"Somos v¨ªctimas del periodismo"
Uno de los asuntos centrales del ¨²ltimo libro de Enzensberger, Mediocridad y delirio, es el ejercicio del periodismo en la sociedad actual. El fil¨®sofo n¨®rdico Soren Kierkegaard dec¨ªa, y lo recoge H. M. E en su ensayo, que ¨¦l era incapaz de matar una mosca, pero no vacilar¨ªa en encabezar un pelot¨®n de fusilamiento para liquidar a los periodistas. En su casa de Munich, donde le entrevistamos, Hans Magnus no sigui¨® ni mucho menos los deseos de Kierkegaard sino que se prest¨® a un coloquio que recogi¨® algunas de sus pasiones y ciertas incertidumbres. Una de ellas nos la apunt¨® al final, cuando se desped¨ªa: "Ustedes los espa?oles han tenido mucha suerte. Nosotros a¨²n no hemos eliminado los fantasmas de nuestro horror y no s¨¦ qu¨¦ mecanismo usaron los espa?oles para olvidar tan pronto". Por Espa?a precisamente hab¨ªamos comenzado a hablar.Pregunta. Su ¨²ltimo libro invita a pensar en Espa?a, porque en ¨¦l habla de todo lo que es com¨²n en nuestra sociedad.
R. Es que Espa?a se ha convertido, sorprendentemente, en un pa¨ªs como los dem¨¢s. Para nosotros, en los cincuenta o sesenta, Espa?a era un continente aparte, un pa¨ªs ex¨®tico, mitol¨®gico, con muchas nociones casi seudomedievales. La rapidez de ese cambio es algo muy extra?o. Los pa¨ªses cambian de car¨¢cter en el espacio limitado de dos o tres decenios. Es comparable a Alemania, porque tampoco es reconocible la Alemania real con la imagen que los dem¨¢s tienen de ella.
P. ?Qu¨¦ imagen prefiere?
R. Prefiero la normalidad con cierta dosis de emoci¨®n porque el precio que se paga por ese tipo de especialidad es muy alto. El clich¨¦ espa?ol de dignidad nacional, de honor, de fe, era mitad ficci¨®n y mitad realidad, pero era monstruoso.
P. ?Es una suerte de mediocridad la que estamos condenados a padecer por ser normales, con sus dosis de corrupci¨®n y de cansancio?
R. Me temo que s¨ª. Son aspectos de la democracia. La democracia es en s¨ª algo razonable pero no resulta apasionante: las votaciones, la ret¨®rica de los parlamentos, los compromisos... Hay que entender, por otra parte, que el mediocre es, en la vida social, m¨¢s bien un factor positivo y hay que asumir esa contradicci¨®n. El mediocre evita el extremo de matar, evita la guerra civil, por ejemplo. En Espa?a la guerra fue algo altamente emocional. La gente se apasion¨® por una causa y ambas partes se excitaron. No fue aburrido, pero fue letal. Por eso todo el mundo prefiere el aburrimiento en la pol¨ªtica.
P. ?C¨®mo ha vivido la historia de su pa¨ªs desde que cay¨® el muro?
R. Inicialmente, el derrumbamiento del muro fue algo apasionante: est¨¢bamos entusiasmados porque cuando se abre una c¨¢rcel que alberga a 16 millones de personas es formidable. Pero, desde el punto de vista de la vida nacional en este pa¨ªs, el entusiasmo es muy lim Itado, porque el resultado de todo esto, en cierto modo, es que las dificultades han aumentado y el contraste entre los alemanes del Este y del Oeste demuestra un gran desequilibrio, no s¨®lo econ¨®mico sino mental, y que efectivamente no hay un gran amor rec¨ªproco.
P. ?Se siente europeo?
R. Basta salir de Europa y volver. No es una cuesti¨®n ideol¨®gica sino algo mucho m¨¢s com¨²n. La idea de vivir en otro continente no me atrae. Puedo viajar, pero al regresar estoy en casa, independientemente de que el avi¨®n aterrice en Arr¨ªsterdam o en Madrid.
P. ?Ahora es superior ese sentimiento?
R. S¨ª. Aunque ya en los a?os cincuenta volv¨ª de cinco o seis meses en EE UU y tuve la sensaci¨®n de volver a casa, a pesar de todas las cosas fascinantes que tienen los americanos.
P. ?Y como ve ahora a EE UU, qu¨¦ papel est¨¢ jugando respecto a nosotros?
R. No soy un especialista del antiamericanismo. Se tiene la ilusi¨®n de que son vecinos muy similares pero no es cierto, es otro continente: una civilizaci¨®n muy ajena a la nuestra. Por eso, pienso que hay que respetar tambi¨¦n su diversidad, sil manera de ser, que es otra. Hay cosas que no nos gustan, pero la idea de erigir a los americanos en el diab¨®lico manipulador omnipotente es una cosa maniquea, que no es justa. Hacen cosas terribles, como los dem¨¢s. No son ni mejor ni peor: son distintos.
P. ?Cree que el final de partida que supone la situaci¨®n del comunismo del Este y de la URSS va a traer consigo el final de la era del manique¨ªsmo?
R. No creo, porque el manique¨ªsmo entra?a siempre, otros conflictos, otras contradicciones. El Islam es ideal para maniqueos de ambas partes: aqu¨ª est¨¢n los buenos, all¨¢ los diablos. Como siempre.
P. ?Y c¨®mo va a afectar al futuro del capitalismo el final del comunismo?
R. En el mejor de los casos el capitalismo va a convertirse en un elemento plural, es decir, en capitalismos. Hasta cierto punto, ¨¦sta es la situaci¨®n actual, porque el capitalismo, de Chile, Suecia, Jap¨®n, Espa?a, son bastante distintos. Para no hablar del Tercer Mundo, donde adquiere formas que son casi incompatibles con nosotros.
P. ?C¨®mo sit¨²a el porvenir del Tercer Mundo?
R. Es mucho peor que antes, porque antes fue posible, al menos, mantener unas ilusiones. Creo que incluso las Ilusiones se han evaporado. Son pa¨ªses sin salida, sin futuro. Se habla mucho de la democratizaci¨®n en ?frica, por ejemplo. No digo que sea rnala idea, pero no para un pa¨ªs como Mali, por ejemplo.
P. ?Y Cuba?
R. Hay matices, pero el problema fundamental es el mismo que para los dem¨¢s. La situaci¨®n es muy peligrosa porque socialismo o muerte es una alternativa poco atrayente. Se puede incluso prever una eventual situaci¨®n a lo Ceaucescu como r¨¦gimen, la persona del dictador, del ¨²nico conductor que sabe y dirige todo, al tiempo que una degradaci¨®n de la base econ¨®mica. Si no se cambia nada, es posible que haya un resultado violento.
P. ?Estamos condenados a padecer diferericias graduales del sentimiento de verg¨¹enza, como dice usted, ante el ejercicio de la. pol¨ªtica?
R. La idea de limpiar comporta un costo muy alto porque est¨¢ muy cerca de la idea de mano dura, es decir, que ese deseo de limpieza total tiene tambi¨¦n un aspecto totalitario. Tal vez es mejor admitir falibilidad. estructural. Un sistema es falible, es d¨¦bil, porque no tiene rigor ideol¨®gico. En eso hay una parte buena: quiere decir que ya no vivimos en el terror del poder.
P. ?En qu¨¦ medida los periodistas hemos ayudado a crear en la sociedad esta atm¨®sfera de banalidad que existe?
R. El periodismo depende de un mercado de masas que en cierto modo va en busca de la tirada. Pero ese tipo de ¨¦xitos tambi¨¦n, se paga, en cuanto a credibilidad, respeto, etc¨¦tera. Porque la gente que lee peri¨®dicos cretinos no son necesariamente cretinos. Me acuerdo todav¨ªa de un periodo en que hab¨ªa respeto hacia la palabra impresa. Ahora hay mayor cinismo por parte del lector y es el precio a pagar por la masificaci¨®n de la informaci¨®n.
P. ?Qu¨¦ le lleva a ser tan radical en el an¨¢lisis de los periodistas?
R. Todos somos v¨ªctimas del periodismo, especialmente la clase informada, de la cual formo parte. Muchas veces leo cosas que despu¨¦s me digo que no son posibles. Los pobres periodistas trabajan en un margen de tiempo limitado y entre las tres y las cuatro de la tarde deben hacer el or¨¢culo mundial sobre lo que llega media hora antes y. tras una hora, deben entregar su gran diagn¨®stico. Una reflexi¨®n es muy dif¨ªcil en condiciones como esas.
P. ?Disparar¨ªa contra los periodistas, como Kierkegard?
R. No, no. ?l es un maniqueo. Eso es una boutade con un sentido, pero que yo no comparto. No soy un maniqueo.
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