is". Un diagn¨®stico v¨¢ll do cumplidas siete d¨¦cadas.
Se disipaba tambi¨¦n la bella esperanza de hacer del partido comunista "una gota en el mar del pueblo", al configurarse una fusi¨®n cada vez m¨¢s estrecha entre partido y Estado, impregnados ambos de una rigidez heredada del poder zarista. Las mentalidades mostraban de este modo su capacidad para sobrevivir a las instituciones y a las ideas pol¨ªticas que las generaran. Algo parec¨ªdo suceder¨¢ luego con el estalinismo, m¨¢s all¨¢ del XX Congreso, hasta reencarnar en las proposiciones defensivas y en la pr¨¢ctica de gesti¨®n de muchos que hoy siguen manifest¨¢ndose en p¨²blico como defensores de la perestroika. Y lo peor es que, como resultado concreto, siguen sin saber abastecer.
Lenin no da m¨¢s de si en t¨¦rrninos positivos. El arbitrismo en las soluciones, que sigue a la lucidez de las ¨²ltimas cr¨ªticas, es signo de que la l¨®gica de inversi¨®n respecto de la sociedad capitalista presid¨ªa a¨²n sus reflexiones. A su juicio, nada funcionaba bien en el Estado sovi¨¦tico, pero, a pesar de ello, ¨¦ste se encaminaba hacia "un nuevo tipo de democracia, de alcance hist¨®rico universal, la democracia proletaria o dictadura del proletariado". Sobran los comentarios.
Como conclusi¨®n hay que advertir que la revisi¨®n de cuanto ha ocurrido y ocurre en la URSS no constituye un ejercicio de masoquismo para uso de conservadores o neoliberales. Nadie debe tener m¨¢s inter¨¦s que la izquierda en precisar ese an¨¢lisis y en dejar bien claro que no hay en sus propuestas vereda alguna que pueda llevar a un abismo como el sovi¨¦tico. Un ejemplo bien pr¨®ximo de esa necesidad lo tenemos en un reciente art¨ªculo propuesta, que en estas mismas p¨¢ginas suscribi¨® un grupo de pol¨ªticos y escritores, en su mayor¨ªa dirigentes del PCE, de cara a la construcci¨®n de una nueva izquierda en Europa. El contenido razonable de las observaciones cr¨ªticas sobre el orden capitalista iba a parar en el art¨ªculo a un dec¨¢logo congruente con el hecho de pasar como sobre ascuas por la crisis del llamado socialismo real. A estas alturas, asociar la b¨²squeda de "un modelo de desarrollo alternativo" con la ruptura frente a la l¨®gica del benefIcio y con el "gobierno de la econom¨ªa por los trabajadores" (menos mal que no se formula como gobierno obrero y campesino, o como autogesti¨®n) equivale a olvidar cuanto ha ocurrido en los tres cuartos de siglo de fallida construcci¨®n del socialismo y a dise?ar para la izquierda un merecido gueto. La mayor¨ªa social, trabajadores inclu¨ªdos, desconfiar¨¢ juiciosamente de cuanto apunte a quebrar el sistema vigente, a pesar de sus altos niveles de desigualdad y de injusticia. Las alternativas y reformas tendr¨¢n que proyectarse en el marco de la sociedad capitalista, reajustando una y otra vez la experiencia socialdem¨®crata. La utop¨ªa ha fracasado y s¨®lo cabe esperar que su fracaso se salde sin mayores desastres para los pueblos que hoy integran la URSS y para el conjunto de la humanidad.
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