"Mi partido y yo nunca hemos sido comunistas"
En el lenguaje de Babrak Karmal aparece continuamente un sujeto gen¨¦rico, colectivo, para desigar a los sovi¨¦ticos y a los hombres del presidente Najibul¨¢. Karmal siempre utiliza ellos. Durante m¨¢s de cuatro a?os ha vivido en clandestinidad, no exist¨ªa ni en la cr¨®nica afgana ni en la rusa. Despu¨¦s, hace algunos d¨ªas, a medianoche, un autom¨®vil negro le llev¨® al aeropuerto de Mosc¨². Le esperaban un centenar de afganos, emocionados y dispersos, como todos sus compatriotas, que no saben en qu¨¦ creer.
Pregunta. Recordemos el d¨ªa en que usted abandon¨® Afganist¨¢n para venir a Mosc¨².
Respuesta. S¨ª, fue en mayo de 1987. Me hab¨ªan dado un visado para 10 d¨ªas. Puede ver mi pasaporte. Este trozo de papel nunca se ha corregido. Sin embargo,a¨²n vivo aqu¨ª.
P. ?Le presionaron mucho para que abandonara Afganist¨¢n?
R. Durante varios d¨ªas no hac¨ªa m¨¢s que repetirles que no quer¨ªa irme. Por otra parte, los sovi¨¦ticos me ped¨ªan que partici pase en una ceremonia para formalizar mi sustituci¨®n por el nuevo l¨ªder, Najibul¨¢. Pero, por principio, no pod¨ªa aceptar. Al final sub¨ª al avi¨®n, solo, con una maleta, y el avi¨®n se par¨® en Taskhent para hacer escala.
P. Fue all¨ª donde en diciembre de 1979 usted hizo un llarnam iento al Ej¨¦rcito Rojo para que interviniera en Afganist¨¢n.
R. Esta historia del llamamiento desde territorio sovi¨¦tico es absolutamente falsa, y todav¨ªa sigue persigui¨¦ndome. Yo grab¨¦ un mensaje en Kabul. Despu¨¦s no s¨¦ lo que hicieron con la grabaci¨®n, pero, repito, yo nunca he estado ante los micr¨®fonos de la radio de Taskhent.
P. Usted gobern¨® Afganist¨¢n a lo largo de siete a?os durante la ocupaci¨®n sovi¨¦tica. ?Pens¨® realmente ser el presidente del pa¨ªs?.
R. Consum¨ªa el 80% de mi tiempo y energ¨ªas con los sovi¨¦ticos. Si hubiera hecho todo lo que me ped¨ªan, Afganist¨¢n ahora tendr¨ªa problemas mucho m¨¢s graves.
P. ?Y cuando lleg¨® desterrado a Mosc¨²?
R. Era lo que se dice un hu¨¦sped. Un hu¨¦sped entre comillas, y esto lo explica todo. Al principio, como ven¨ªa a la Uni¨®n Sovi¨¦tica para un tratamiento m¨¦dico y de reposo, me llevaron a un hospital. Hablaba por tel¨¦fono con mi familia y siempre insist¨ªa en que se quedaran en Kabul. Al final, despu¨¦s de tres meses, los rusos trasladaron aqu¨ª a mi familia.
P. ?C¨®mo viv¨ªa?
R. Usted ha visto la dacha donde viv¨ªa. No me faltaba nada desde el punto de vista de las necesidades pr¨¢cticas. Pero mi primera reacci¨®n fue no salir de casa. En cierto sentido, yo mismo aument¨¦ mis limitaciones.
P. ?Su exilio moscovita nunca ha sufrido cambios?
R. Durante el primer a?o visit¨¦ alg¨²n museo y fui a algunas ciudades del sur de Rusia. Me mov¨ªa porque ten¨ªa la esperanza de volver pronto. M¨¢s tarde comprend¨ª que no ten¨ªa ninguna raz¨®n para mantener esa esperanza.
P. ?Ni siquiera iba a pasear?
R. Sol¨ªa pasear una vez al mes, pero siempre sin entusiasmo. Era como si en mi cabeza tuviera un martillo y este martillo me estuviera golpeando continuamente.
P. ?Qu¨¦ echaba de menos cuando pensaba en Afganist¨¢n?
R. En este pa¨ªs no he encontrado nada -olores, sabores plantas, paisajes- que me hiciera pensar en lo que hab¨ªa dejado. Por eso mi vida en Rusia ha sido muy mon¨®tona.
P. ?Recib¨ªa, al menos, visitas?
R. Los sovi¨¦ticos, ven¨ªan poco. Les dec¨ªa que quer¨ªa regresar a Kabul, pero ellos no me respond¨ªan. Me repet¨ªan que era un invitado.
P. ?Y con los afganos?
R. Era diferente. Sobre todo en los ¨²ltimos dos a?os recib¨ªa a gente de todo tipo, dos o tres veces por semana. Los guardias nunca pusieron ninguna objeci¨®n a estas visitas, bastaba con que se les avisase con antelaci¨®n.
P. ?Ten¨ªa alg¨²n pensamiento que le obsesionase durante estos a?os? Cuando estaba en el poder hablaba de revoluci¨®n, comunismo, amistad eterna con Mosc¨².
R. Mi partido y yo nunca hemos sido comunistas, ¨¦ramos nacionaldemocr¨¢ticos. Luego hab¨ªa algunos que pensaban de otra forma, pero de esto no quiero hablar. Cierto, me he equivocado, pero todos los que gobiernan y toman decisiones cometen errores.
P. ?Qu¨¦ ha aprendido de esta tragedia que ha devastado Afganist¨¢n?
R. Que es necesario caminar con nuestras propias piernas, que no podemos fiarnos de nadie y que es preciso acabar con las interferencias extranjeras de cualquier pa¨ªs. Si usted mira al pasado, ver¨¢ que la ¨¦poca en que Afganist¨¢n mantuvo sus mejores relaciones con la URSS fue durante la monarqu¨ªa y no en la rep¨²blica ni en la revoluci¨®n. En general, siempre he pensado que la mejor pol¨ªtica es la realpolitik, sin ning¨²n zigzag.
P. Ahora que vuelve, ?como se siente?
R. Un hombre libre, pero esta frase s¨®lo puede entenderla quien haya perdido la libertad.
P. ?No tiene miedo?
R. S¨¦ que no voy a un jard¨ªn de rosas. Vuelvo a un pa¨ªs completamente destruido. De todos modos, Najibul¨¢ convoc¨® un pleno extraordinario para decidir mi regreso, y todos dijeron que s¨ª. En mi pa¨ªs hay un proverbio que dice que todos los hombres tienen miedo: un hombre real muere una sola vez en su vida, un hombre miedoso, sin embargo, muere cada d¨ªa.
Copyright Il Messaggero, 1991. Traducci¨®n: Clara de Marco.
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