Exhibici¨®n de Indur¨¢in y del Banesto en Alpe d'Huez
La costumbre dice que Indur¨¢in sentenci¨® ayer el Tour. Su ascensi¨®n al Alpe d'Huez demostr¨® no s¨®lo que est¨¢ intacto, y por tanto c¨®modamente instalado en el liderato, sino que sus fuerzas son mayores que las de sus rivales. La primera etapa alpina qued¨® restringida a un mano a mano entre Indur¨¢in y Bugno con un resultado enga?oso: Bugno gan¨® la etapa, pero perdi¨® la guerra. Lo l¨®gico es que aspire ahora a consolidar la segunda plaza. Todos los dem¨¢s, desde Mottet hasta LeMond, pasando por Chiapucci y Fignon, quedaron definitivamente descartados. La jornada signific¨®, por ¨²ltimo, el quinto triunfo consecutivo de un italiano. Con raz¨®n la prensa transalpina denomina al Tour el Giro de Francia.
El Banesto hizo un trabajo sobresaliente desde la salida hasta la meta; un triunfo de etapa le habr¨ªa dado la calificaci¨®n m¨¢xima, la matr¨ªcula de honor. Miguel Indur¨¢in se convirti¨® en el ¨²ltimo eslab¨®n de la cadena de producci¨®n. A falta de cuatro kil¨®metros para la cima, Indur¨¢in presid¨ªa la carrera acompa?ado por un Gianni Bugno aparentemente conformado con limitar sus objetivos y olvidarse del asalto al liderato. Al lado de los dos corredores m¨¢s poderosos de este Tour s¨®lo pudo viajar el franc¨¦s Luc Leblanc, pero tartamudeando, sin otra intenci¨®n que la de tener el honor de acompa?arles. Si a estas alturas de carrera el l¨ªder ocupa la presidencia, est¨¢ todo dicho, firmado y rubricado. S¨®lo una circunstancia anormal podr¨¢ desviar el rumbo de los acontecimientos antes de la coronaci¨®n de Indur¨¢in en Par¨ªs el pr¨®ximo domingo.El gui¨®n de la etapa tuvo un desarrollo bastante lineal. Por un lado, los aspirantes llegaron en comandita a la base de Alpe d'Huez. Por otro, el suspense se fue aclarando sin aparentes altibajos: los personajes iban desapareciendo de la escena muy ordenadamente. Primero cay¨® Greg LeMond; a continuaci¨®n, Charly Mottet; seguidamente, Laurent Fignon, y en el ¨²ltimo acto, Claudio Chiapucci. Todas fueron despedidas muy educadas, sin aspavientos, sin disimulos; ninguno de ellos intent¨® el enga?o. Se quedaban, no pod¨ªan seguir el ritmo. Para remate, los ¨²nicos ataques, formalmente tres, partieron de Bugno. Pero nunca consigui¨® su prop¨®sito.
L¨ªder imperturbable
Miguel Indur¨¢in ofreci¨® una imagen majestuosa, siempre imperturbable, limitando extraordinariamente sus movimientos. Era como un monarca en una recepci¨®n oficial: pulcritud, correcci¨®n, protocolo. Estuvo siempre situado donde mandan los c¨¢nones, en un discreto segundo lugar, precediendo ora a su compa?ero de equipo Fran?ois Bernard ora a Bugno. Ni siquiera cay¨® en la tentaci¨®n de otros l¨ªderes pretenciosos que buscan presidir el cortejo durante toda la ceremonia del ascenso. Indur¨¢in tom¨® el mando en el ¨²ltimo tercio para que Bugno entendiese que no exist¨ªan posibilidades reales para limar diferencias.La etapa no sorprendi¨® a nadie por cuanto su escaso kilometraje, 125 kil¨®metros, hac¨ªa prever que, independientemente de saltos anecd¨®ticos (entre ellos estuvo el espa?ol Ruiz Cabestany, que junto al franc¨¦s Bourguinon anduvo como cabeza de carrera durante una gran parte de la jornada), los aspirantes optar¨ªan por limitar toda la batalla al asalto de la cima de Alpe d'Huez, sus 21 curvas, sus altos porcentajes y ese ambiente espectacular que ofrecen m¨¢s de 300.000 aficionados repartidos por la ladera y que convierten la carretera en un estrecho pasillo humano. Por si acaso, el equipo Banesto en pleno se encarg¨®, antes de llegar a Alpe d'Huez, de que la velocidad del pelot¨®n fuera la adecuada: ni muy lenta ni demasiado r¨¢pida. Permiti¨® algunas escaramuzas sin peligro, y lleg¨® a bloquear en alg¨²n momento la carretera hasta con ocho hombres en su cabeza. S¨®lo faltaba Bernard, cuyo papel estaba reservado para el ¨²ltimo tramo.
Una vez iniciada la verdadera etapa, en las laderas de Alpe d'Huez y sobre una distancia de 13 kil¨®metros, el Tour comenz¨® a clarearse definitivamente. Todas las decisiones correspondieron a Bugno. Ning¨²n otro habl¨® ayer. El primer aviso del italiano, una acci¨®n de tanteo propiamente dicha tras la primera de las 21 curvas de la monta?a, ten¨ªa como intenci¨®n Invitar a otros ataques y a una rotura inmediata del grupo con el fin de hacer la primera selecci¨®n. Bugno pudo observar que Bernard tiraba del carro de Indur¨¢in y que otros colegas carec¨ªan de capacidad de respuesta y optaban por actuar en otra ocasi¨®n. En pocos metros se restableci¨® la situaci¨®n.
El segundo ataque posiblemente decepcion¨® al italiano. Primero, porque evidenciaba que Bernard segu¨ªa teniendo gas; luego, porque quedaban definitivamente descolgados hombres como Mottet, LeMond y Fignon, y junto a ellos Pedro Delgado. Es razonable pensar que Bugno deseara una situaci¨®n m¨¢s conflictiva, en la que Indur¨¢in se viese obligado a una labor disuasoria mucho m¨¢s prol¨ªfica. Sin embargo, Bugno se encontr¨® a mitad de camino con una escenograf¨ªa muy estable. Por a?adidura, Chiapucci caminaba en silencio, y, por desgracia para ¨¦l, Bernard trabajaba a destajo como un aut¨¦ntico gregario.
Al tercer tir¨®n, la cabeza de carrera qued¨® casi desierta. Bugno contra Indur¨¢in, los dos corredores en quienes parece concentrarse el futuro a medio plazo del ciclismo mundial. Est¨¢bamos en el pr¨®logo de un interesante antagonismo, pero hay que reconocer que no fue excesivamente emotivo. Tanto Indur¨¢in como Bugno son corredores de similares caracter¨ªsticas, que emplean id¨¦nticos desarrollos, que trabajan en los mismos campos de actuaci¨®n. Y la monta?a no es la m¨¢s brillante de sus especialidades: suben sin explosiones. Es un lenguaje distinto al que acostumbraban a exponer hombres como LeMond, Fignon o Delgado. Estamos ante los mejores del curso del 64, y ¨¦sas son sus se?as de identidad, que nadie se llame a enga?o. Detr¨¢s, Fignon dejaba a Mottet y LeMond y se marchaba junto a Delgado, que aparec¨ªa en mejor forma que en los Pirineos. De hecho, cuando Delgado vio a Fignon castigado, se lanz¨® hacia delante, y luego, en labor clara de compa?ero de Indur¨¢in, volvi¨® a frenar cuando lleg¨® a la altura de Chiapucci.
La victoria de Bugno, finalmente, signific¨® el quinto triunfo italiano consecutivo en este Tour, ya denominado con cierta sorna como el Giro de Francia. Los italianos suman siete victorias si se tienen en cuenta las del Ariostea en la contrarreloj por equipos y la del sovi¨¦tico Abdujap¨¢rov (del Carrera) en la primera etapa. Para redondear el hito hist¨®rico, las consecuencias de la primera jornada alpina colocaron a Bugno y Chiapucci en el podio, lugar que parecen destinados a mantener. Pero hay otro dato que satisface m¨¢s a los espa?oles: quien se viste de amarillo en Alpe d'Huez, dice la tradici¨®n, tiene casi todas las posibilidades de llegar vestido del mismo color a Par¨ªs.
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