Empobreciendo a Mozart
El nombre de Montecarlo ha estado asociado al ballet desde que, a principios de los a?os veinte, las autoridades del principado ofrecieron a Serge Diaghilev -en aquel momento al borde de la bancarrota y a punto de desmantelar sus c¨¦lebres Ballets Rusos- la posibilidad de instalarse all¨ª con su compa?¨ªa, que desde su llegada a Occidente, en 1909, no ten¨ªa sede fija. Toda la ¨²ltima etapa creativa de los Ballets Rusos de Diaghilev -marcada por los primeros estrenos de Nijinski, Balanchine y Serge Lifar-, decisiva para la evoluci¨®n del ballet en el siglo XX, tuvo lugar en torno a Montecarlo. Tras la muerte de Diaghilev, el coronel De Basil, Ren¨¦e Plumb, y ya en los a?os cuarenta, el marqu¨¦s de Cuevas, trataron de continuar su obra, pero el v¨ªnculo con el principado se fue disolviendo y Montecarlo se qued¨® sin ballet a partir de 1951.La formaci¨®n que ha venido ahora a Madrid -tra¨ªda por una Instituci¨®n educativa privada como festival de fin de curso y que s¨®lo hoy, mi¨¦rcoles, dar¨¢ una ¨²nica funci¨®n abierta al p¨²blico- es una compa?¨ªa de ballet fundada en 1985 por el empe?o de la princesa Carolina, que apel¨® inicialmente a nombres de prestigio de la ¨®pera de Par¨ªs para que llevaran a cabo el empe?o.
Les Ballets de Montecarlo
Mozart y la danza, ballet de Roland P¨¦tit. M¨²sica de W. A. Mozart. Int¨¦rpretes: Paola Cantalupo, . Katherine Healy, J. C. Gil, Frederic Olivieri y bailarines del Ballet de Montecarlo. Patrocinado por SEK. Madrid. Palacio de Congresos. 6 de mayo.
Repertorio
Este joven grupo, que ya actu¨® en Espa?a, en el Festival de Segovia, en 1989, tiene un repertorio variado de obras antiguas y modernas, pero para su presentaci¨®n en Madrid escogi¨® un programa especial, Mozart y la danza, creado por Roland P¨¦tit para el bicentenario del compositor. Y es una pena, porque la obra -montada sobre 12 fragmentos diversos del maestro m¨¢s el tercer movimiento de la Mozartiana de Chaikovski y las Variaciones de Beethoven sobre La flauta m¨¢gica- no est¨¢ a la altura de una presentaci¨®n como ¨¦sta, ni del compositor homenajeado, ni siquiera de lo que ha supuesto Roland P¨¦tit en la coreograf¨ªa europea. Tampoco permite valorar cabalmente a la joven compa?¨ªa de M¨®naco, ya que el material que se le exige bailar es tan restringido, tan monocolor y t¨¦cnicamente tan poco arriesgado que no puede imaginar c¨®mo pueden bailar los balanchines o bournonvilles de su repertorio. Roland P¨¦tit tuvo ¨¦xitos notables despu¨¦s de la II Guerra Mundial, antes de dedicarse a la revista y al music hall, pero su ¨²ltima etapa como director de los Ballets de Marsella no ha aportado nada a su historial. Sus recursos coreogr¨¢ficos son cada vez m¨¢s restringidos, dentro de una est¨¦tica que ha quedado totalmente d¨¦mod¨¦, y su tendencia a la gracia y a la parodia se ha convertido con los a?os en una muletilla que le sirve para todo, para acompa?ar las gymnop¨¦dies de Satie y ahora para el Concierto n¨²mero 20 de Mozart en una pobre burla del maestro Cechette (interpretado por el bailar¨ªn de origen espa?ol Juan Carlos Gil) lidiando con una disc¨ªpula, Paola Cantalupo.
La visualizaci¨®n musical que P¨¦tit hace de Mozart es una operaci¨®n de reducci¨®n casi al absurdo de la m¨²sica, una lectura elemental y gruesa que no es ni siquiera irreverente porque no tiene entidad para serlo; no s¨®lo pone de relieve los aspectos m¨¢s superficiales de la m¨²sica, sino que los inventa donde no los hay, con un repertorio de movimientos pobre y afectado, que ni siquiera sirve para ilustrar la delicada iron¨ªa de Les petits riens.
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