El mal necesario
En la entrevista publicada por este mismo diario, el alto cargo de la magistratura encaj¨® sin pesta?ear la pregunta: ?era el terrorismo de Estado un mal necesario? "Seg¨²n la historia, s¨ª", fue su tajante r¨¦plica. Luego sigui¨® hablando de la justicia, del amor y de otras cosas menores. La historia, seg¨²n esa versi¨®n, habr¨ªa absuelto -de ser correcta la transcripci¨®n de la respuesta- los cr¨ªmenes de los fascismos, las desapariciones de Argentina y de Chile, demostrando su necesidad. Convendr¨ªa apostillar que ser¨¢ en todo caso una historia escrita por fascistas o por simpatizantes de las dictaduras que han ensangrentado nuestro siglo. Pero no es esto lo m¨¢s grave de la declaraci¨®n. Lo peor es que si ha podido pasar inadvertida es por su engarce con una situaci¨®n general de degradaci¨®n de la juridicidad en nuestra democracia, donde la responsabilidad del Gobierno aparece en primer plano. Sin ir m¨¢s lejos, en el caso Amedo, la prohibici¨®n de investigar aquellas responsabilidades pol¨ªticas que pudieran existir en el terrorismo anti-ETA se da la mano con las declaraciones de los responsables de Interior, ex ministro Barrionuevo a la cabeza, en el sentido de que los GAL no fueron una organizaci¨®n terrorista. En el extremo, y cerrando el c¨ªrculo de la irracionalidad, la deducci¨®n a extraer de esa estrategia de la impunidad estatal ser¨ªa el "Amedo eskua, Felipe burua" ("Amedo la mano, Felipe la cabeza") de los carteles pegados en las paredes vascas por los simpatizantes del terrorismo abertzale. Pero aun sin alcanzar ese l¨ªmite de responsabilidad, lo cierto es que el Gobierno socialista est¨¢ asumiendo una enorme carga a la hora de vulnerar las reglas de juego propias del Estado de derecho. En este marco, no deben extra?arnos las declaraciones de un juez que llega a justificar el terrorismo de Estado ni las del representante diplom¨¢tico -y aqu¨ª s¨ª cabe lo del Felipe burua- convertido en defensor inesperado de nuestro amigo el rey. Reformas restrictivas de las garant¨ªas jur¨ªdicas, del tipo de las contenidas en la Ley de Seguridad Ciudadana, son s¨®lo un reflejo de ese principio de impunidad que el Estado afirma para su esfera de actuaci¨®n a costa de los derechos individuales y de la autonom¨ªa del poder judicial.Guste o no, ello significa un regreso de la raz¨®n de Estado, en la acepci¨®n cl¨¢sica del concepto, tal y como lo empleara por vez primera el florentino Francesco Guicciardini en el siglo XVI para calificar un acto de barbarie cometido en una de las guerras entre las ciudades-rep¨²blica italianas. El acto habr¨ªa sido contrario a toda moral, pero fue ejecutado "secondo la ragione e l'uso degli Stat¨ª". Lo que ocurre es que hoy en d¨ªa no cabe aceptar sin m¨¢s esa l¨®gica defensiva del poder, cuyo predominio llevar¨ªa a cuestionar la propia existencia del sistema de garant¨ªas sobre el cual descansa el Estado de derecho.Por otra parte, y pasando de la esfera de acci¨®n interior a la externa, es es . a misma raz¨®n de Estado, fundada en la defensa a toda costa del orden establecido y en el principio del mal necesario, la que ha venido actuando a modo de cortina de humo para evitar la aproximaci¨®n a uno de los problemas que gravitan sobre el presente europeo: la reaparici¨®n de los problemas nacionales tras la crisis del socialismo real. Por espacio de largos meses, la concepci¨®n dominante ha insistido sobre la intangibilidad de estructuras estatales y fronteras, al estimar que las reivindicaciones nacionalistas eran simples sarpullidos que perturbaban inoportunamente las transiciones a la democracia. ?Por qu¨¦ tanta impaciencia en lituanos o eslovenos?, repet¨ªan observadores instalados en marcos pol¨ªticos bien distantes de las c¨¢rceles de pueblos. de que aqu¨¦llos trataban de escapar. Han tenido que surgir con todo su dramatismo los acontecimientos yugoslavos para recordar que m¨¢s val¨ªa haber presionado a tiempo para encontrar soluciones razonables y democr¨¢ticas a unos problemas cuya g¨¦nesis se remontaba mucho tiempo atr¨¢s.Ante todo, no es una cuesti¨®n de dos pesos y dos medidas, seg¨²n acaba de sugerir un dirigente izquierdista, sancionar el reconocimiento de la independencia de Croacia y Eslovenia, olvidando hacer lo propio con Catalu?a y Euskadi. Es, simplemente, cuesti¨®n de saber medir. En nuestro conocimiento no existe una mayor¨ªa de vascos o catalanes partidarios de la independencia, y esto es precisamente lo que sucede en las dos entidades mencionadas; luego los problemas no son comparables. Otra cosa es que el tema se reduzca, desde una perspectiva democr¨¢tica, a aceptar la opci¨®n expresada por las dos ex rep¨²blicas socialistas. Mal puede apoyarse la independencia de Croacia si desde Zagreb se pretende englobar a la regi¨®n serbia de Krajina. As¨ª. como tampoco cabe olvidar la opresi¨®n ejercida desde hace tiempo por Serbia sobre los albaneses de Kosovo, quiz¨¢ el modelo de futuro croata y esloveno para el neoestalinista Milosevic o la c¨²pula militar. En consecuencia, todo sugiere la conveniencia de una resoluci¨®n global del problema de los eslavos del sur, con la entrada en juego de mecanismos que recojan por medios democr¨¢ticos aspiraciones y conveniencias rec¨ªprocas. Ahora bien, como ha recordado Manuel Azc¨¢rate, si ese camino se trunc¨® fue por la interferencia del nacionalismo panserbio, encarnado por Milosevic, al interrumpir la rotaci¨®n constitucional de la presidencia. As¨ª, la salida confederal, quiz¨¢ el ¨®ptimo t¨¦cnico para todos, propugnada entonces por croatas y eslovenos, cedi¨® paso a un esquema de enfrentamiento que la entrada en juego de las acciones militares s¨®lo ha servido para agravar.Por lo dem¨¢s, tambi¨¦n es ¨²til recordar que las tensiones nacionales acompanan toda la historia de Yugoslavia, desde su formaci¨®n como Estado al servicio del nacionalismo serbio, tras la I Guerra Mundial. Incluso en el momento cenital del titismo, cuando en 1974 se.elabora una nueva Constituci¨®n y se declara realizado el doble proyecto de liberaci¨®n social y nacional, las proclamaciones exteriores apenas esconden los conflictos internos. Si el t¨ªtulo preliminar arranca de afirmar que el pa¨ªs se funda en el derecho de autodeterminaci¨®n de los pueblos que lo integran, derecho de secesi¨®n incluido, el ¨¦nfasis puesto en el articulado sobre el papel del Ej¨¦rcito en la defensa de la integridad territon*al y la unidad del Estado remite a una concepci¨®n pol¨ªtica poco propicia a cualquier disgregaci¨®n. Es un discurso dual ahora proyectado dram¨¢ticamente sobre el terreno de los hechos. Por si hubiera dudas de interpretaci¨®n, el triunfalista informe del propio Tito en el congreso de la Liga de los Comunistas subsiguiente no vacilaba en se?alar al nacionalismo (de croatas y eslovenos, se entiende) como principal obst¨¢culo para el socialismo en venturosa construcci¨®n dentro del pa¨ªs. "Hernos edificado un sistema federativo", conclu¨ªa Tito con inmodestia, "mundo en el mundo por su coherencia".
En el fondo, los datos del conflicto, heredados del periodo de entreguerras, se mantuvieron por debajo del caparaz¨®n estabilizador constituido por el monopolio del poder comunista. Con la quiebra de ¨¦ste y la del modelo socioecon¨®mico basado en la autogesti¨®n, afirmaci¨®n nacional y democracia aparecieron como objetivos coincidentes, dando lugar a una din¨¢mica centr¨ªfuga sobre la que tambi¨¦n incidi¨® la expectativa de vinculaci¨®n a Europa de las zonas nacionalistas, favorecidas por el desarrollo econ¨®mico desigual experimentado en las ¨²ltimas d¨¦cadas dentro de la federaci¨®n. En semejante contexto, y escritas estas l¨ªneas cuando est¨¢ a punto de expirar el ultim¨¢tum del Ej¨¦rcito de Eslovenia, s¨®lo cabe celebrar que la intervenci¨®n de la Comunidad Europea, lejos de los antiguos acentos imperialistas que llevaron a la I Guerra Mundial, constituya hoy la ¨²nica esperanza de paz para la regi¨®n balc¨¢nica. Una paz que s¨®lo podr¨¢ conseguirse mediante la aplicaci¨®n ponderada de criterios democr¨¢ticos, y no por la defensa a toda costa de lo establecido, cuando este orden sea s¨®lo fuente de opresi¨®n y de guerra. Recordarlo aqu¨ª y ahora no es ocioso si pensamos en el apego de la pol¨ªtica exterior espa?ola a aplicar la eximente del mal necesarlo, desde Marruecos hasta la URSS y los Balcanes, actuando una y otra vez en un sentido conservador y autoritario, por desgracia acorde con la aplicaci¨®n de esa misma raz¨®n de Estado a la pol¨ªtica interior.
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