Quayle, la oscuridad de la vicepresidencia
, Una vez m¨¢s en la historia de EE UU, el estado de salud de un presidente ha enfocado la atenci¨®n p¨²blica hacia la figura del vicepresidente, uno de los cargos menos brillantes de la Administraci¨®n norteamericana, cuya ¨²nica utilidad, en opini¨®n de los constitucionalistas estadounidenses, es estar preparado para asumir la primera magistratura de la naci¨®n en el caso de fallecimiento o incapacidad del titular de la Casa Blanca.
En el caso del actual vicepresidente, Dan Quayle, el juicio del pa¨ªs no es precisamente halag¨¹e?o para el ex senador de Indiana, de 44 anos, cuya elecci¨®n por Bush para compartir la candidatura presidencial en 1988 constituy¨® una de las grandes sorpresas de la campa?a.
Quayle, acusado durante las ¨²ltimas presidenciales de haber utilizado sus influencias familiares para escurrir el bulto en Vietnam, y en su lugar hacer el servicio militar en una unidad de la Guardia Nacional, no ha conseguido nunca remontar las encuestas adversas que le han perseguido desde la campa?a electoral.
En realidad, su ¨ªndice de popularidad ha descendido en m¨¢s de 11 puntos desde su toma de posesi¨®n como n¨²mero dos del pa¨ªs. Quayle, utilizado por Bush para representarle en tomas de posesi¨®n de jefes de Estado extranjeros y para pronunciar discursos repetitivos de otros anteriores del presidente, no ha conseguido ganarse el respeto de la opini¨®n p¨²blica, a pesar de los esfuerzos de los especialistas de la Casa Blanca.
Una encuesta publicada a finales de abril por la cadena CNN y la revista Time arrojaba unos datos desalentadores: s¨®lo el 19%, de los encuestados consideraba que Quayle estaba en condiciones de sustituir a Bush, frente a un 69%, que cuestionaba su capacidad para ocupar la Casa Blanca. Los datos son sangrantes si se considera que en enero de 1989, cuando tom¨® posesi¨®n como vicepresidente, el porcentaje a su favor, aunque no era elevado, por lo menos ascend¨ªa al 30%
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