Una escenograf¨ªa viva y popular
Siempre que le ve¨ªa le encontraba extra?amente joven, como si fuese adaptando el muchacho de entonces a cada nueva ¨¦poca, a cada tr¨¢nsito de la vida. Ten¨ªa ahora, al morir, 75 a?os; pero sonaba como un antepasado lejan¨ªsimo, porque en aquella vanguardia en la que tuvo un puesto brillante era un ni?o, casi vestido de marinerito. No tendr¨ªa m¨¢s de 16 o 17 a?os cuando se incorpor¨® a la aventura de Lorca, a La Barraca, donde estaban Benjam¨ªn Palencia, Onta?¨®n, no s¨¦ si Fontanals (y ¨¦l sal¨ªa del taller de V¨¢zquez D¨ªaz, que era una escuela valiente); ni habr¨ªa cumplido 19 cuando hizo la escenograf¨ªa y los trajes de Bodas de sangre para la compa?¨ªa de Margarita Xirgu, y ya hab¨ªa creado los bocetos de la Historia de un soldado (Ramuz y Straviriski) y El caballero de Olmedo, de Lope.Estamos hablando de un renacimiento del teatro espa?ol, de un arranque de las vanguardias literarias y pict¨®ricas, cuyos hombres se nos van marchando poco a poco, sin dejar, sin abandonar esta misma impresi¨®n de juventud, y de ir un poco mas all¨¢ de la contemporaneidad cegada. En el teatro, Espa?a estaba descubriendo la escenograf¨ªa. Hasta entonces -y todav¨ªa convivir¨ªa durante mucho tiempo-, el decorado era el papel pintado sostenido por mallas o telas met¨¢licas, hecho por muy buenos artesanos de la perspectiva, con la escuela italiana -sobre todo, veneciana: donde fueron maestros los espa?oles Fortuny-, y las compa?¨ªas sol¨ªan llevar en sus enormes ba¨²les de equipaje los suficientes para cualquier clase de teatro que abordasen: la calle, el jard¨ªn, el sal¨®n. Fuera de Espa?a ya se hac¨ªan obras maestras, ya se discut¨ªa la incorporaci¨®n directa y clara del arte pict¨®rico.
Audacia
De Fontanals y Caballero y Onta?¨®n saldr¨ªan todos los dem¨¢s: era un decorado todav¨ªa pintado, pero con l¨ªneas y colores audaces. Los vol¨²menes sol¨ªan ser imitados, en trompe-I'oeil, que se dec¨ªa: hab¨ªa una abundancia de caser¨ªos blancos y campos verdes (la llegada de Burmann dar¨ªa lo corp¨®reo, lo construido). La b¨²squeda de lo popular, que mevitablemente se iba hacia lo andaluz o lo levantino, por sus creadores. Aquella vanguardia teatral encontraba algo rn¨¢s que inspiraci¨®n: una obligaci¨®n de recoger la cultura y el arte del pueblo -y no s¨®lo su l¨ªrica y sus colores, sino tambi¨¦n su desgracia y su tragedia, como lo hac¨ªan Lorca y Alberti, y Miguel Hern¨¢ndez- y trascenderla, y en devolverla al pueblo con sus teatros ambulantes. Caballero no s¨®lo vio en el teatro y en el cine (que tambi¨¦n en ese momento ten¨ªa un peque?o renacimiento, y al que se quer¨ªa rescatar, como al teatro, de los mercenarios y de la burgues¨ªa) esta posibilidad de renovaci¨®n y de creaci¨®n, e incluso de actuaci¨®n ciudadana, sino que durante una larga temporada que va desde 1936 hasta casi 1945, saltando por encima de la guerra civil y de la posguerra, s¨®lo se dedic¨® al teatro: a la escenograf¨ªa, a los trajes. S¨®lo que, despu¨¦s de la guerra, se hab¨ªan perdido todos sus compa?eros de vanguardia, de primera juventud: y de esperanzas, y con ellos toda la idea de renovaci¨®n y vida.
Jos¨¦ Caballero encontr¨® apoyo en otro creador joven de teatro, a salvo de todo por su buena situaci¨®n pol¨ªtica, y con un gran teatro en las manos: Cavetano Luca de Tena, director del Espa?ol; creo recordar como alarde escenico la viga que cortaba el escenario en Fuenteovejuna, y el cuadro de la Quinta, del Tenorio llamado -de los pintores-, que dirigi¨® en el mismo teatro Jos¨¦ Tamayo, y donde hab¨ªa tambi¨¦n decorados de Benjam¨ªn Palencia y de V¨¢zquez D¨ªaz.
Pero ya entonces hac¨ªa mucho tiempo que Caballero hab¨ªa despegado de V¨¢zquez D¨ªaz, y hab¨ªa tomado su vuelo pict¨®rico por el camino del surrealismo en la pintura: dijeron los cr¨ªticos que su obra maestra en este "ismo" fueron Los miedos de Mar¨ªa Fernanda, creo de la ¨¦poca -m¨¢s o menos- de este Tenorio, que lleg¨® a definir en Porcelanas irritadas de 1952. Mar¨ªa Fernanda: la compa?era de su vida, a la que tambi¨¦n he visto siempre Joven, abierta a todo, contempor¨¢nea de todo lo que ha venido sucediendo.
No sabr¨ªa decir ahora cu¨¢l es la ¨²ltima escenograf¨ªa de Pepe Caballero; he visto su cartel de entonces para El arrogante espa?ol, cuya escenograf¨ªa era de Emilio Burgos, y, algunos de sus escenarios pasados en las exposiciones antol¨®gicas; y est¨¢n tambien fotografiados en los escasos libros que hay dedicados al teatro en Espa?a. Conservan su impacto. En estos mismos decorados rehechos por Burgos sobre su propia creaci¨®n anterior est¨¢ el estilo de la gran ¨¦poca: las casas api?adas, el aire fresco de la calle, el soplo de la noche.
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