Droga dura
En la edici¨®n de EL PA?S del 5 de julio, en la cr¨®nica de la enviada especial a Liubliana, un apesadumbrado padre de un soldado dice: "Nuestros hijos est¨¢n manipulados, todos estamos manipulados". M¨¢s adelante se cuenta c¨®mo los soldados heridos, tanto federales como eslovenos, conviven amigablemente en unas habitaciones comunes. Pues bien, con lo dicho no habr¨ªa m¨¢s que decir. Si acaso esto: constatar, leyendo estas noticias y las de hace 50 a?os, y las de 100 a?os atr¨¢s, que los nacionalismos son el c¨¢ncer del mundo. Ellos son la causa de las guerras -o la excusa- Los pueblos, si alguien no los calienta, no se odian. Y lo triste es que siempre hay, en efecto, alguien que les inyecta la droga dura del odio. Alguien que busca, simplemente, ser cabeza de rat¨®n antes que cola de le¨®n (no hablo, claro, de situaciones l¨ªmite en que un pueblo es perseguido y exterminado). Esto, por supuesto, es aplicable tanto a los nacionalismos peque?os como a los grandes. Unos y otros, por su propia naturaleza xen¨®foba y discriminatoria, tienden al expansionismo y a la absorci¨®n.Tengo amigos-as vascos, gallegos, castellanos y catalanes. Un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n ellos me ponen a parir (que si los andaluces somos vagos, incompetentes y racistas -por los gitanos, ya se sabe-), yo los pongo a parir a ellos (los vascos sois unos brutos, los gallegos unos agarraos, los castellanos aburrid¨ªsimos y los catalanes insorportables). O sale a relucir la miseria del Sur -por nuestra propia culpa- o, por mi parte, culpando de ella a la explotaci¨®n de los del Norte. Pero un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n, a rengl¨®n seguido, nos vamos juntos de copas.
En consecuencia, advierto desde aqu¨ª a quien corresponda que lo mandar¨¦ a paseo si tiene la idea de incitarme a coger un arma y pegarle un tiro a cualquiera de estos amigos de] alma. Ellos me han prometido hacer lo mismo. ?Ya somos cuatro!-
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