El futuro de la izquierda
LOS EFECTOS del derrumbamiento del comunismo en la URSS no podr¨¢n dejar de manifestarse en otros pa¨ªses que, como China o Cuba, se organizaron siguiendo el modelo sovi¨¦tico. Alcanzar¨¢n tambi¨¦n, inevitablemente, a aquellas formaciones pol¨ªticas del mundo occidental que se consideran herederas de la tradici¨®n revolucionaria de los bolcheviques rusos. Pero es asimismo probable que otras corrientes de izquierda no comprometidas con dicha tradici¨®n, pero emparentadas con ella por su com¨²n origen. se vean igualmente sacudidas por el terremoto.En Italia, hasta los m¨¢s rencorosos rivales de Occhetto agradecen al cielo la inspiraci¨®n que llev¨® al secretario general a proponer el cambio de nombre del PCI antes del estallido que estamos viviendo. Pero en los dem¨¢s partidos comunistas occidentales, la discusi¨®n sobre su futuro -y no s¨®lo de las siglas - se ha planteado ya abiertamente. Hasta en Portugal, cuyo partido comunista figura entre los m¨¢s blindados frente a la renovaci¨®n, su secretario, Alvaro Cunhal, ha tenido que hacerse la autocr¨ªtica por un comunicado que sus oponentes consideran de apoyo al golpe del 19 de agosto.
En Francia, los dirigentes del viejo PCF, y singularmente su secretario, Georges Marchais, en pleno repliegue sectario a la b¨²squeda de la identidad perd¨ªda, ven¨ªan manifestando crecientes reticencias ante la evoluci¨®n de la perestroika; no porque no estuvieran sinceramente a favor de la democratizaci¨®n de la URSS, sino porque eran partidarios de detener esa reforma all¨¢ donde comenzase a cuestionarse la superioridad del sistema socialista. La reacci¨®n de March¨¢is ante el golpe fue la de exigir a los nuevos dirigentes la continuidad de la perestroika. Pero, como le ha recordado un grupo de descontentos, encabezado por el ex ministro (en el Gabinete de Mauroy) Charles Fiterman, ello equival¨ªa a convalidar el golpe o, como m¨ªnimo, a considerarlo compatible con el proceso de reforma. Lo cual indicar¨ªa, a juicio de los cr¨ªticos, el miserable concepto de la misma c ue tiene March¨¢is.
Las corrientes de izquierda no comunista, tanto las radicales como las socialdem¨®cratas, cantaron victoria cuando cay¨® el muro: la historia les daba la raz¨®n en sus cr¨ªticas a las imperfecciones o atrocidades -seg¨²n quien hablara- del sistema que se derrumbaba. Ahora unos y otros hacen bien en mostrarse m¨¢s cautos. Por una parte, ni los trotskistas ni cualquier otra corriente revolucionaria antiestalinista han desempe?ado papel alguno era el proceso de ruptura ni han sido luego tomadas en consideraci¨®n por los electores. La enso?aci¨®n de que la revoluci¨®n anriburocr¨¢tica dar¨ªa paso a un socialismo depurado, aut¨¦ntico, no se ha verificado. Pero, por otra, tampoco los partidos socialdem¨®cratas, bien los resultantes de la transformaci¨®n de los viejos partidos comunistas, bien los creados a imagen y semejanza de sus hom¨®logos occidentales -en la ex R DA, por ejemplo-, han obtenido el ¨¦xito que pronosticaron algunas encuestas y numerosos analistas.
Y es que tal vez no se ha reparado suficientemente en el hecho de que la fascinaci¨®n del p¨²blico de los pa¨ªses del Este por el modo de vida occidental se ha producido de manera especialmente intensa durante los a?os ochenta: una d¨¦cada caracterizada por el auge del liberalismo conservador. El escaparate que ve¨ªan del otro lado del muro no era mayoritariamente el del Estado de bienestar en su apogeo. sino m¨¢s bien el de la glorificaci¨®n de la iniciativa privada, el s¨¢lvese quien pueda, los recortes presupuestarios a los planes sociales. Seguramente, los soci¨®logos o especialistas en la psicolog¨ªa de masas ser¨¢n capaces de hallar explicaciones a ese fen¨®meno. Pero es posible que junto a ellas sea preciso a?adir una de car¨¢cter estrictamente pol¨ªtico: que parte del atractivo de la socialdemocracia proven¨ªa de su contraposici¨®n con las dictaduras de izquierda, por una parte, y de ser objeto de rechazo frontal por parte de los respectivos partidos comunistas, por otra. Desaparecida la referencia en negativo, se esfuma esa prima de respetabilidad. En adelante, la izquierda no autoritaria habr¨¢ de valerse por s¨ª misma.
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