El verano mozartiano de Salzburgo
Esplendor en la ciudad austriaca en el 200? aniversario de la muerte del compositor
Todas las esquinas de Salzburgo est¨¢n ocupadas. La Peque?a m¨²sica nocturna o el primer movimiento de la Sinfon¨ªa n¨²mero 40 suenan interpretadas por j¨®venes o menos j¨®venes con violines, flautas o lo que tengan a mano. La ciudad natal de Wolfgang Amadeus Mozart conmemora este verano, en todo su esplendor, aunque bajo una intens¨ªsima lluvia, el 2001 aniversario de su muerte. Los retratos de Mozart comparten espacio en los escaparates de las tiendas junto a los de sus oficiantes actuales especialmente los que este a?o intervienen en el festival. El rostro de Georges Solti, por encima de todos, se ve en tiendas de comestibles, joyer¨ªas o art¨ªculos de regalo. Pero tambi¨¦n el de Claudio Abbado al lado de Pl¨¢cido Domingo en una sastrer¨ªa, o el de Jessie Norman, Ricardo Muti, Jos¨¦ Carreras o Carlo Maria Glulini.Personajes vestidos al estilo de la ¨¦poca de Mozart que pasean por las calles, frente a la casa natal del compositor en Getreidegasse, se retratan con los turistas, o campesinas con cestos de mimbre y ataviadas con trajes regionales que venden mu?ecos o mimos o lo que sea. Oleadas de visitantes, especialmente japoneses, invaden las calles, suben en el funicular de la fortaleza de Hohensalzburg a un ritmo de 15.000 viajeros diarios, circulan por el entra?able cementerio de San Pedro y frecuentan el caf¨¦ Mozart, los restaurantes Mozart, m¨¢s escasamente el cine Mozart, los bombones o licores Mozart, la peluquer¨ªa Mozart. Uno puede sorprenderse tambi¨¦n al aislarse en un servicio y toparse con un retrato de Mozart al levantar la cabeza.
Hay conciertos al aire libre en los espacios m¨¢s insospechados. Serenatas, ¨®pera con marionetas, sesiones matinales. Los m¨¢s privilegiados acuden al Festpielhaus con sus tres salas de ¨®pera o sinf¨®nicas. En ellas, la alta cultura coincide con la alta costura. Para La flauta m¨¢gica, con Solti, o Cosifan tutte, con Muti, es imposible encontrar una entrada ni siquiera en la reventa. Cientos de aficionados hacen, sin embargo, horas y horas de cola por si se produce una cancelaci¨®n. Entre el p¨²blico asistente a los espect¨¢culos conviven los modelos m¨¢s sofisficados de moda con los quimonos japoneses o los trajes regionales austriacos con sus encajes y delantales de fantas¨ªa. Dominan los colores negros, dorados y blancos. Algunas se?oras parecen mu?ecas de cajas de m¨²sica que con s¨®lo darles cuerda girar¨ªan alrededor de s¨ª mismas.
En los caf¨¦s se discute sobre el futuro de la ¨®pera, sobre la nueva era Mortier a partir de 1992 o sobre la oportunidad de un Museo Guggenheim en las laderas del monte M¨²?nchsberg. Las agencias de viajes hacen su agosto ofreciendo recorridos por los lugares donde se rod¨® la pel¨ªcula Sonrisas y l¨¢grimas; St. Gilgen, lugar de nacimiento de la madre de Mozart, o el palacio Klessheim, casa de invitados de Hitler en Salzburgo durante el III Reich.
Salzburgo, una ciudad en la que los recuerdos literarios de Bernhard coexisten con la m¨²sica, es hoy un lugar de peregrinaci¨®n donde se adora a un dios moderno: Mozart.
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