El decenio de Mitterrand
ESTA SEMANA, el d¨ªa 10, se cumplen 10 a?os desde la entronizaci¨®n de Fran?ois Mitterrand como presidente de la Rep¨²blica Francesa. Viejo pol¨ªtico forjado en las batallas de la IV Rep¨²blica, ministro del Interior en los a?os en que algunos de sus futuros ministros hac¨ªan sus primeras experiencias de radicalizaci¨®n en las movilizaciones en favor de la independencia de Argelia, opositor encarnizado al r¨¦gimen de la V Rep¨²blica -el golpe de Estado permanente, seg¨²n una opini¨®n que luego habr¨ªa de rectificar-, candidato fracasado contra el general De Gaulle y m¨¢s tarde frente a Giscard, Mitterrand lleg¨® al El¨ªseo en 1981, tras unas elecciones que fueron presentadas como aquellas en que los franceses tendr¨ªan ocasi¨®n de optar entre dos modelos de sociedad alternativos: el capitalista y el socialista, nada menos.Desde entonces, su presidencia ha dado cobertura a pol¨ªticas que van del ruptunismo anticapitalista del pnimer momento, con nacionalizaciones y alianza con los comunistas, hasta el moderantismo de su primer ministro, Rocard, y la cohabitaci¨®n con la derecha; del apoyo al despliegue de los euromisiles en Alemania, a la aceptaci¨®n a rega?adientes de la unidad alemana y del neogaullismo impl¨ªcito de su pol¨ªtica de defensa a la aceptaci¨®n de que tropas francesas combatieran a las ¨®rdenes del mando norteamericano en el golfo P¨¦rsico.
Tambi¨¦n en las relaciones franco-espa?olas cabe hablar de giro espectacular a lo largo de la d¨¦cada. Su primer Gobierno conced¨ªa asilo pol¨ªtico a los activistas de ETA, denegaba las extradiciones y la colaboraci¨®n policial antiterrorista, practicaba el obstruccionismo al ingreso de Espa?a en la CE y apenas escond¨ªa una despectiva reticencia ante la dernocracia espa?ola. Todo ello era el reflejo de ciertos prejuicios muy arraigados en sectores de la izquierda francesa, pero tambi¨¦n de algunos errados pron¨®sticos del propio Mitterrand sobre el futuro de la monarqu¨ªa y el papel de Santiago Carrillo y del partido comunista. Luego, en cambio, Espa?a ha encontrado en Mitterrand su mejor valedor dentro de la CE, un colaborador escrupuloso y eficaz en la lucha contra el terrorismo y el impulsor de una de las m¨¢s fruct¨ªferas etapas de cooperaci¨®n pol¨ªtica y diplom¨¢tica.
El ¨²ltimo tramo de la era de Mitterrand, que tiene como tope m¨¢ximo el a?o 1995, en que termina su segundo e improrrogable septenlo, viene lastrado por algunos fracasos inocultables. En ellos sejuega el propio legado hist¨®rico del mitterrandismo, cosa especialmente delicada para un hombre preocupado por las huellas de su paso por la historia, tal como refleja la brillante pol¨ªtica monumental y arquitect¨®nica fomentada desde la presidencia de la Rep¨²blica. En estos a?os, el Partido Socialista se encuentra en uno de sus peores momentos de cohesi¨®n interna y de despiste ideol¨®gico. Sus principales dirigentes se hallan enfrentados en el combate por la sucesi¨®n. La moral p¨²blica de la clase pol¨ªtica, y especialmente de la gobernante, la socialista, est¨¢ por los suelos tras los esc¨¢ndalos relacionados con la financiaci¨®n de los partidos y las sospechas de interferencias del Gobierno en la acci¨®n de la justicia. Y algunos problemas corno el paro, el malestar suburbial o la xenofobia se han instalado como males end¨¦micos.
Ciertamente, la econom¨ªa ha superado el bac.he en que la hundi¨® el doctrinarismo y ha conseguido frenar la inflaci¨®n sin merma del crecimiento, acerc¨¢ndose a los niveles de competitividad de sus eternos rivales alemanes. Los sentimientos y complejos antietiropeos, tan arraigados a derecha e izquierda, han quedado cada vez m¨¢s neutralizados, gracias precisamente a la tenacidad de Mitterrand, uno de los pol¨ªticos m¨¢s comprometidos con la idea de una Europa unida. Y sobre todo, 23 a?os despu¨¦s de aquel mayo parisino de todas las ilusiones y a 20 a?os de distancia de la recomposici¨®n del Partido Socialista, la sociedad francesa est¨¢ hoy mejor preparada para abordar su futuro que aquel otro mayo de hace un decenio. Y algo tiene que ver en ello el ya anciano y siempre pol¨¦mico pol¨ªtico que preside sus destinos desde entonces.
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