La memoria de Morata duerme en un establo
Un obrero y un mec¨¢nico han reunido 2.000 restos arqueol¨®gicos en 20 a?os
Emilio y Goyo Salcedo, los Cachiches, buscan desde hace 20 a?os la historia de Morata de Tajufia, un pueblo de 5.000 habitantes en donde el aire huele dulce por la f¨¢brica de galletas pr¨®xima. Cada d¨ªa, al finalizar su trabajo, ejecutan el mismo rito: Emilio se quita el mono de la f¨¢brica,de yeso, Goyo se limpia la grasa que le deja su curro de mec¨¢nico y, en un santiam¨¦n, los hermanos se convierten en concienzudos arque¨®logos.
Buscan hachas de s¨ªlex, idolillos de barro, monedas de bronce o flechas milim¨¦tricas. Entre paseo y paseo han reunido en un antiguo establo de vacas unas 2.000 piezas, que guardan cuidadosamente en vitrinas hechas a mano, cajas de zapatos y bolsas de pl¨¢stico.
A los hermanos Salcedo les hierve la sangre cuando cuentan que, desde hace 10 a?os, el Ayuntamiento morate?o rechaza exponer la colecci¨®n en un local adecuado. El alcalde V¨ªctor Algora, del PP, justifica la pasividad municipal porque la colecci¨®n es "clandestir¨ªa", y a?ade que, cuando sea declarada al Estado, el Ayuntamiento luchar¨¢ para que se quede en Morata. La gente de] pueblo tiene otra versi¨®n: un antiguo enfrentamiento entre una familia de izquierdas y un gobierno de derechas.
"Morata no es como uno de esos pueblos del Oeste americano: aqu¨ª ha habido asentamientos ¨ªberos, ¨¢rabes y romanos desde tiempo inmemorial", cuenta Goyo Salcedo, que tiene 47 a?os, mientras muestra una escultura f¨¢lica entre huesos tallados y agujas de bronce. El pionero de las b¨²squedas fue su hermano Emilio, que a sus 51 a?os cuen a entusiamado c¨®mo le entr¨® el gusanillo hist¨®rico al ver las cuevas de Altamira, en Santander, durante los a?os sesenta.
Caza hist¨®rica
"El cazador de liebres, s¨®lo ve liebres; nosotros vamos en busca de piedras y, por instinto, s¨®lo vemos las que nos interesan", explica Emilio. 'Teyendo aprendimos d¨®nde pod¨ªa haber asentamientos", contin¨²a Goyo, que sostiene que nunca han hecho excavaciones para evitar destrozar los ya rotos pedazos de la historia.Se les iluminan los ojos a los Cachiches cuando hablan de sus hallazgos. "Cuando descubres que lo que has cogido es bueno, sientes una alegr¨ªa que no se puede describir", dice Emilio, que habla con soltura del estilo campaniforme o de la posible necr¨®polis ¨¢rabe que hab¨ªa por la calle de la Mcm-cr¨ªa "Como somos legos, grabamos lo que hemos descubierto en la mente y nos vamos al Museo Arqueol¨®gico de Madrid para comparar. De paso pasamos por la cuesta de Moyano para comprar libros de historia y de excavaciones".
Emilio y Goyo Salcedo rechazan con rabia que el Estado pueda llevarse la colecci¨®n. "En Madrid, a lo mejor exponen una pieza y las dem¨¢s las almacenan. Pero en Morata son ¨²nicas, porque son nuestra historia". "Adem¨¢s, las cuevas de Altamira no las han trasladado", a?ade Goyo. "Del pueblo no sale. Si intentan llev¨¢rselo, cojo un mazo y hago migas las plezas", concluye Emilio.
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