Los ecos de la tragedia
En Salzburgo no para de llover. Lo grave es que el sonido de la lluvia y los espor¨¢dicos truenos de las fases de tormenta se metieron en la Felsenreitshule, donde se representaba Idomeneo, formando una cortina de ruido que agudizaba ?a ya de por s¨ª deficiente ac¨²stica de la sala. Algu¨ªen, al principio, incluso pens¨® que se trataba de efectos especiales (tan comunes ahora en las ¨®peras) para subrayar el clima de tragedia y desolaci¨®n que suger¨ªa la puesta en escena de N. Lehnhoff. Pero m¨¢s de tres hoyas de efectos especiales era excesivo.Los ecos de la tragedia vinieron de la actuaci¨®n de Cheryl Studer (Electra), voz poderosa de gran instinto dram¨¢tico, con tendencia a la sobreactuaci¨®n, pero de una fuerza incontenible. Su aria D'Oreste e d'Aiace, no siempre limpia musicalmente, fue de un impacto estremecedor. La ovaci¨®n fue de gala.
Idomeneo
De Mozart. Orquesta Filarm¨®nica de Viena. Director musical: Seiji Ozawa. Director esc¨¦nico: Nikojaus Lehnhoff. Salzburgo, 31 de julio.
A Anthony Rolfe Johnson y a Susan Quittmeyer les falta a¨²n madurez encarnando los personajes de Idomenco e Idamante. Sylvia McNair, una joven soprano, en fulgurante ascenso, hizo, una Illa delicada, sutil y a la vez expresiva y c¨¢lida.
La puesta en escena de Lehrihoff y sus colaboradores es irregular, pero llena de inter¨¦s. Situada en una ¨¦poca imprecisa -en todas las ¨¦pocas-, peca a veces de acumulaci¨®n de efectos: los soldados fascistas en negro, los encapuchados en rojo, la miseria de los prisioneros, la inmensa galer¨ªa con varios pisos de arcos... Es espectacular, qu¨¦ duda cabe, pero aporta poco al drama. Donde se ve la mano de hombre de teatro de Lehnhoff es, justamente, en las escenas desnudas, cuando prescinde del aparato y se quedan los cantantes con un decorado abstracto -muy bello- y escalonado de restos de civilizaciones. Especialmente mod¨¦licas fueron la resoluci¨®n del aria Zeffiretti lusinghieri, de Ilia, con un aprovechamiento m¨¢ximo de los recursos pl¨¢sticos y espaciales de la escenografia, y el c¨¦lebre cuarteto del tercer acto con los cantantes arrastrando literalmente,su soledad por el escenario. Escalofriante.
La direcci¨®n musical de Ozawa, al frente de la extraordinaria Filarm¨®nica de Viena, fue m¨¢s que correcta, aunque le faltase un toque de fantas¨ªa en los aspectos din¨¢micos. El coro de la Opera de Viena adoleci¨® de grandeza, aunque fue capaz de infundir un gran sentimiento a trav¨¦s de una amplia gama de matices en las escenas a media voz.
Aun con sus desigualdades, fue un Idomeneo estimable y, en algunos momentos, conmovedor.
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