El diablo del teatro
Faust, frammenti parte seconda
De Goethe. Principales int¨¦rpretes: Giorgio Strehler (Fausto), Franco Graziosi (Mefist¨®feles), Eleonora Brigliadori (Elena), Tino Carraro (Quir¨®n), Giulla Lazzarini (Ariel, la Poes¨ªa, Baucis, la Angustia, Margarita). Direcci¨®n: Glorgio Strehler. Producci¨®n del Piceolo Teatro di Milano-Teatro d'Europa.Teatro Studio (Mil¨¢n), 28 de abril.
El cr¨ªtico toma [el pasado domingo, en Mil¨¢n] el camino del viejo Teatro Fossati (el actual Teatro Studio) con la certeza, ciega, de que va a ver algo grande, inolvidable. El cr¨ªtico tiene sus razones. Aunque el Fausto no pertenece exactamente a su cultura -la cultura del cr¨ªtico nace de la lengua, de la magia y la m¨²sica de las palabras, y el alem¨¢n le est¨¢, al parecer, definitivamente vedado-, s¨ª participa del mundo cl¨¢sico, de esa Grecia de olivos y vi?edos, tan cercanos al paisaje de su ni?ez, que en la segunda parte del Fausto emerge s¨²bitamente, como un iceberg de dorada miel, y que, en definitiva, no es otra cosa que la grupa del centauro Quir¨®n. Quir¨®n, "?este gran hombre y noble pedagogo, / que, con gloria, ha educado a un pueblo de h¨¦roes, / a la estirpe de nobles argonautas, / fundadores del mundo del poeta!", como lo califica Fausto (cito la traducci¨®n de Jos¨¦ Mar¨ªa Valverde) mientras cabalga montado en su grupa. Pero hay m¨¢s. El cr¨ªtico, a medida que se acerca al viejo Fossati, a disfrutar de esta tarde (cinco horas) privilegiada, piensa, sabe que el personaje de Quir¨®n va a ser interpretado por Tino Carraro, eI octogenario Tino Carraro, gloria viva del teatro italiano, personaje hist¨®rico del Piccolo desde sus comienzos (el Piccolo data de 1947).Entonces, el encuentro de Fausto, del esp¨ªritu germ¨¢nico, con Quir¨®n, cobra un nuevo sentido. Se convierte en el homenaje del casi septuagenario Strehler (en agosto cumplir¨¢ los setenta) a su viejo compa?ero Carraro, ya octogenario: "T¨² eres el hombre grande de verdad, / que no quieres palabras de alabanza...", le dice Fausto (Strehler) al centauro. Y en este momento, cuando Fausto (Strehler) pronuncia es tos versos, el cr¨ªtico sabe -como as¨ª ocurri¨®- que el p¨²blico va a estallar en aplausos, sellando as¨ª m¨¢s de 40 a?os de arte, de cultura, de camarader¨ªa. Son tres generaciones de espectadores del Piccolo que participan, con sus aplausos, en este abrazo de Fausto con Quir¨®n. Es toda una ciudad, representada por el abuelo, el hijo y el nieto, la que ha hecho, hace y seguir¨¢ haciendo cola ante la taquilla del Piccolo, la que en este momento, como sol¨ªa hacer cada a?o el dogo veneciano se casa con su memoria, con esos momentos privilegiados vividos junto a Arlecchino (el Arlecchino de Moretti o de Soleri), al viejo Firs (Renzo Ricci) de El jard¨ªn de los cerezos, a Lear (Tino Carraro), o a los personajes de El nost Milan, de Carlo Bertolazzi, en el peque?o teatro de V¨ªa Rovello.
El cr¨ªtico sabe todo esto y sabe m¨¢s. Sabe que ¨¦l, al igual que esas tres generaciones de milaneses, llegado el momento en que el alma de Fausto suba al cielo, escurri¨¦ndose de las garras de Mefist¨®feles; ese momento, uno de los grandes momentos de teatro que yo he llegado a ver, en el que una bola de oro sale de la fosa y sube, ligera, hacia los telares del teatro; llegado a ese momento, gritar¨¢ para s¨ª, como grita Fausto: "?Det¨¦nte, eres tan bello!".
Y en ese mismo instante se condenar¨¢, entregar¨¢ definitivamente su alma al diablo, al diablo del teatro, a ese arte fr¨¢gil, ef¨ªmero, que uno no sabe si desaparecer¨¢ o no desaparecer¨¢, pero que en esas tardes privilegiadas, corno la que el domingo pasado vivimos en el viejo Fossati, uno termina por reconciliarse con su cultura -la miel, los olivos, la vida, el griego cl¨¢sico-, y el mismo Fausto, intuido, hace a?os, en la traducci¨®n francesa de G¨¦rard de Nerval, el su¨ªcida...
Recuerdos
En esas tardes, cada vez m¨¢s escasas, uno recuerda el nombre de cada una de las piezas del arado romano, los nombres de r¨ªos hace mucho tiempo olvidados; vuelve a ver, perplejo como en los cines de barrio de su infancia, c¨®mo las F¨®rcidas intercambian su ¨²nico diente y su ¨²nico ojo, mientras lord Byron muere, joven, en una playa defendiendo a. Quir¨®n contra los turcos.
Todo ocurre muy r¨¢pidamente. Como la muerte de Filem¨®n y Baucis a manos de Sylvester Stallone y sus dos hermanos gemelos (los tres fuertes); tres mercenarios salidos de una guerra, una de las muchas guerras que padecimos y seguiremos padeciendo, y que Mefist¨®feles capitanea momentos antes de que el p¨²blico quede preso de la Angustia -Fausto y ella-, y luego, a la postre, ver la apoteosis de Fausto, su llegada a los cielos, en una borrachera de luces y aplausos, acunado por el coro de voces blancas del Teatro de la Scala, en una apoteosis que ya no es faustiana, sino strehleriana: Giorgio Strehler, Der Strebende, es beatificado (la canonizaci¨®n no se har¨¢ esperar) por su ciudad (Strehler, hijo de Trieste, podr¨ªa decir, como Mara?¨®n, a?orando Toledo: "Se es del pa¨ªs, de la ciudad que se ama, que no siempre es la que nos vio nacer"), por su p¨²blico, en una de esas ceremonias teatrales que dif¨ªcilmente volveremos a ver y que al cr¨ªtico, con el ?bravo! en la boca, que no sal¨ªa, enmudecido por tanta m¨²sica, tanta luz, tanto gladiolo; con la Kinski abrazando emocionada a Valentina Cortese, ante la mirada de tres ministros del Gobierno italiano, le hizo pensar que tal vez llevaba raz¨®n Thomas Mann cuando dijo que Fausto, su Fausto, el Adrian Leverk¨¹hn de Doktor Faustus, s¨®lo pod¨ªa ser un m¨²sico.
La versi¨®n ¨²ltima y definitiva del Fausto de Strehler pienso yo que deber¨ªa ofrecerse en la Scala, sin m¨¢s. All¨ª estaremos todos: las Gracias, las Parcas, las Furias, las F¨®rcidas y todos los locos del teatro que quieran acompa?ar a este cr¨ªtico, que les aconseja que, si pueden hacerse con una entrada (funciones hasta el 26 de mayo), no se pierdan esa maravilla del Faust, frammenti parte seconda.
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