Italia concluye la repatriaci¨®n de los albaneses
ENVIADO ESPECIALHab¨ªan relatado miserias patrias inconcebibles cuando hace cinco d¨ªas llegaron a Bari colgados de las anclas del VIora. Ese mismo d¨ªa, los 11.000 albaneses suplicaron la concesi¨®n de asilo en Italia, con l¨¢grimas y cuchillos. Secuestraron autobuses, quemaron el viejo estadio y convirtieron el muelle en trinchera para quedarse, Todo result¨® in¨²til; incluso la rebeli¨®n final de 1.000 desesperados en el campo de f¨²tbol que fue su c¨¢rcel. Agotados, los ¨²ltimos albaneses fueron embarcados ayer hacia la Albania no querida.
En los aviones y transbordadores de regreso tomaron zumo de naranja y recuperaron su condici¨®n de seres humanos. Permanecen en Italia cerca de 300 desertores del Ej¨¦rcito y los heridos m¨¢s graves. A golpe de porra e insolaci¨®n, termin¨® el sue?o italiano de 11.000 desdichados.Las autoridades italianas apresuraron la deportaci¨®n de los inmigrantes clandestinos, y la repatriaci¨®n de quienes se jugaron la vida en una frustrada intentona por huir de su pa¨ªs se efectu¨® en un masivo puente con Tirana en el que participaron aviones militares y civiles que despegaron y aterrizaron cada media hora, y buques de pasajeros capaces de transportar hasta a 2.000 personas por traves¨ªa.
El tratamiento ha sido diferente para los desertores, a los que esperaban peticiones de hasta 25 a?os de prisi¨®n. Todos aquellos que han podido demostrar su condici¨®n de reclutas o militares no han sido devueltos.
Muchos fugitivos que cumpl¨ªan el servicio militar, uno de los cuales logr¨® introducir un fusil de asalto FAL en el estadio de Bari, se desprendieron de los uniformes en la creencia de que su identificaci¨®n dificultar¨ªa la permanencia en Italia.
Un oficial afirmaba preferir la muerte al regreso. "No nos queda otro remedio. Yo y otros compa?eros no quisimos disparar contra la riada de gente que asaltaba el barco Wora, y nuestra ¨²nica alternativa fue huir con ellos".
Huellas de la batalla campal
El puerto de Bari, con m¨¢s carabineros y soldados que refugiados, presentaba ayer las huellas de la batalla campal sostenida el domingo con los rebeldes m¨¢s furibundos. Barrenderos con mascarillas quemaron los restos de la refriega, mientras os-rca de 1.000 albaneses sub¨ªan ordenadamente a los autobuses de transporte hacia los aviones o barcos. En el lomo de uno de ellos se anunciaba la pel¨ªcula Atracci¨®n fatal.
A, 500 metros del muelle de las desgracias, un crucero con rumbo a Grecia cargaba las sombrillas, el champa?a, las toneladas de crema bronceadora y las pi?as frescas que har¨¢n gozoso el recorrido tur¨ªstico de un pasaje en vacaciones. En tanto llegaba el turno de los ¨²ltimos pasajeros a la fuerza, uniformados todos en bermudas negros, algunos se sumerg¨ªan con cabriolas en las cristalinas aguas del muelle, hac¨ªan la carpa de cabeza, imitaban el surtidor de la ballena con la boca o ensayaban una surrealista colada de andrajos.
All¨ª estaba el ingenioso armador que, sonriente, fue capturado por una lancha de la polic¨ªa cuando braceaba en un flotador fabricado con cascos de botellas de pl¨¢stico ensartadas como las cuentas de un collar. Tambi¨¦n en el viejo estadio el n¨²mero de agentes de seguridad se acercaba ayer al de los 2.000 deportables, y cualquier sublevaci¨®n estuvo condenada al fracaso. Ule Scele, convertido en portavoz de la ¨²ltima resistencia, lanz¨® un vano y numantino ultim¨¢tum amenazando con una sangrienta revuelta en caso de que no se facilitase su salida hacia Francia o Alemania.
Algunos albaneses domiciliados en Italia intentaban a prudente distancia la conversaci¨®n con sus compa?eros detenidos y les daban recados para sus familias. Uno de ellos aseguraba conocer que entre los 11.000 solicitantes de asilo hab¨ªa un n¨²mero significativo de excarcelados despu¨¦s de la ¨²ltima amnist¨ªa.
Por las calles de Bari aument¨® el n¨²mero de albaneses que consigui¨® eludir la vigilancia policial silbando, cojeando con piernas de atleta, jurando dolencias imaginarias en las revueltas diarias.
Seg¨²n la polic¨ªa, el n¨²mero de albaneses huidos se acerca al millar, y sus posibilidades de escape no son muchas.
El d¨ªa del asalto al Vlora, Ibrahim, de 35 a?os, y su amigo Enver, de pocos menos, llegaron al puerto alban¨¦s de Durres. Nadie los par¨®. En la Embajada de Italia en Tirana, pidieron asilo su esposa y sus dos hijos, de 10 y 3 a?os. Ahora, junto a sus companeros de infortunio, los dos mec¨¢nicos vagabundean por la poblaci¨®n italiana con una bolsa en la que llevan dos botellas de agua en busca de techo y trabajo. Aceptan cualquier cosa.
[A ¨²ltima hora de ayer, jefes policiales Intentaban persuadir a los m¨¢s recalcitrantes entre los albaneses para que regresasen a su pa¨ªs, a la vez que les ofrec¨ªan ropa y dinero. Los polic¨ªas, informa Afp, dijeron haber recibido de su gobierno instrucciones para no usar la fuerza.]
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