Indurain: "No quiero descontrolarme"
"Con lo que le ha costado entrar, ya no me lo quito hasta Par¨ªs". Miguel Indur¨¢in sud¨® lo suyo para encasquetarse ayer por la ma?ana el jersey amarillo. Grandull¨®n como es el navarro, el belga John Lelangue, el joven encargado de los maillots, no encontr¨® una talla a su medida y le larg¨® una de las que habitualmente usa Greg LeMond. Problemas de ser primerizo en la cuesti¨®n del liderato. Indur¨¢in pas¨® con sus tres hermanas (Isabel, Nekane y Asunci¨®n), sus primeras horas como l¨ªder del Tour. "Soy muy feliz, pero estoy tranquilo. No quiero descontrol arme", dijo.
ENVIADO ESPECIAL
Quiso la casualidad que la organizaci¨®n colocara esa noche a los equipos Banesto y Z en el mismo hotel. Quiso tambi¨¦n la casualidad que los componentes de ambas formaciones bajaran a la misma hora a cenar, lo que motiv¨® el encuentro de Indur¨¢in y Greg LeMond. La escena fue corta, pero entra?able. El estadounidense felicit¨® a su posible sucesor y el espa?ol, tan simple en el trato como inmenso sobre la bicicleta, agradeci¨® el gesto. Despu¨¦s, cada uno con los suyos, Greg con su mujer y su hijo mayor -Kathy y Geoffrey- y Miguel con sus hermanas.No lejos de all¨ª, Pedro Delgado contempl¨® lo sucedido con una triste sonrisa. El segoviano, l¨²cido como pocos, supo ver en aquel apret¨®n de manos ajeno el relevo entre dos generaciones de campeones. "Llegan nuevos hombres, nuevas estrellas y las que hab¨ªa tienen que dejar su sitio. El futuro ahora se llama Indur¨¢in, Bugno, Chiappucci o Mauri, y este Tour dejar¨¢ constancia de ello", coment¨® Jos¨¦ Miguel Ech¨¢varri, el jefe del Banesto, mientras su hijo le escuchaba atentamente.
El hotel de Capvern se convirti¨® en lugar de peregrinaci¨®n para todos aquellos aficionados, amigos y familiares que hab¨ªan presenciado en vivo la soberbia ascensi¨®n de Indur¨¢in a Val Louron. Manu Arrieta, el afable masajista del Banesto, lo celebr¨® con su frase habitual: "Me cag¨¹en..., con lo tranquilos que est¨¢bamos y la que nos espera, sobre todo a Miguel". Cierto. El nuevo l¨ªder despidi¨® a sus hermanas a las 10 de la noche del viernes -"Tienen que trabajar ma?ana y no pueden seguir m¨¢s etapas", coment¨®- y se meti¨® en su habitaci¨®n, junto a su compa?ero Javier Lukin, para preparar el nuevo d¨ªa.
La sonrisa
Apenas tuvo tiempo. Unas horas despu¨¦s, reporteros de Antenne 2, la cadena de televisi¨®n oficial del Tour, llamaban a la puerta de su habitaci¨®n para recoger las impresiones del corredor espa?ol en su primer d¨ªa como l¨ªder. Sin embargo, antes tuvo problemas para colocarse el maillot de l¨ªder. La prenda, muy estrecha, se neg¨® por unos instantes a introducirse en el blanqu¨ªsimo torso de Indur¨¢in. Finalmente entr¨®, para regocijo de los presentes. "Con lo que le ha costado entrar, ya no me lo quito hasta Par¨ªs", sentenci¨® Miguel con una sonrisa en aquella anodina habitaci¨®n, todav¨ªa impregnada de olor a humanidad.Lo de la sonrisa de Indur¨¢in no es ninguna tonter¨ªa. De ello podr¨ªa dar fe el reportero de Antenne 2, que tuvo que pedir al corredor un plano especial, sonriendo forzadamente, porque la entrevista previa hab¨ªa resultado un poco sosa para tatarse de un hombre que tiene en su mano la victoria en el Tour de Francia. "Que quieren que sonr¨ªas unos segundos", le advirti¨® Ech¨¢varri. "Ah, bueno", concedi¨® la estrella.
Una vez dibujada la sonrisa en la boca del campe¨®n, ¨¦sta no desapareci¨® hasta que tom¨® la salida en Saint Gaudens. Un rato antes, la calle principal del pueblo recibi¨® conmocionada su aparici¨®n. "Miguel, un aut¨®grafo", "Miguel, una foto", "Miguel, la gorra", gritaban los espa?oles all¨ª presentes. Y Miguel ni caso, aunque, eso s¨ª, sonriente. Sonriente mientras calentaba, sonriente en el control de firmas, sonriente en el Village, donde fue asediado por un colegio entero, y sonriente junto al veh¨ªculo de Banesto. "Soy muy feliz, pero estoy tranquilo. No quiero descontrolarme. Nunca en la vida me hab¨ªa sentido tan observado, pero s¨¦ que lo llevar¨¦ bien", coment¨® a EL PA?S mientras una decena de sudorosos fot¨®grafos reclamaban su mirada para la hist¨®rica instant¨¢nea. "Le malllot jaune, le maillot jaune", gritaban tambi¨¦n los periodistas franceses.
Camino de la salida, cuando los altavoces ya anunciaban el inminente inicio de la carrera, un joven vasco, cubierto con la inconfundible Ikurri?a, grit¨®: "Hasta la torre Eiffel, hasta la torre Eiffel tienes que llevar el amarillo. No nos falles". El mismo aficionado, todav¨ªa emocionado, vio pasar a Pedro Delgado unos segundos despu¨¦s. "Venga Pedro, a ver si nos lo cuidas", le lanz¨®. Y Pedro sonri¨®. No s¨®lo ¨¦l se hab¨ªa dado cuenta de que una nueva ¨¦poca en la historia del ciclismo comenz¨® a escribirse en Val Louron.
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