'Miuras' de los infiernos
T¨ªtulo],
Los miuras estaban endemoniados. Los miuras parec¨ªan venidos de los infiernos. Los miuras, nada que ver con el toro bravo, eran un peligro p¨²blico. Ni un pase ten¨ªan los miuras, y uno que lleg¨® a tener dos o tres, a ese se los dio el torero con mucho gusto. El torero afortunado a quien correspondi¨® aquel Miura que ten¨ªa dos o tres pases fue Tom¨¢s Campuzano. Efectivamente, se los dio, y como resultaba absolutamente imposible volver a meterlo en la muleta seg¨²n mandan los c¨¢nones, decidi¨® pegarle telonazos seg¨²n manda el sentido com¨²n, para mantener el fuego del entusiasmo que hab¨ªa prendido en el p¨²blico.
El entusiasmo no hab¨ªa prendido en el p¨²blico por los buenos pases de Tom¨¢s Campuzano, precisamente. Hab¨ªa prendido gracias al banderillero El Formidable, que es ¨ªdolo de la afici¨®n pamplonesa. El Formidable ten¨ªa pancarta en la plaza, y cuando las cuadrillas hac¨ªan el pase¨ªllo, toda la media plaza que ocupan los mozos de las pe?as coreaba su nombre. Osea, que el pasodoble, ni se o¨ªa; s¨®lo se o¨ªa "?Formidable!, For-mida-ble!". Y as¨ª entonces, y toda la tarde.
Miura / Ruiz Miguel, Manili, Campuzano
Cinco toros de Eduardo Miura (uno fue rechazado en el reconocimiento), de impresionante trap¨ªo, cuatro con m¨¢s de 600 kilos de peso, descastados, broncos, peligrosos; quinto de Celestino Cuadri, de 626 kilo!, hondo, bronco. Ruiz Miguel: cuatro pinchazos, estocada delantera baja y tres descabellos (pitos); estocada corta baja y siete descabellos (bronca). Manifi: estocada perdiendo la muleta (silencio); pinchazo escandalosamente bajo, media contraria, rueda de peones que ahonda el estoque ]?asta la empu?adura, siete descabellos y se acuesta el toro (algunos pitos). Tom¨¢s Campuzano: media delantera atravesada y dos descabellos; la presidencia le perdon¨® un aviso (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada (pitos). Plaza de Pamplona, 14 de julio. Novena y ¨²ltima corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".
A la de banderillear, los dos palitroques que prendi¨® provocaron el delirio, y en la segunda reuni¨®n no se sabe muy bien que pas¨®. Algo m¨¢gico debi¨® acaecer porque, consumada, El Formidable no ten¨ªa las banderillas en la mano, ni estaban en el toro tampoco, y en el suelo s¨®lo se ve¨ªa una ... Que El Formidable se las hab¨ªa guardado en el colco, tal cual apuntaba uno de Burlada, es dif¨ªcil de creer, salvo que, adem¨¢s de banderillero, sea prestidigitador.
Los coros de "?For-midable, For-mida-ble!" ya no pararon en toda la tarde, y bastaba que El Formidable interviniera en cualquier asunto menor -por ejemplo, mareando al toro con el capote en la rueda de peones- para que el p¨²blico le dedicara ol¨¦s estruendosos.
Al lado de estos ol¨¦s, los que escuch¨® Pepe Luis V¨¢zquez en su famoso quite la tarde del centenario de la Maestranza, debieron de ser susurros.
Para los matadores, en cambio, hubo broncas. Sal¨ªan los matadores con todo el pundonor del mundo -quiz¨¢ con todo el miedo del mundo tambi¨¦n, aunque se lo aguantaban- intentaban meterles la muleta a los miuras por alg¨²n lado, los miuras se revolv¨ªan rabiosos y endemoniados tirando derrotes que en unas ocasiones eran a la ingle y otras a deg¨¹ello, y la gente armaba la bronca. Los miuras, traicioneros, pregonaos, violentos, no admit¨ªan pase alguno. No ya el derechazo famoso; ni siquiera el muletazo de castigo que los doctores de la tauromaquia sol¨ªan recetar para los toros pregonaos.
Y es l¨®gico. Muletazos de castigo se adecuan a los toros mansos de casta mala, mientras a los toros de casta burra salidos de los infiernos, no hay muletazo que se adecue. Pero eso al p¨²blico pamplon¨¦s le tra¨ªa absolutamente sin cuidado.
El p¨²blico pamplon¨¦s despidi¨® a los esforzados espadas a almohadillazo limpio, y no hubo un Dos de Mayo porque repar¨® en El Formidable, que tambi¨¦n abandonaba la plaza, y core¨® su nombre con el mismo fervor y j¨²bilo con que gritaba "?San Ferm¨ªn, San Ferm¨ªn!" el d¨ªa del chupinazo.
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