El controvertido V Centenario
La proximidad de la fecha de conmemoraci¨®n del V Centenario del Descubrimiento de Am¨¦rica ha tenido la particularidad de avivar en ciertos medios latinoamericanos una corriente hostil a la conmemoraci¨®n del hist¨®rico acontecimiento. Hay que distinguir bien aqu¨ª, antes d¨¦ seguir adelante, los dos significados de "celebraci¨®n" y de "conmemoraci¨®n", porque es tal vez en estos dos vocablos -en estos dos voquibles equ¨ªvocos, como dec¨ªa el cl¨¢sico- donde est¨¢ arraigado el malentendido que inficiona actualmente, con m¨¢s virulencia que nunca, el sentido que se pretende dar a la efem¨¦ride en la solemnidad de los programas oficiales, y que tiene su r¨¦plica pol¨¦mica sobre todo en los c¨ªrculos intelectuales de Hispanoam¨¦rica y en algunos de Espa?a.No puede sorprender en absoluto que en este tiempo de violencias inauditas, de guerras quir¨²rgicas y mercenarias a escala mundial, de despiadado aplastamiento de civilizaciones, culturas y sociedades inermes por parte de las potencias superdesarrolladas y superarmadas, bajo el signo del nuevo orden mundial instaurado de hecho, aunque no de derecho, a partir de la guerra del Golfo; no puede sorprender en absoluto -se podr¨ªa inferir- que este resurgimiento de las metr¨®polis de opresi¨®n, depredaci¨®n y expolio haya exacerbado la sensibilidad, el miedo, el sentimiento de rechazo y de humillaci¨®n que padecen los pueblos colonizados o neocolonizados desde hace varias centurias desde un conf¨ªn al otro del planeta.
La partici¨®n hist¨®rica de aguas representada por la fecha del V Centenario marca la divisi¨®n entre la antigua ec¨²mene de la tierra conocida y habitada y la vasta porci¨®n de pueblos desconocidos e ignorados a los que habia que conquistar, someter, devastar, esclavizar, en nombre de las sacrosantas normas del Occidente cristiano, pero tambi¨¦n de sus m¨¢s definidos intereses de dominaci¨®n. Las Leyes de Indias, promulgadas bajo el patronato de la Corona, no pudieron, sino en una m¨ªnima parte, atenuar y menos a¨²n humanizar el r¨¦gimen encomendero en el laberinto de la colonia.
Este acontecimiento hist¨®rico -el descubrimiento por los europeos del continente ind¨ªgena- marca con singular nitidez el enfrentamiento de Europa con los pueblos que iban a llamarse americanos. Los pobladores aut¨®ctonos nunca contaron en la econom¨ªa humana y material del imperio; del mismo modo que los enormes contingentes de gente esclava, arrastrada desde otras regiones no menos inh¨®spitas y atrasadas para servir de bestias de carga a los colonizadores europeos y por fin a los criollos y mestizos como herederos y beneficiarios del largo y desordenado imperio colonial.
En este contexto hist¨®rico, extraordinariamente complejo, que arranca de la conquista y la colonia, no es casual que la significaci¨®n del V Centenario sea susceptible de diversas interpretaciones y est¨¦ saturada de cargas irracionales, a veces irreductibles, que el paso de cinco centurias no ha hecho m¨¢s que agravar. Con toda evidencia, la destrucci¨®n, el crimen, el despojo, no pueden ser celebrados como fastos ejemplares de la humanidad. Pero tampoco la actitud hostil y condenatoria que se ha levantado contra la efem¨¦rides a ambos lados del Atl¨¢ntico se reduce a una discusi¨®n cr¨ªtica y denunciadora sobre lo que fue la hecatombe de la conquista y la colonia con los excesos inenarrables que constituyen siempre la marca de los imperios.
No puede decirse, sin embargo, que esta actitud de rechazo de las ¨¦lites mestizas frente a la ex metr¨®poli se haya instituido en una costumbre ritual, renovada a cada centenario, y menos a¨²n que esta actitud ¨¢spera y condenatoria de los profesionales de las ideas constituya una nueva manera de encarar las relaciones entre Espa?a y los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina en este momento grave del mundo. Lo que, al menos, hubiera sido saludable y oportuno.
En sus aspectos m¨¢s gruesos, esta erupci¨®n conflictiva -s¨ªntoma del viejo trauma- ha tomado la f¨®rma de una indignada fur¨ªa antihisp¨¢nica en algunos c¨ªrculos de intelectuales de ambas orillas (no solamente hispanoamericanos). Celebraci¨®n o conmemoraci¨®n (y el matiz sem¨¢ntico, como se ha visto, no es desde?able), el significado de la fecha no puede incluir el tema sacrificial de la aniquilaci¨®n de las culturas ind¨ªgenas por la conquista y la colonizaci¨®n que el descubrimiento de Col¨®n inaugur¨® en el Nuevo Mundo.
Podr¨ªa decirse que se trata de un rebrote de la leyenda negra, actualizada y potenciada con los excesos de los prolongados imperios coloniales que sustituyeron a Espa?a en la poco laudable tarea de sojuzgar en su beneficio regiones enteras del globo. Tarea que no ha cesado en los tiempos actuales, sino que, por el contrario, ha recrudecido de una manera tr¨¢gica y alarmante en el ¨²ltimo medio siglo.
Los paliativos que se han buscado para neutralizar el malentendido no han sido menos desafortunados. Parecer¨ªa que en todo esto hubiese una suerte de pudor inconfeso, de mala conciencia no asumida por ambas partes. La conquista y la colonizaci¨®n se han dado en llamar ahora encuentro de culturas o encuentro de dos mundos, dos f¨®rmulas a¨²n m¨¢s equ¨ªvocas, por complacientes y ambiguas, de dar nombre a aquello que ocurri¨® a partir del arribo de Col¨®n. Una manera vergonzante de camuflar, tambi¨¦n a destiempo -bastante tard¨ªamente, hay que decirlo-, el tremendo choque de civilizaciones y culturas, las luchas terribles en las que las culturas aut¨®ctonas acabaron devastadas y sus portadores sometidos o aniquilados, como ocurre siempre en las guerras de conquista con sus inevitables ciclos de opresi¨®n colonial.
La conquista y la colonizaci¨®n del llamado Nuevo Mundo tambi¨¦n est¨¢n llenas de sombras, de horrores y de cr¨ªmenes. Y de hecho no son el etnocidio, la esclavitud y la expoliaci¨®n los que honran esta empresa. La verdad hist¨®rica no se puede maquillar tan f¨¢cilmente con semiverdades o contraverdades puramente verbales. Encuentro de dos mundos, encuentro de culturas, son apenas subterfugios ret¨®ricos de una mala conciencia colectiva o de una todav¨ªa peor memoria hist¨®rica que ciertos Gobiernos excesivamente contemporizadores se empe?an en manipular con el fin de lograr el equilibrio celebratorio o conmemorativo, descarg¨¢ndolo de sus elementos pol¨¦micos en lo hist¨®rico, en lo pol¨ªtico, en lo cultural. Empe?o, a decir verdad, bastante desdichado, pues deja intacto el fondo real del problema. Conocemos el origen de estas f¨®rmulas de buena voluntad, pero de escasa verosimilitud, puestas al servicio de la causa de la conciIiaci¨®n, del olvido, del perd¨®n de la historia. Y podr¨ªa afirmarse que estas argucias ret¨®ricas son en buena medida responsables de la animadversi¨®n creciente que la intelectualidad del continente mestizo manifiesta contra la conmemoraci¨®n del V Centenario como s¨ªmbolo, en el espacio y en el tiempo, de un redivivo orgullo imperial por parte de la ex metr¨®poli y, por otra, de los resentimientos y las viejas heridas de los pueblos vencidos. Creo que estamos ante un t¨ªpico anacronismo de doble filo.
Las tachas de la colonia -que existieron, como en todos los procesos colonialesno pueden ocultar y anular, sin embargo, un hecho positivo, olvidado o desechado por los cr¨ªticos a ultranza del imperio espa?ol. No debemos olvidar que la colonizaci¨®n espa?ola es el ¨²nico caso en la historia de los imperios de Occidente que tuvo por contrapartida la insurgencla de un pensamiento condenatorio de la guerra de conquista y el surgimiento de una verdadera conciencia anticolonial, que fundament¨® una filosof¨ªa moral y jur¨ªdica en el pensamiento y en la acci¨®n de los hombres m¨¢s eminentes de la ¨¦poca, y que form¨® una arraigada tradici¨®n en la vida cultural espa?ola, entroncada con el pensamiento erasmiano.
Esa pasi¨®n moral convertida en conciencia cr¨ªtica es la que enfrent¨® en un duelo dantesco el pensamiento anticolonialista hispano a la Contrarreforma y a la Inquisici¨®n en las dos l¨ªneas antag¨®nicas de absolutismo y humanismo, que en Espa?a y en Am¨¦rica contendieron desde la conquista a la emancipaci¨®n,
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