?xito del musical 'The black rider', de Bob Wilson, en el Festival de Berl¨ªn
Con una ovaci¨®n espectacular de casi un cuarto de hora de duraci¨®n y much¨ªsimos bravos, el p¨²blico salud¨® el espect¨¢culo de Bob Wilson, Tom Waits y William. Burroughs, The black rider, presentado en los Encuentros Teatrales de Berl¨ªn por el Thalia Theater de Hamburgo.La cr¨ªptica fascinaci¨®n de las ¨²ltimas obras de Wilson, Civil wars, Death destruction & Detroit II, Parsival, y El canto del cisne, que dividi¨® al p¨²blico en furibundos detractores y seguidores apasionados, parece disolverse en The black rider, dotado de un lenguaje teatral de una precisi¨®n y simplicidad tales que no deja opci¨®n alguna a la cr¨ªtica negativa. El lento movimiento de los actores t¨ªpico de Wilson, en busca de un lenguaje corporal diferente y casi subliminal, se ha transformado, quiz¨¢ por la influencia de la m¨²sica de Tom Waits, en un verdadero concierto de piruetas y, lazzi de la mejor tradici¨®n cabaretista alemana y pr¨®ximo al mundo del cine mudo. The black rider es un musical que recuerda la fuerza comunicativa de la ¨®pera de perra gorda y el expresionismo alem¨¢n, pero todo estilizado a la posmoderna y bajo la m¨¢gica perfecci¨®n de la t¨¦cnica. El montaje cuesta cuatro millones; de marcos (alrededor de 240 millones de pesetas).
La frescura musical de Tom Waits, combinada con su gran expresividad existencial, contrasta y agiliza el romanticismo oscurantista de la trama, par¨¢frasis de la obra de Carl-Maria Weber Der Freisch¨¹tz (El francotirador), cuya traducci¨®n de Thomas de Quincey, The fatal marksman, sirvi¨® a Burroughs para afinar su pluma de miembro de la Beat Generation y hacer de The black rider una alegor¨ªa contra la adicci¨®n.
Las balas del diablo
Wilhelm, un aspirante a escritor, se enamora de K?thchen, la hija de un guarda forestal que quiere verla casada con un cazador. Nada m¨¢s lejos de las habilidades de Wilhelm, que, seducido por un diablo, acepta las 12 balas que este le ofrece para que siempre d¨¦ en el blanco. La ¨²ltima bala, que deber¨ªa proporcionarle a Wilhelm el consentimiento del padre de K?thchen, atraviesa, guiada por el diablo, el coraz¨®n de la muchacha.
Magia, comicidad y sutileza a borbotones en los 12 cuadros con los que Wilson narra la historia, 12 cuadros de una belleza y fantas¨ªa excepcionales. La numerolog¨ªa m¨¢gica hace que, en esos 12 cuadros, 12 excelentes actores canten las 12 canciones, como 12 son las balas que Wilhelm dispara.
Babelia
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