M¨¢s malthusianismo
Los PREVISIBLES efectos de la explosi¨®n demogr¨¢fica (o de su contenci¨®n) sobre las condiciones de vida en el planeta durante el siglo XXI subrayan la importancia del debate en torno al control de la natalidad y al impacto ambiental, social, econ¨®mico y cultural que tiene la planificaci¨®n familiar.La publicaci¨®n, ayer, por el Fondo de Poblaci¨®n de la ONU (FNUAP) del informe de 1991 sobre el estado de la poblaci¨®n mundial pone de relieve las cuestiones m¨¢s graves y urgentes del crecimiento humano en la Tierra: dentro de una d¨¦cada, la poblaci¨®n del mundo habr¨¢ pasado de 5.400 millones a 6.400 millones, y para el 2050 podr¨ªa alcanzar los 10.000 millones de personas. En el siglo XXI, el 95% del espectacular crecimiento tendr¨¢ lugar en los pa¨ªses subdesarrollados. (La media de crecimiento demogr¨¢fico en Europa es del 0,2% y del 0,7% en Estados Unidos). ?Cu¨¢nto m¨¢s puede aguantar este fr¨¢gil planeta unas tasas de crecimiento de hasta el 3% anual en ?frica o el 2% en Latinoam¨¦rica? ?C¨®mo podr¨¢n los pa¨ªses m¨¢s pobres, ya lastrados por un subdesarrollo imposible de colmar, hacer frente a la carga econ¨®mica y social de la explosi¨®n demogr¨¢fica?
Constituido en 1969 como ¨®rgano subsidiario de la Asamblea General de la ONU, el FNUAP, no obstante, ofrece el meritorio dato de que, en 1990, el mundo ten¨ªa 412 millones de personas menos de lo que se hab¨ªa previsto cuando se lanzaron los primeros programas de planificaci¨®n hace dos d¨¦cadas. Si se quiere mantener esta tendencia, ser¨¢ necesario que 2.000 millones de personas se sumen a los programas de planificaci¨®n familiar; esto supone que el uso de anticonceptivos en el mundo se extienda del 51% actual al 59% de seres humanos en el a?o 2000. Como se?ala el informe del FNUAP, si se tiene en cuenta que en la India, por ejemplo, el coste de educaci¨®n y atenci¨®n sanitaria de cada ni?o se cifra en unas 770.000 pesetas, "los 106 millones de nacimientos evitados desde 1979 representan un ahorro" de casi 80 billones de pesetas, por no hablar de los beneficios para las perspectivas generales de desarrollo del pa¨ªs.
De hecho, como se?ala el informe, en la batalla por la limitaci¨®n de la natalidad hay m¨¢s que la angustia tradicional de la escasez de alimentos: el espectacular crecimiento urbano y la consiguiente degradaci¨®n de la vida en las ciudades, el deterioro del medio ambiente, la mortalidad infantil y materna, la presi¨®n insostenible sobre los sistemas educativos en los pa¨ªses subdesarrollados y las corrientes migratorias, por no hablar de la condici¨®n de la mujer. Es ilustrativa la proporci¨®n de mujeres que no desean m¨¢s hijos (desde el 50% en Marruecos hasta el 70% en Ecuador, Colombia y Per¨²), o la escalofriante cifra de 60 millones de abortos anuales (con su secuela de 200.000 mujeres muertas). Y resulta extremadamente significativa la conclusi¨®n del FNUAP de que la consecuci¨®n de los objetivos de control de la explosi¨®n demogr¨¢fica mundial depende del desarrollo cient¨ªfico de m¨¦todos anticonceptivos m¨¢s eficaces y de su adopci¨®n de forma generalizada en las zonas m¨¢s subdesarrolladas del mundo.
El control demogr¨¢fico, practicado con creciente generalidad en el mundo entero merced a programas de la ONU financiados por muchos Gobiernos y sobre cuya utilidad y beneficios existe amplio consenso, choca frontalmente, con la actitud dogm¨¢tica de la jerarqu¨ªa de la Iglesia cat¨®lica (es interesante que, frente a los escalofriantes datos facilitados por la ONU, la ¨²ltima an¨¦cdota sea que en Polonia el clero niega la absoluci¨®n a las mujeres que utilizan el DIU). Aunque es cierto que, en pa¨ªses como Colombia, los programadores del FINUAP y el propio Gobierno han tenido pocas dificultades con la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica nacional, resulta dif¨ªcilmente tolerable la presi¨®n que la Iglesia cat¨®lica ejerce sobre sus fieles contra la limitaci¨®n de la natalidad. Menos comprensible a¨²n es que el papa Juan Pablo II, en su ¨²ltima enc¨ªclica Centesimus annus, pretenda ampliar los beneficios econ¨®micos del mundo rico al de los pobres, pero negando a ¨¦stos una de las bases de la prosperidad, el sustento de una vida moralmente descansada, econ¨®micamente razonable y socialmente justa: la posibilidad de planificar el tama?o de la propia familia.
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