La tregua argelina
El primer ministro Ahmed Gozali planta cara al radicalismo integrista
Todo est¨¢ en orden. Por fin ha entrado la prensa extranjera en Argel. Incluso ha venido Manolo, que se ha pasado el invierno en Varsovia colgado de] tel¨¦fono. Farida, la fiel Farida, nos voceaba a todos desde el otro lado: "Ecoutez-vous, ¨¦coutez-vous...", y a continuaci¨®n abr¨ªa de par en par el balc¨®n y nos dejaba colgando dentro del auricular en el vac¨ªo de la avenida de Pasteur. Entonces, a una porrada de kil¨®metros, nos llegaban los gritos hist¨¦ricos de los militantes integristas del Frente Isl¨¢mico de Salvaci¨®n voceando el "Allah akbar" ("Al¨¢ es grande"), mientras desfilaban en perfecta formaci¨®n paramilitar. "Me da miedo, me da miedo", musitaba Farida sollozante mientras colgaba el tel¨¦fono.
En el edificio de enfrente, en el hotel Albert I, Hamsa continuaba atrincherado debajo del mostrador.Ha pasado m¨¢s de un a?o desde aquella noche del mes de junio en que todos subimos por las escaleras, en tropel, hasta el auditorio de llbn Kaldum, pegado al palacio del Gobierno, para escuchar a Mohamed Sallah Mohamedi, el ministro del Interior del Gobierno de Mulud Hamruche.
Solo, en medio de un escenario vac¨ªo, trat¨® de justificar y minimizar el resultado de aquellas primeras elecciones libres y democr¨¢ticas celebradas en Argelia desde su independencia, que hab¨ªan dado el triunfo a la organizaci¨®n radical Frente Isl¨¢mico de Salvaci¨®n. Sallah parec¨ªa m¨¢s solo que nunca.
Aquel verano ya no fue como los dem¨¢s. Los ba?istas, a duras penas se atrevieron a aparecer por las playas, ante el temor de que acudieran los piquetes de integristas que trataban por todos los medios de establecer la nueva moral isl¨¢mica. En los restaurantes de Tipasa o en los de la P¨¨cherie, en la plaza de los M¨¢rtires, al pie de la alcazaba de Argel, el vino y la cerveza se serv¨ªa s¨®lo a los extranjeros y de tapadillo, por miedo a recibir la visita de los comandos isl¨¢micos, que a diario part¨ªan de los barrios calientes para controlar la zona tur¨ªstica de la ciudad. Los espect¨¢culos p¨²blicos muchas veces eran suspendidos como consecuencia de las inmensas trifulcas provocadas por los nuevos cruzados del orden, que aseguraban que el ¨²nico canto permitido y tolerado por el Cor¨¢n era el que hac¨ªa referencia a Al¨¢.
Todo el mundo esperaba que lo de aquel verano fuera una simple an¨¦cdota y que, iniciado otra vez el curso pol¨ªtico, en el oto?o, las cosas volvieran a su puesto. Pero al oto?o le sigui¨® el invierno y la guerra del Golfo. La movilizaci¨®n isl¨¢mica no se detuvo ni un solo d¨ªa.
Integristas encarcelados
Cada jornada era una nueva reivindicaci¨®n, un nuevo incidente o una nueva manifestaci¨®n, que finaliz¨® el pasado 30 de junio cuando los dos m¨¢ximos dirigentes del Frente Isl¨¢mico de Salvaci¨®n (FIS), Abasi Madani y Al¨ª Belhadi, fueron encarcelados. Con estos dos y un millar de integristas m¨¢s se llenaron las c¨¢rceles del pa¨ªs.Hac¨ªa una veintena de d¨ªas que el Gobierno de Mulud Hamruche hab¨ªa dimitido y que el presidente de la rep¨²blica, Chadli Benyedid, hab¨ªa establecido el estado de sitio, el toque de queda, los tanques en la calle y al ministro de Exteriores, Sid Ahmed Gozali, a la cabeza del Gobierno con la misi¨®n de abrir la ventana.
Ahora todo est¨¢ en orden. Llegamos justo en el momento que el nuevo primer ministro, Sid Ahmed Gozali, sube al escenario, al mismo escenario del auditorio de Ilbn Kaldum, para explicar a cerca de medio millar de periodistas las l¨ªneas generales de su programa de Gobierno. Bien arropado por cerca de media docena de ministros que se han sentado entre el p¨²blico despu¨¦s de haber saludado cordialmente a la prensa, Gozali ha llegado con el cuello de la camisa desabrochado, sin pajarita, en perfecta sinton¨ªa con el todopoderos¨ªsimo Abdellah Baali, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, que se ha presentado en la conferencia de prensa vestido con un jersey playero a rayas azules.
Es como una r¨¢faga de viento fresco. El aire acondicionado est¨¢ a tope. Cuatro filas m¨¢s atr¨¢s se sienta, enfundado con traje y corbata, Benjamide Zuazi, portavoz del defenestrado Hamruche.
Hay un tono distendido y festivo. Sid Ahmed Gozali, entre bromas, chascarrillos y frases jocosas, ha abierto una inmensa ventana a la esperanza econ¨®mica.
Durante m¨¢s de una hora se ha detenido en la operaci¨®n de Hassi Messaud, uno de los yacimientos petrol¨ªferos m¨¢s importantes del mundo. Est¨¢ situado a unos 400 kil¨®metros al sur, de la capital argelina y el Gobierno ha decidido poner a la venta el 20% de su producci¨®n para hacer frente as¨ª al par¨®n econ¨®mico y lanzar el pa¨ªs a galope dentro de la econom¨ªa de mercado.
Juego de magia
Es una arriesgada operaci¨®n financiera que le permitir¨¢ al Estado argelino, de una sola tacada, recibir el dinero que gasta anualmente en pagar los intereses de la deuda internacional y le permitir¨¢ adquirir la materia prima con que poner de nuevo en funcionamiento las f¨¢bricas privadas y las empresas nacionales. Ha sido como un juego de magia. Al instante, todo el pa¨ªs se ha puesto mentalmente en venta.El doctor Milhus, que hab¨ªa decidido cerrar su gabinete y marcharse a Francia, se ha detenido por un instante en la escalerilla del avi¨®n. Con el billete a¨²n en la mano y el pasaporte en la boca, ha vuelto a Argel con la esperanza de ver llegar a los de las multinacionales y sacar una excelente y suculenta tajada con laque mitigar las miserias y sordideces pasadas en los ¨²ltimos a?os. Ha puesto el cartel de "se alquila" en la puerta de su despacho y se ha sentado tranquilamente en el portal de su casa a la espera de la mejor oferta.
Azzedine, el taxista que vive frente a la mezquita de Kabul II, en el barrio de El Harrach, y cuya hija, durante las noches de trifulcas, se despertaba preguntando entre sollozos: "?Es que ha llegado por fin Madani?", ha empezado a planear el comprarse un nuevo veh¨ªculo m¨¢s potente y con m¨¢s plazas.
E incluso Zineb, la secretaria de la librer¨ªa, fantasea con ponerjunto con su marido, Mohamed, un comercio de no s¨¦ que en la puerta de su casa. Luego todos nos hemos encontrado en la playa y por la noche, mientras atardec¨ªa, nos hemos sentado en las terrazas de los restaurantes de Tipasa para comeir los ¨²ltimos langostinos y bebernos botellas de vino negro fresco y cervezas.
Pero los morros de los tanques que custodian el palacio del Gobierno en Argel se ven desde la calle. De vez en cuando el soldado de turno se apoya en el moj¨®n de piedra y apunta con su arma al vac¨ªo. Desde la c¨¢rcel militar de Blida llega la noticia de que, el m¨¢ximo dirigente del Frente-Isl¨¢mico de Salvaci¨®n, Abasi Madani, ha iniciado una huelga, de hambre para protestar por la venta de la producci¨®n del pozo petrol¨ªfero de Hassi Messaud. Intenta as¨ª frenar la enajenaci¨®n, aunque s¨®lo sea de un palmo, de la tierra de su pa¨ªs.
Las organizaciones de defensa de los derechos humanos acaban de hacer p¨²blico un comunicado en el que lamentan y denuncian las atribuciones judiciales subrogadas a las autoridades militares, en detrimento de la justicia ordinaria y civil. El Frente de Liberaci¨®n Nacional, el expartido ¨²nico, inicia un largo debate, en el que trata de redefinir la organizaci¨®n y trenzar una alternativa para el pa¨ªs.
La voz del general
Inesperadamente ha sonado la voz del general Mustaf¨¢ Chelloufi, antiguo patr¨®n de la Gendarmer¨ªa Nacional y secretario general del Ministerio de Defensa Nacional, reclamando el restablecimiento del concepto de Estado y la movilizaci¨®n de los antiguos cuadros dirigentes del FLN.Las, voces del militar se han confundido con la plegarla de la mezquita de Sunna, en el barrio popular de Bab el Oued, donde el imam titular del templo, Abdelkader Hachani, un amigo personal de Abasi Madani, ha dejado la clandestinidad para reclamar p¨¢blicamente la libertad de los l¨ªderes detenidos y la celebraci¨®n de una cumbre integrista en la que se resuelvan las diferencias del movimiento isl¨¢mico.
Al instante, en el barrio de Bab el Oued se ha escuchado como un golpe seco y los fieles islamistas han abandonado las esterillas para iniciar una loca carrera buscando un abrigo. Los camiones repletos de paracaidistas, enfundados en sus trajes de leopardo, han tomado posiciones en la calle. Es el miedo.
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