Dura visi¨®n de la 'era Reagran'
Hay inevitablemente una regla de juego, impuesta y casi c¨®mplice, a la hora de ver esta siempre interesante y en algunos aspectos notable pel¨ªcula: estamos otra vez dentro del mismo pueblecito texano donde el cineasta norteamericano Peter Bogdanovich (siendo entonces muy joven, pero convertido a partir de entonces en uno de los ¨²ltimos cl¨¢sicos del cine de su pa¨ªs) rod¨® hace d¨¦cadas su famosa The Last Picture Showl que aqu¨ª se tradujo con un apocal¨ªptico La ¨²ltima pel¨ªcula.En Texasville, Bogdanovich nos cuenta qu¨¦ ha sido de la vida de aquellos personajes que poblaban su casi primerizo, bell¨ªsimo y legendario filme. O de algunos de ellos, pues falta, sobre todo, el genio de Ben Johnson, aquel prodigioso actor que encarn¨® a un no menos prodigioso personaje. Actor y personaje murieron, este en la pantalla y aquel en la vida, y su p¨¦rdida es irreparable para Texasville, que es en definitiva una buena y muy solvente pel¨ªcula, pero a la que hay que situar en cuanto f¨¢bula y en cuanto met¨¢fora por debajo de su lejana hermana mayor, que sigue siendo uno de los filmes m¨¢s conmovedores de la etapa fundacional del actual cine independiente de Estados Unidos, del que Texasville es un buen y riguroso ejemplo.
Texasville
Direcci¨®n: Peter Bogdanovich.Gui¨®n: Bogdanovich, seg¨²n la novela de Larry McMurtry. Fotografia: Nicholas von Sterriberg. Estados Unidos, 1990. Int¨¦rpretes: Jeff BrIdges, CybIll Shepherd, Annie Potts, Cloris Leachman, Tirnothy Bottorns, Randy Quaid, Eleen Breenan. Estreno en Madrid: Minicines, Ideal y (en versi¨®n original subtitulada) Bellas Artes.
Pese a que Texasville tiene su origen lejano en The Last Picture Show, es no obstante un relato aut¨®nomo, compuesto argumentalmente con l¨®gica y armaz¨®n propia y es evidente que estil¨ªsticamente le ocurre otro tanto, pues Peter Bogdanovich se ha esforzado en no imitarse a s¨ª mismo, en no jugar al juego del autoplagio y al homenaje autocontemplativo: al gui?o, en definitiva.
Pero en el buen trabajo del director y guionista se ve de vez en cuando ese esfuerzo de diferenciaci¨®n y esto no beneficia a la fluencia de Texasville, que deja entrever de cuando en cu¨¢ndo algo de su carpinter¨ªa interior, de su parte calculada, de tal manera que, aunque pretende ser una obra transparente, incurre en algunos artificios de estilo, no graves y que no invalidan la buena calidad del cine que lleva dentro, pero que le impiden ser una obra del vigor de su predecesora.
El oficio ha sustituido aqu¨ª a la inspiraci¨®n; y las ingenuidades de The Last Picture Show, que iban sobre todo por el lado de la falta de dominio del tiempo, del control de la duraci¨®n cadenciosa de las secuencias, han sido sustituidas aqu¨ª por algunas veloces s¨ªntesis m¨¢s h¨¢biles que vigorosas, menos sinceras que expresivas de la capacidad para la marruller¨ªa de un director sabio y a estas alturas de su carrera muy curtido.
Pero aquel viejo candor de aprendiz di¨® mejores frutos que este nuevo virtuosismo de experto. Es en este sentido donde, viendo Texasville, cabe hablar, sin cargar las tintas, de artificiosidad.
Quietud mineral
A la filigrana l¨ªrica del poema sobre el ocaso de una ¨¦poca que es The Last Picture Show, lo ha sustuido en Texasville una ir¨®nica y amarga comedia sobre el estancamiento y la ausencia de horizontes que sigui¨® a aquel crep¨²sculo, que encarn¨® el gran ausente Ben Johnson.En este sentido Texasville es una sutil pel¨ªcula de fondo pol¨ªtico: un duro diagn¨®stico (en forma de par¨¢bola) sobre las interioridades de la vida provinciana durante la llamada era Reagan, todav¨ªa viva en las inmensas zonas silenciosas de los Estados Unidos. Es este trasfondo lo m¨¢s serio del filme y a la postre lo que lo vertebra y le da aut¨®noma respecto del filme anterior, cuyo trasfondo era otro muy distinto.
Es una obra bastante amarga y pesimista, reflejo de una mirada ¨¢gil y penetrante, pero decepcionada; que no ve ni busca salidas; que describe con pudor y distancia los entresijos de unas existencias desprovistas de verdad y sobre todo de pasi¨®n por la verdad: la historia de unas gentes que ni siquiera fluyen a la deriva de unas formas de convivencia estancadas y embrutecedoras, sino que vegetan dentro de ese su tiempo, quietas como minerales.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.