Los Balcanes, o la carrera hacia la nada
Ser¨ªa esperanzador si Vuk Draskovic (Movimiento para la Renovaci¨®n Serbia) fuera un l¨ªder realmente democr¨¢tico que lograra imprimir a las masas serbias un aliento de reconciliaci¨®n con el resto de los nacionalismos que malviven en los restos de esa entidad a¨²n denominada Yugoslavia. Como m¨ªnimo y por de pronto, a escala serbia, Draskovic es ya un oponente popular de talla a un personaje tan poco recomendable como Slobodan Milosevic. Adem¨¢s, el nuevo l¨ªder popular parece haber disimulado temporalmente su discurso acusada y exclusivamente nacionalista para negociar discretamente con los nuevos partidos croatas en vistas a un arreglo tendiente a salvar la federaci¨®n en su conjunto.Desgraciadamente, en el mundo balc¨¢nico, el aspecto barbudo y m¨ªstico puede no implicar el componente progresista que se presupondr¨ªa desde, Occidente. En lo tocante a Serbia, el estilo del escritor Draskovic genera a veces inc¨®modos recuerdos referidos al coronel l¨ªder guerrillero Draza Mihailovic y a sus combatientes chetnik.
De hecho, y en la actualidad, una organizaci¨®n que intenta competir con el Movimiento para la Renovaci¨®n Serbia, bajo la direcci¨®n de Voislav Seselj, ha reclamado una filiaci¨®n directa con los viejos chetniks, cosa que quiz¨¢ no se ha atrevido a hacer Draskovic.
Durante la II Guerra Mundial, Mihailovic fue el primero en movilizar partidas de combatientes irregulares, los denominados chetniks, que pronto se distinguieron por el aspecto de su jefe: cabellos largos, barba revuelta, gorros serbios y de piel de oveja. Sin embargo, conforme avanzaba la guerra, los chetniks demostraban un odio mayor hacia los guerrilleros comunistas de Tito que hacia los alemanes o italianos. El resultado fue que terminaron colaborando con los ocupantes nazis, mientras a¨²n recib¨ªan ayuda log¨ªstica brit¨¢nica.
Polos ideol¨®gicos
Por entonces, Tito y Mihailovic representaban dos polos ideol¨®gicos. Hoy esa lucha se ha vuelto a¨²n m¨¢s confusa y simple a la vez. Nacionalismo contra nacionalismo: ¨¦sa es una parte de la verdad pura y simple en los actuales conflictos balc¨¢nicos, y en Yugoslavia m¨¢s en particular. Una carrera que no lleva a una meta clara es resbaladiza y termina conduciendo a reconversiones impredecibles. En Rumania, por ejemplo, el ultranacionalismo de una publicaci¨®n como el semanario Romania Mare (Gran Rumania), que vende r¨¢pidamente unos 150.000 ejemplares, reutiliza sin escr¨²pulos buena parte del lenguaje de Ceausescu. Recientemente publicaba un conjunto de p¨¢rrafos laudatorios hacia el desaparecido conducator, entre los que se encontraba el fragmento de un discurso protocolario pronunciado por el rey Juan Carlos quiz¨¢ en 1977. La violencia verbal de Romania Mare, especialmente contra todo lo que sea h¨²ngaro, casi supera el estilo fascista de hace 40 a?os.
Recientemente, Romulus Vulpescu aparec¨ªa fotografiado en las p¨¢ginas de la revista, con su amplia barba y su aspecto contestatario. El fil¨®logo Vulpescu, gran traductor de Rabelais al rumano y posteriormente senador del gubernamental Frente de Salvaci¨®n Nacional, era homenajeado con un premio, junto con otros nacionalistas sin tacha.
Comienza a resultar ya inexacto hablar de comunismo contra anticomunismo. La batalla pol¨ªtica que se libra en Yugoslavia, en Albania, en Rumania o en Bulgaria tiene mucho de ataque o defensa de unas estructuras de poder, entendidas de una manera muy amplia, que tras la guerra mundial implantaron los tanques sovi¨¦ticos o los guerrilleros, pero que tuvo una aceptaci¨®n muy diferente seg¨²n hablemos de Europa centrooriental o balc¨¢nica. All¨ª donde exist¨ªa un tejido social m¨¢s completo (desde Polonia a Croacia, pasando por Checoslovaquia o Eslovenia), el sistema comunista siempre fue un andamiaje impuesto. M¨¢s al sur, desde Serbia o Bulgaria, pasando por Rumania y Albania, el nuevo r¨¦gimen aport¨® algo: ciertas ventajas e infraestructuras sociales que antes no exist¨ªan y sobre todo las bases para crear una especie de clases medias a partir de parcelas de poder local, pol¨ªtico o econ¨®mico.
Eso le dio cierta base social, aunque ahora se niegue con pasi¨®n. Los tiras y aflojas de nuestros d¨ªas -a veces entre estructuras sociales y corporaciones, a veces entre nacionalidades- tienen mucho que ver con el reparto de los restos del pastel. Pero tras esa pugna apenas hay programas de gobierno, propuestas constructivas bien articuladas, visi¨®n de futuro.
Mucho hay que temerse que al final Milosevic sea un nacionalista con unas armas, enfrentado a otro nacionalista con otras armas: Vuk Drakovic. Ojal¨¢ la realidad sea m¨¢s constructiva.
es profesor de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona y coautor del libro Europa se reencuentra, editado por El Pa¨ªs-Aguilar.
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