Hacia la creaci¨®n de un museo psiqui¨¢trico
El autor del art¨ªculo recuerda la tradici¨®n hist¨®rica espa?ola en la asistencia a los enfermos mentales para poner en cuesti¨®n el t¨¦rmino de la Espa?a negra y destacar el abandono de loa llamados locos en la sociedad actual.
En estos ¨²ltimos tiempos se est¨¢ repitiendo machaconamente el t¨¦rmino de la Espa?a negra cuando se hace referencia a alg¨²n suceso sangriento en el que no intervienen de forma tan abusiva nuestra historia, nuestras peculiaridades supuestamente raciales, culturales o sociales. Son hechos dependientes de la patolog¨ªa psiqui¨¢trica de sus autores, pero no de un entorno m¨¢s o menos negro, aun cuando por supuesto no podemos entender al hombre aislado y sin relaci¨®n hist¨®rico-cultural con la sociedad en que vive.En la interpretaci¨®n de estos hechos s¨ª late un retorno a criterios arcaicos del origen de la enfermedad mental, que supuso tanto dolor a la humanidad el superarlos, lo que ha sido un logro de pocos a?os, por lo que pesan a¨²n para la sociedad los criterios ¨¦ticos y morales de la locura. El endemoniado, el embrujado, el maligno, el perverso, y tantos otros adjetivos fueron utilizados para designar a ese enfermo sorprendente, tantas veces atemorizado y dolorido por sus alucinaciones, sus delirios y su propia violencia.
La medicalizaci¨®n de la locura con el nacimiento de la psiquiatr¨ªa hizo posible el gran salto en el tratamiento y la asistencia de la enfermedad mental, el alivio y recuperaci¨®n de tantos sufrimientos soportados por el loco que as¨ª se transformaba en enfermo, despu¨¦s de un largo camino lleno de espectros, fantasmas, pecados y dolor, comprendi¨¦ndose as¨ª el retraso de la psiquiatr¨ªa con respecto a la medicina general, pues eran los fil¨®sofos los encargados de su conocimiento, o incluso, hace escasamente m¨¢s de cien a?os, eran los curas p¨¢rrocos los encargados de valorar los trastornos mentales de los reclutas que adujeran este tipo de alteraciones para ser excluidos del servicio de las armas, en tanto que si los trastornos eran f¨ªsicos, entender¨ªan de ellos los m¨¦dicos, "expertos en el arte de curar".
Esta dicotom¨ªa de tan grandes perjuicios para el enfermo mental, parece que ¨²ltimamente est¨¢ tomando nuevo cuerpo y as¨ª nuestra sociedad y no nuestra Espa?a negra est¨¢ retornando al demonio, al culto del diablo y a ritos esot¨¦ricos en una b¨²squeda convulsa de actos expiatorios.
La maquinizaci¨®n de nuestra cultura con esos portentos revolucionarios de la inform¨¢tica, la rob¨®tica y la telecomunicaci¨®n, sumergen al hombre en el mundo fr¨ªo, as¨¦ptico y matematizado de los cerebros electr¨®nicos, los que nos deshumanizan y, parad¨®gicamente, nos conducen antes a Sat¨¢n, pues ¨¦ste est¨¢ m¨¢s cerca del hombre que la m¨¢quina, a la que no se puede enloquecer, embrujar ni endemoniar, control¨¢ndonos en mayor medida que el diablo, al que mediante sortilegios se le puede contentar.
A todo ello hay que a?adir un elemento nuevo: el miedo a la medicina, que por otra parte nunca ha aspirado a ning¨²n tipo de poder que no sea el de curar al enfermo. As¨ª, si el enfermo mental deja de ser tal enfermo para de nuevo ser un embrujado, un poseso o un ente social, ya no es preciso tratarle ni intentar curarle, sobre todo cuando nuestra medicina actual, regida por criterios economicistas, llega a la conclusi¨®n de que el enfermo mental no es rentable, pues incluso tampoco se colectiviza, y, por tanto, no amenaza pol¨ªticamente a nadie.
Con todo ello se llega a socializar la enfermedad carg¨¢ndola de nuevo de criterios utilitarios, ¨¦ticos y morales, con grave quebranto para el enfermo, al que se le priva de sus derechos m¨¢s elementales y que cost¨® tantos siglos obtener. Lo m¨¢s triste es que todo ello cuenta con la complicidad inconsciente de algunas corrientes antipsiqui¨¢tricas y sociol¨®gicas que pretenden negar la realidad cl¨ªnica del psic¨®tico de tal forma que ahora ya podemos comprender, aunque por supuesto, rechazar de forma radical, que por ejemplo en Am¨¦rica se vaya a aplicar la pena de muerte a un homicida d¨¦bil mental, a un subnormal,
Es, en definitiva, una vuelta atr¨¢s en busca del criterio decimon¨®nico de que "si la monoman¨ªa es una enfermedad, deber¨¢ curarse en la plaza de la Greve", lugar de Par¨ªs donde se celebraban las ejecuciones p¨²blicas. Pero no nos escandalicemos" tambi¨¦n se est¨¢ internando a esquizofr¨¦nicos en nuestras c¨¢rceles, sin aplic¨¢rseles criterios m¨¦dicos y s¨®lo criterios de temibilidad, pues algo hay que hacer con ellos, aisl¨¢ndoles de la sociedad, con conceptos confusos que llevan de nuevo a encadenar al loco, en oposici¨®n a lo que hab¨ªa sido uno de los grandes logros de Pinel en la Revoluci¨®n Francesa, que logr¨® romper las cadenas de los locos, aun cuando en Espa?a eso hab¨ªa sido conseguido con anterioridad, pues cuando este mismo autor vino a nuestro pa¨ªs se sorprendi¨® al saber que en el manicomio de Zaragoza, no s¨®lo se daban altas, sino que los enfermos incluso trabajaban en la huerta, llen¨¢ndole de admiraci¨®n constatar que el loco campesino estaba mejor conservado que el hidalgo, ya que, por supuesto, ¨¦ste no trabajaba y menos en labores de azad¨®n, aun cuando estuviese en el manicomio.
Tradici¨®n asistencial
Todo ello no debe extra?arnos si tenemos en cuenta nuestra tradici¨®n asistencial, que data de 1409, cuando en la cl udad de Valencia el rey Mart¨ªn el Humano funda el primer hospital psiqui¨¢trico del mundo, y pongo especial ¨¦nfasis en nombrarlo hospital y no asilo, como quieren algunos autores, ya que se funda como "spitall de ignoscents, folls e orats", para separarlo por su car¨¢cter asistencial del simple car¨¢cter aislacionista y protector de los asilos, estableciendo el concepto de enfermedad en las alteraciones ps¨ªquicas, compar¨¢ndolas a las corporales, excluyendo de la administraci¨®n, direcci¨®n y seguimiento del hospital a los cl¨¦rigos, monjes, caballeros, notarios y juristas al ser la instituci¨®n totalmente laica y de hombres llanos, pudi¨¦ndose conducir al hospital a aquellos hombres o mujeres de cualquier edad, notoriamente loco u orate", y si no quisiera ir ser¨¢ requerido el justicia civil que le conducir¨¢ por grado o por fuerza sin otra oposici¨®n que "no sea hecha por nuestro procurador Fiscal o alg¨²n oficial", entendiendo quecuando por curador, pariente o amigo se recusase el tener que ser llevado al hospital un enfermo por entender que no lo precisa, ser¨¢ o¨ªdo por el justicia de la ciudad, el que determinar¨¢ "...s? se es mental por debilidad del juicio o discreci¨®n, por ignoscencia, locura u oradura, ya que estos seres ni saben ni pueden subvenir a su vida aunque sean robustos y fuertes en su cuerpo, pues est¨¢n constituidos en tal ignoscencia, locura u oradura que su libre trato con las gentes origina da?os, peligros y otros inconvementes...".
Se debe resaltar un aspecto sorprenden temen te olvidado, y es el de que esta fundaci¨®n se hace tambi¨¦n y de forma esencial para proteger al enfermo de la sociedad; "un hospital en el que los furiosos inocentes, alias dementes o folls, como vulgarmente se les nombra, que discurren por la ciudad antes citada, hambrientos, desnudos, vituperados y de varios modos maltratados, sean recogidos, alimentados y se provea a sus necesidades".
Llama la atenci¨®n la clasificaci¨®n referida y por tres veces repetida en el p¨¢rrafo fundacional, de ignoscents, folis e or¨¢is, que en castellano supone al inocente como aquel que no puede conocer, el oligofr¨¦nico. Folis o loco, que tiene gravemente perturbada la raz¨®n. Y orats o demente, que es aquel que ha perdido el entendimiento, clasificaci¨®n que como vemos, sigue siendo vigente.Ideas negrasTodo ello quiz¨¢ deba llevarnos a reflexionar que Espa?a no ha sido tan negra como actualmente se dice, y que en muchos aspectos nos hemos adelantado al resto de los pa¨ªses, aun cuando se llegue a mantener y responsabilizar de las ideas negras y diab¨®licas a actos que son producto de la enfermedad mental, la que s¨ª ciertamente est¨¢ en la actualidad desatendida, llenando nuestras calles de ese personaje pat¨¦tico y dram¨¢tico del loco errante, del 'Turioso inocente" a que hac¨ªa referencia el rey Mart¨ªn el Humano en su real privilegio constituyente del "spitall de ignoscents, folls e orats" de Valencia, es decir, que una de las razones m¨¢s importantes de ese retorno al satanismo y sus desgraciados sucesos hay que verlos a trav¨¦s de la interpretaci¨®n psicopatol¨®gica de sus autores, por supuesto inmersos en su entorno, pero no negro, sino de desasistencia psiqui¨¢trica.
Por ello, y en honor de los fundadores del primer hospital psiqui¨¢trico del mundo, bueno ser¨ªa que la tierra donde el padre Jofre, junto a Fernando Garc¨ªa, Juan Armenguer, Francisco Barcel¨®, Pedro Zaplana, Jaime Dom¨ªnguez, Esteban Valenza, Sancho Calvo, Bernardo Andreu, Pedro Pedrera y Pedro de Bonia, mercaderes de Valencia que 11 acrecentaron" y "movieron el celo" de la majestad del rey Mart¨ªn para llevar a cabo esta fundaci¨®n, Valencia llevase a t¨¦rmino la creaci¨®n y como continuidad del hospital de los Inocentes, del primer museo psiqui¨¢trico de nuestra historia, lo que, adem¨¢s, nos ayudar¨ªa a entender la posible realidad de nuestra tan tra¨ªda y llevada Espa?a negra, y lo que es m¨¢s importante, del enfermo mental..
es presidente de los forenses de Espa?a.
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