El silencio de la cultura
Se abre en Italia una pol¨¦mica sobre la inhibici¨®n de los intelectuales ante las convulsiones del Estado
Desaparecidas figuras como Pier Paolo Pasolini, Leonardo Sciascia o Alberto Moravia, intelectuales emblem¨¢ticos por su continua intervenci¨®n cr¨ªtica ante los problemas de Italia, parece haberse apoderado del pa¨ªs lo que Giordano Bruno Guerri ha denunciado como "el silencio de la cultura": la inhibici¨®n ante los problemas gubernamentales, la corrupci¨®n y el auge de la mafia. Esta pol¨¦mica generada en Italia saca a relucir una vez m¨¢s el asunto del compromiso de los intelectuales. En el caso de Espa?a, las tentaciones del pesebrismo y la domesticaci¨®n del poder no han acabado a¨²n con ciertos intelectuales que siguen saltando a la palestra ante las provocaciones de la realidad, seg¨²n algunas opiniones, aunque otras apuntan a que nunca hubo tantos intelectuales en la n¨®mina de un Gobierno.
En el semanal L'Europeo, Giordano Bruno Guerri acaba de denunciar lo que ¨¦l llama "el silencio de la cultura". Y se pregunta por qu¨¦ en Italia, donde todos los s¨ªntomas indican que este pa¨ªs est¨¢ viviendo una profunda crisis pol¨ªtico-institucional, con el peligro de bajar a segunda divisi¨®n dentro de la Comunidad Europea, los escritores e intelectuales prefieren hablar del sexo de los ¨¢ngeles.Y recordando que Julien Benda, en la primera mitad del siglo, acusaba a los escritores de "traici¨®n de la cultura" porque se interesaban excesivamente de la sociedad, hoy, al rev¨¦s, nos hallamos, dice, "ante el silencio de la cultura".
Y apunta que si las grandes firmas como Umberto Eco, Pietro Citati o Luigi Malerba se olvidan ol¨ªmpicamente de los graves problemas que est¨¢n agitando al pa¨ªs, empezando por las pol¨¦micas del Quirinal, en las que el presidente de la rep¨²blica, Francesco Cossiga, podr¨ªa acabar acusado ante el Parlamento, y terminando por la corrupci¨®n de los administradores p¨²blicos, de los que el 15% est¨¢ bajo investigaci¨®n judicial, o por la Mafia, que est¨¢ invadiendo hasta Mil¨¢n, la capital econ¨®mica del pa¨ªs, es s¨®lo por miedo a perder sus muchas prebendas.
Silencio cr¨ªtico
En efecto, desaparecidas figuras como Pasolini, Sciascia o Moravia, que eran como la conciencia viva de la sociedad y que interven¨ªan cada vez que dicha sociedad o su clase pol¨ªtica entraban en crisis, se tiene la impresi¨®n de que la mayor¨ªa de los escritores actuales prefiere el silencio a la cr¨ªtica. Y ello porque saben muy bien que a causa de la tremenda politizzazione del pa¨ªs, donde sin la protecci¨®n de un pol¨ªtico no se puede escribir en un peri¨®dico, ni hablar en televisi¨®n, ni ganar un premio, ni presentar en p¨²blico un libro con un m¨ªnimo de ¨¦xito, cualquier tipo de intervenci¨®n cr¨ªtica de dicha clase pol¨ªtica les podr¨ªa da?ar.
"Quien vive de la propia inteligencia", dice Giordano Bruno en el semanal, "ha entendido que podr¨ªa vivir con menos dinero si dice lo que piensa sobre los problemas importantes que zarandean al pa¨ªs. Y, as¨ª, se ha encerrado en su mundillo". Y se limita, a?ade, "a contarnos cuentos; interesantes, pero cuentos" como Eco, o a hablar de los muchachos de barrio "que saborean el helado al lim¨®n", como hace Citati, o a lamentarse de que dichos j¨®venes "hacen demasiado ruido debajo de la ventana de su piso del centro de Roma", como acaba de hacer Malerba.
Otros piensan que este silencio de los escritores, s¨ªmbolo de su falta de "empe?o civil" se debe al hecho de que est¨¢n "chamuscados", porque los intelectuales italianos se hab¨ªan comprometido a fondo con el fascismo y acabaron perdiendo, m¨¢s tarde se volcaron todos con el comunismo y hoy palpan la derrota. Y as¨ª, se hallan desencantados y prefieren no comprometerse con nadie y estar al mismo tiempo a bien con todos para no perder sus privilegios.
El semanal L'Europeo afirma que hoy se cuentan con los dedos de la mano los que siguen en la brecha sin miedo a mancharse las manos, y cita, entre otros, al fil¨®sofo Norberto Bobbio.
Bruno Guerri afirma que no es posible que un Citati, que ha sido capaz de explorar las grandes almas desde Tolst¨®i a Kafka, "no sea capaz de escribir sobre lo que est¨¢ pasando en el alma de Cossiga"; o que Eco, que es, dice, "el escritor con mayor autoridad entre el gran p¨²blico", y que es "cult¨ªsimo, inteligent¨ªsimo y grac¨ªos¨ªsimo", y que cuenta con una. p¨¢gina en el semanal L'Espresso, convierta dicha p¨¢gina, desde la que podr¨ªa gritar tantas verdades, en una "especie de crucigrama para seini¨®logos".
Y a?ade que no le convence la posible respuesta de que cada escritor debe ce?irse a su estilo y a sus cosas, porque afirma que, en t¨®das las ¨¦pocas de la historia, los grandes escritores "han intentado entender, explicar y cambiar activamente la sociedad en la que viv¨ªan".
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