Europa, entre la impotencia y la decisi¨®n
La Comunidad Europea no solamente sufre la debilidad de sus instituciones, sino tambi¨¦n la de los Gobiernos de sus Estados miembros que, por medio del Consejo que los agrupa, poseen lo esencial del poder comunitario. Hace tres a?os que se viene sugiriendo hacer una distinci¨®n, provocadora pero real, basada en la capacidad de acci¨®n, y que opone la Europa de la impotencia, paralizada por la ausencia de una mayor¨ªa parlamentaria estable, a la Europa de la decisi¨®n, en la que la existencia de dicha mayor¨ªa permite resolver los problemas en vez de alejarlos en una perpetua espera.En 1988 pod¨ªan estar clasificados en el primer grupo cinco pa¨ªses, de los cuales s¨®lo uno pertenec¨ªa a los grandes: Italia. Por su ineficacia gubernamental, aqu¨¦lla sobrepasaba en mucho a cuatro naciones n¨®rdicas: Holanda, B¨¦lgica, Dinamarca y Luxemburgo. En 1991, Italia -que estrena su 51? Gobierno en 45 a?os- sigue estando a la cabeza del mismo grupo, pero tambi¨¦n se puede ver c¨®mo aumenta el pelot¨®n que la sigue, al que se han unido Grecia e Irlanda. Entre las grandes capitales de la Comunidad, Roma ya no se encuentra sola.
Desde 1990, Madrid no tiene un Gobierno mayoritario, y los conflictos en el interior del PSOE no ayudan a arreglar la situaci¨®n. En Par¨ªs, la ruptura de la uni¨®n de la izquierda por los comunistas hace insuficiente la mayor¨ªa del Gobierno socialista, debilitado por las luchas en el seno del PS. En Bonn, el desconcierto de una Alemania del Este disgregada por el ultraliberalismo y de una Alemania del Oeste enga?ada por Helmuth Kohl sobre el coste de la unificaci¨®n no facilita la labor a. canciller, quien debe soportar tambi¨¦n el frenazo del Bundesrat, donde los socialdem¨®cratas son mayor¨ªa.
Aunque el debilitamiento de los principales Gobiernos de la Comunidad es limitado, ser¨ªa una equivocaci¨®n despreciarlo. En ciertos pa¨ªses s¨®lo se necesitar¨ªan algunas reformas t¨¦cnicas para restaurar la eficacia. En Grecia, la reforma electoral de marzo de 1989 fue directamente responsable de la desaparici¨®n de las mayor¨ªas en los escrutinios de junio de 1989, noviembre de 1989 y abril de 1990. Si un partido que sobrepasa el 44% del sufragio no obtuviera la mayor¨ªa parlamentar¨ªa, el Reino Unido hubiera estado desde 1979 en la Europa de la impotencia. La nueva ley de noviembre de 1990 permitir¨¢, probablemente, que, el Gobierno de Atenas recupere su lugar en la Europa de la decisi¨®n. Espa?a no ha perdido ese lugar y podr¨ªa reafirmarlo con algunas disposiciones electorales, y m¨¢s a¨²n con el desarrollo de una alianza de izquierdas. En Francia y en Alemania las dificultades de los Gobiernos son menores.
Italia no puede continuar siendo siempre el ¨²nico de los cinco grandes paralizado por la impotencia de su sistema pol¨ªtico porque de este modo pierde una influencia que ser¨ªa muy ¨²til al conjunto de la Comunidad. Impacientemente esperada por los ciudadanos, la reforma de las instituciones es considerada como indispensable por los partidos, que, sin embargo, no consiguen ponerse de acuerdo sobre su contenido. Por otra parte, el problema corre el riesgo de ser desvirtuado por el remedio-milagro que desde hace varios anos proponen los socialistas: la elecci¨®n del presidente de la Rep¨²blica por sufragio universal. El ejemplo de Francia parece concluyente, puesto que esta reforma hizo que Par¨ªs pasara de una debilidad e inestabilidad gubernamental todav¨ªa m¨¢s grave que la de Roma a un r¨¦gimen pol¨ªtico muy eficaz, apoyado sobre mayor¨ªas s¨®lidas y disciplinadas.
Sin embargo, los otros precedentes de la Comunidad son poco esperanzadores. El presidente Irland¨¦s r¨ªo tiene m¨¢s autoridad que el de Italia, aunque haya sido elegido por sufragio universal directo. En Portugal, Mario Soares, investido del mismo modo, no interviene apenas en las decisiones gubernamentales: sin duda debe acordarse de cuando ¨¦l era primer ministro y la acci¨®n del presidente Eanes perturbaba la vida pol¨ªtica en vez de aumentar la capacidad de decisi¨®n. En Dubl¨ªn y Lisboa, as¨ª como en Viena, Helsinki, Reiklavik y en el Berl¨ªn de la Rep¨²blica de Weimar, los jefes de Estado elegidos por sufragio popular no han podido mantener jam¨¢s en su lugar a los Gobiernos y hacerlos eficaces en ausencia de una mayor¨ªa estable imposible de establecer si no es con el voto de los ciudadanos. Aislada, la elecci¨®n del presidente por sufragio universal no var¨ªa la impotencia del sistema parlamentario si el elegido respeta la Constituci¨®n, pero si tiene capacidad de jefe le ofrece la tentaci¨®n de violarla. Por el contrario, si estuviera acompa?ada de reformas complementarias podr¨ªa llegar a ser un elemento notable de la transformaci¨®n del sistema pol¨ªtico. De entre dichas reformas, las revisiones constitucionales son menos decisivas que la modificaci¨®n del r¨¦gimen electoral de los diputados. En Italia, as¨ª como en Espa?a, la proporcionalidad est¨¢ demasiado arraigada como para, que se pueda tomar en consideraci¨®n un escrutinio de tipo franc¨¦s o brit¨¢nico. Incluso un escrutinio de tipo alem¨¢n no ser¨ªa f¨¢cilmente aplicable. Pero existen modalidades de sistema proporcional que priman a las mayor¨ªas, y especialmente a las alianzas que descansan sobre un acuerdo de gobierno entre partidos.
En este sentido, podr¨ªamos preguntarnos si la elecci¨®n del presidente por sufragio universal no ser¨ªa, en Roma, menos eficaz que el otro elemento fundamental de la renovaci¨®n de las instituciones de Par¨ªs: el establecimiento de un programa com¨²n de la izquierda que ha permitido a ¨¦sta gobernar, abriendo as¨ª un mecanismo de alternancia. La estrategia actual del Partido Socialista Italiano se parece a la de los socialistas franceses bajo la direcci¨®n de Guy Mollet, que tambi¨¦n se aliaba con los democristianos y los moderados laicos. Cuando Fran?ois Mitterrand le sucedi¨® en 1971, parec¨ªa dif¨ªcil llegar a un acuerdo de programa com¨²n con el partido comunista m¨¢s estalinista del mundo: sin embargo, se llev¨® a cabo en algunos meses. En Italia, este ejemplo ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil de seguir en un momento en que la transformaci¨®n del ex PCI en Parntido Democr¨¢tico de la Izquierda (PDS) acaba de consumar una evoluci¨®n comenzada bastante antes de Berlinguer, puesto que ya estaba en germen en el pensamiento de Gramsci.
Ah¨ª se encuentra, sin duda, la v¨ªa que conducir¨¢ a Italia de la Europa de la impotencia a la Europa de la decisi¨®n. A Espa?a, Grecia y Portugal tambi¨¦n podr¨ªa interesarles esta v¨ªa para permanecer en la segunda categor¨ªa, de donde podr¨ªan salir en los pr¨®ximos a?os. En Roma har¨¢ falta mucha fortaleza moral para resistir a la tentaci¨®n de preferir los sutiles juegos de nuevas combinaciones que permitir¨ªan tambi¨¦n al PDS participar en el Gobierno: Bettino Craxi puede, en lo sucesivo, dar un giro y pasar del pent¨¢gono actual a una alianza de izquierda, y Achille Oechetto balancearse entre ella y un nuevo compromiso hist¨®rico. Para entrar en la Europa de la decisi¨®n, lo primero que hay que hacer es tomarse la pol¨ªtica en serio en lugar de hacer de ella la diversi¨®n refinada de un pa¨ªs altamente civilizado.
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