?rdago filipino a las bases americanas
A menos de un mes de que expire el acuerdo actual, el nuevo tratado sigue en el aire
La Constituci¨®n filipina de 1987 establece que no podr¨¢n permanecer tropas extranjeras en el pa¨ªs despu¨¦s del 16 de septiembre de 1991 si un tratado ratificado por el Senado no establece lo contrario. Pues bien, a menos de un mes de esa fecha, el tratado que debe establecer la continuidad de las tropas de Estados Unidos en Filipinas a¨²n no ha sido ni siquiera rubricado, los negociadores siguen perfilando "algunos detalles" y el Senado de Manila ya ha hecho saber, mediante una votaci¨®n informal, que rechaza de plano lo ya acordado. A estas alturas, nadie se atreve a asegurar que los norteamericanos no van a tener que abandonar precipitadamente el archipi¨¦lago.
El 17 de julio pasado, el Gobierno filipino anunci¨® que hab¨ªa llegado a un acuerdo con el de Estados Unidos, seg¨²n el cual los norteamericanos se comprometen a abandonar el a?o pr¨®ximo la base a¨¦rea de Clark, tremendamente da?ada por la erupci¨®n del Pinatubo. Los filipinos, por su parte, permiten que la base naval de Subic siga en manos de la Navy durante 10 a?os m¨¢s a cambio de un alquiler de 203 millones de d¨®lares anuales. Los norteamericanos dan al acuerdo la consideraci¨®n de tratado, pero prev¨¦n tramitarlo como acuerdo ejecutivo, sin someterlo a la ratificaci¨®n de su Senado.El texto acordado, que un mes despu¨¦s sigue siendo pulido por los negociadores, ha recibido ya el voto en contra de 16 de los 23 miembros del Senado filipino, en una votaci¨®n informal celebrada el 31 de julio. El acuerdo requiere 16 de los 23 votos, pero a favor, para ser ratificado.
Los opositores al tratado pactado consideran que la compensaci¨®n por la base de Subic es escasa, que diez a?os de alquiler son demasiados y que no resulta equilibrado que Filipinas tramite el texto como tratado y EE UU, no. Eso en cuanto a las objeciones al contenido. Por encima de ellas, algunos senadores -con Jovito Salonga, presidente de la C¨¢mara, a la cabeza- hacen una encendida defensa de la independencia plena de la naci¨®n y reclaman la definitiva, ruptura con Estados Unidos, el pa¨ªs que administr¨® Filipinas en r¨¦gimen colonial entre 1989 y 1946 (con excepci¨®n de los tres a?os de ocupaci¨®n japonesa), y que desde entonces ha mantenido en el pa¨ªs, durante mucho tiempo gratis, sus dos mayores bases en Asia.
Brote nacionalista
Desde que la dictadura de Ferdinand Marcos se vino abajo en febrero de 1986, e incluso antes, un fuerte brote nacionalista se aprecia en la sociedad filipina, que lleva aparejado un cada vez mayor rechazo de la ex metr¨®poli. Durante la d¨¦cada de los ochenta, los filipinos han visto c¨®mo numerosos pa¨ªses de la zona han emprendido el camino del desarrollo acelerado, mientras que el suyo no logra salir del estancamiento ni con dictadura ni con democracia.Esta circunstancia recibe una doble interpretaci¨®n. Los partidarios de la ruptura con Estados Unidos argumentan que las largas d¨¦cadas de acuerdos comerciales preferenciales y de ayuda econ¨®mica americana no han servido para que el pa¨ªs despegue, por lo que encuentran razonable que el pueblo filipino trate de buscar su camino por s¨ª mismo. Los partidarios de mantener la relaci¨®n actual achacan a la inestabilidad interna el escaso desarrollo de los a?os ochenta y valoran la relaci¨®n con EE UU como un factor de estabilidad imprescindible para que finalmente la inversi¨®n extranjera acuda en cantidades crecientes.
Los partidarios de ratificar el tratado intentan llevar el debate hacia un ¨¢mbito superior al de los intereses meramente filipinos. As¨ª, recuerdan que la fuerte presencia norteamericana en el archipi¨¦lago es b¨¢sica para garantizar el tr¨¢fico mar¨ªtimo entre el Este de Asia y el sur del continente, el Oriente Medio y Europa. Aseguran tambi¨¦n que no es razonable romper de un d¨ªa para otro porque esta ruta es vital para la econom¨ªa del Jap¨®n y ese pa¨ªs no puede jugar de forma inmediata un papel militar relevante, por lo que necesita que Estados Unidos siga jugando el papel de gendarme.
Incluso en el plano meramente interno, las bases no son algo menor. Estad¨ªsticas anteriores a la erupci¨®n del Pinatubo muestran que en Clark y Subic trabajaban directamente 80.000 filipinos, 20.000 de ellos full time. El trabajo indirecto generado por las instalaciones militares se cifraba en medio mill¨®n de empleos. Al abandonar los norteamericanos la base a¨¦rea de Clark y otras instalaciones menores, esas cifras se ver¨¢n reducidas a aproximadamente la mitad, pero aun as¨ª seguir¨¢n siendo importantes para la econom¨ªa filipina.
Para los observadores exteriores, lo m¨¢s chocante es que la ruptura entre Filipinas y EE UU pueda producirse estando en el poder un Gobierno muy ligado en sus or¨ªgenes a los norteamericanos. La revoluci¨®n pac¨ªfica que llev¨® a Coraz¨®n Aquino a la presidencia en 1986 dif¨ªcilmente habr¨ªa triunfado sin la actitud benevolente de Washington. Y todos los actuales senadores menos uno fueron elegidos un a?o despu¨¦s con el apoyo expl¨ªcito de la presidenta, a la que ahora dan la espalda. Pocos dudan, adem¨¢s, de que los aviones de la base de Clark jugaron un papel relevante en el control del golpe de estado de diciembre de 1989 al sobrevolar estruendosamente las posiciones rebeldes.
Presiones al Senado
La Presidencia est¨¢ sometiendo a fuerte presi¨®n a los senadores, al tiempo que ministros, directivos de empresas y altos jefes militares hacen estos d¨ªas declaraciones subrayando las repercusiones negativas que tendr¨ªa para la econom¨ªa y para la modernizaci¨®n del Ej¨¦rcito la no rat¨ªficaci¨®n del tratado. Estas circunstancias hacen previsible que finalmente el Senado cambie de opini¨®n, una vez descartada la v¨ªa intermedia de una renegociaci¨®n global por el propio secretario de Defensa de EE UU. Dick Cheney ha asegurado que har¨ªa las maletas si el tratado no era ratificado, pero de ninguna manera reabrir¨ªa las negociaciones.Con todo, aunque la fuerza de la inercia apunte hacia un s¨ª final, ninguno de los observadores imparciales consultados se atreve a asegurar de manera rotunda que el Senado vaya a acabar cediendo. Y el tiempo est¨¢ a punto de acabarse,
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.