"Mucho odio, mucho dolor, una tristeza muy grande"
lleana de la Guardia recuerda aquellos d¨ªas en La Habana en que estaba tan deprimida que se sent¨ªa morir, y confiesa que nunca crey¨® que llegasen a fusilar a su padre, un coronel del Ministerio del Interior con una brillante hoja de servicios a la revoluci¨®n y arriesgadas misiones en Estados Unidos. "Cuando ocurri¨®, gener¨¦ un profundo rechazo a las estructuras del pa¨ªs. Mucho odio, mucho dolor, una tristeza muy grande". Poco antes de estallar el esc¨¢ndalo por narcotr¨¢fico, fueron repatriados a Cuba lleana y su marido, que en aquellas fechas, "en que la guerrilla casi se hab¨ªa acabado en todas las partes", trabajaba en ?frica como presidente de una empresa cubana con fachada paname?a y dependiente del Departamento MC del Ministerio del Interior, creado para sortear el embargo norteamericano. "Conoc¨ªamos c¨®mo se hac¨ªan las operaciones con el marfil, y es ingenuo pensar que las operaciones de narcotr¨¢fico denunciadas no fuesen conocidas por los m¨¢ximos dirigentes del pa¨ªs cuando Fidel sabe qu¨¦ vaca es la que m¨¢s leche da en la isla"."Nos comunicaron un d¨ªa antes que mi padre y los dem¨¢s acusados iban a ser juzgados. De esa manera evitaron que pudi¨¦ramos elegir un abogado defensor que no fueran los oficiales del Ministerio del Interior designados para el caso. Uno de ellos lleg¨® a decirnos que para ¨¦l era una ofensa tener que defender "al s¨¢trapa y delincuente de mi padre". Otro adelant¨® que no podr¨ªa hacer gran cosa. "Las evidencias en su contra son muchas", afirm¨®. Ileana de la Guardia, psicoterapeuta en un centro de educaci¨®n especial de ni?os con problemas visuales, se entrevist¨® varias veces con su padre en la central de la seguridad del Estado de Villamarista, en La Habana. "La primera vez que pregunt¨¦ por ¨¦l me dijeron: 'No se preocupe usted, estamos entre revolucionarios. Su pap¨¢ s¨®lo est¨¢ aqu¨ª para unas pregunticas. ?No conf¨ªa usted en la revoluci¨®n?".
La hija del coronel fusilado, que intent¨® seguir trabajando y llevar una vida normal para eludir el recuerdo del drama familiar, cree que su padre tampoco pens¨® en el cumplimiento de la pena capital, y subraya que nunca hablaba con ¨¦l sobre cuestiones relacionadas con asuntos profesionales, ni tuvo conocimiento del narcotr¨¢fico. "Era militar, y como militar recibi¨® ¨®rdenes. Nunca hac¨ªa una operaci¨®n por su cuenta. Como hija, nunca supe de esas operaciones. Era muy discreto".
lleana indica: "Antes de entrar su segunda esposa y yo a verle en su centro de detenci¨®n, trat¨¢bamos de aparentar fortaleza para darle consuelo. Pero a veces no pod¨ªamos aguantarnos. El nos dec¨ªa: 'tranquil¨ªcense. Ya ver¨¢n como las cosas no son tan graves. Ilena, t¨², como la mayor, ayuda a tus hermanos'. Sabemos que al final tuvo inquietudes religiosas".
La hija de Antonio de la Guardia guarda especial gratitud para los compa?eros de trabajo que le ayudaron a sobrellevar la traum¨¢tica p¨¦rdida de su padre pero, con su marido, recuerda igualmente a quienes "vinculados al poder, con alg¨²n puesto o con cosas por perder", les dieron la espalda. "Hubo gente que nos neg¨® al saludo, pero tambi¨¦n quienes sin haber tenido una relaci¨®n muy estrecha con nosotros, con poco que perder, nos expresaron su solidaridad sin decirlo directamente".
Ileana de la Guardia, que lleg¨® un momento en que era incapaz de seguir viviendo en Cuba, se pregunta: "?C¨®mo pueden acusar a mi padre de inmoral y canalla cuando de todos es sabido que el norteamericano Robert Vesco, acusado en su pa¨ªs de estafa al fisco y narcotr¨¢fico, recibe protecci¨®n en La Habana. ?Qu¨¦ moral es la que ampara a Vesco y fusila a mi padre?".
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