Una misi¨®n holandesa descubre la penuria de la atenci¨®n m¨¦dica en la URSS
Operaciones quir¨²rgicas realizadas con hilo de pescar, agujas hipod¨¦rmicas romas, afiladas una y otra vez, y guantes de quir¨®fano parcheados con los restos de otros guantes a¨²n m¨¢s viejos han sido algunas de las cosas que ha visto el holand¨¦s Robert van Lanschot en dos misiones de reconocimiento de la sanidad de las provincias sovi¨¦ticas, a miles de kil¨®metros de Mosc¨². El origen de las dos misiones de Van Lanschot, una a principios de a?o y la otra en junio, fue un telemarat¨®n de caridad, donde se recaudaron 24 millones de florines (m¨¢s de 1.300 millones de pesetas) para la URSS. Por otra parte, la situaci¨®n sanitaria de los pa¨ªses del Este no es mejor. En Rumania se registraron 50 casos de c¨®lera este verano.
Con gran parte de esos 1.300 millones de pesetas, una fundaci¨®n ben¨¦fica holandesa quer¨ªa hacer llegar una ayuda m¨¦dica, consistente, sobre todo, en medicamentos, a instituciones sanitarias sovi¨¦ticas situadas en lugares remotos del pa¨ªs, lo que en la Uni¨®n Sovi¨¦tica se denomina la glubinka.Van Lanschot visit¨® 70 hospitales e instituciones sanitarias diseminados en distintas regiones. Estuvo en la zona del Ural (cerrada hasta finales del a?o pasado), en la rep¨²blica aut¨®noma de Karakalpakia (en Uzbekist¨¢n), en G¨®mel (Blelorrusia) y en algunos distritos muy contaminados por el accidente de la central nuclear de Chern¨®bil, y, posteriormente, en Perm y Bashkiria. El denominador com¨²n de todas las zonas visitadas eran los problemas ecol¨®gicos.
A base de repartir, explicar y ayudar a rellenar encuestas de hospital en hospital, Van Lanschot entr¨® en contacto con un sistema de sanidad donde coexiste el ingenio personal de los m¨¦dicos con unas carencias y unos problemas a menudo propios del Tercer Mundo.
En SverdIovsk, la tercera ciudad de la Federaci¨®n Rusa, Van Lanschot tuvo ocasi¨®n de admirar un flamante hilo de pescar reconvertido en hilo quir¨²rgico por el simple m¨¦todo de desinfectarlo y ba?arlo en yodo.
Las jeringuillas desechables son un elemento ex¨®tico en las profundidades de la URSS, donde escasean, incluso, las agujas hipod¨¦rmicas de uso m¨²ltiple. Para que duren m¨¢s, el personal sanitario afila la punta de las agujas, que, aparte de potenciales transmisores de sida o hepatitis, se convierten en un doloroso instrumento para el enfermo.
El esp¨ªritu de ahorro forzado por la necesidad se hace extensivo a las jeringuillas, que siguen us¨¢ndose, para vol¨²menes de l¨ªquido inferiores a la capacidad inicial prevista, incluso cuando el cristal est¨¢ rajado o desportillado.
Sin insulina
En los hospitales donde se da esta escasez, las agujas desechables se guardan como tesoros para los beb¨¦s y los posoperatorios delicados, dice Van Lanschot.
En la ciudad de NIzhnitagil, en los Urales, Van Lanschot se encontr¨® con una alarmante situaci¨®n para los miles de diab¨¦ticos de la localidad: no hab¨ªa insulina, le dijeron. Las condiciones de estos enfermos mejoraron, cuando el abastecimiento de insulina se increment¨®, aparentemente gracias a la importaci¨®n de esta sustancia.
Una de las experiencias que m¨¢s impresionaron al diplom¨¢tico Van Lanschot, antiguo c¨®nsul de la Embajada holandesa en Mosc¨², fue el hospital de leprosos de Krantau, en Karakalpakia, donde Van Lanschot fue invitado a presenciar una tradicional lucha asi¨¢tica protagonizada por los pacientes para celebrar el nuevo a?o isl¨¢mico. Karakalpakia tiene los ¨ªndices de mortalidad Infantil m¨¢s altos de la URSS, semejantes a los de los pa¨ªses m¨¢s pobre de ?frica, y es una de las zonas m¨¢s depauperadas de todo el Estado sovi¨¦tico.
En dos de las zonas visitadas, los Urales, donde hubo un importante accidente nuclear en los a?os cincuenta, y en G¨®mel (Bielorrusia), Van Lanschot encontr¨® a comunidades muy conscientes de los problemas de la radiactividad. Y no s¨®lo la poblaci¨®n en general. En G¨®mel, afirma Van Lanschot, son muchos los m¨¦dicos que han abandonado la ciudad despu¨¦s de Chern¨®bil.
Ingenio y penuria
Los m¨¦dicos sovi¨¦ticos combaten con imaginaci¨®n la penuria de medicamentos, se?ala Van Lanschot. Saben muy bien c¨®mo reemplazar un medicamento por otro en un surtido elemental, que, a veces, parece surgido de un museo.
Seg¨²n Van Lanschot, la URSS tiene intenci¨®n de disminuir seriamente la gama de medicamentos. Al hacerlo as¨ª, Mosc¨² estar¨ªa adoptando pautas pol¨ªticas semejantes a las que recomienda la Organizaci¨®n Mundial de la Salud para los pa¨ªses del Tercer Mundo. A veces, la falta de tecnolog¨ªa occidental, en forma de sofisticados aparatos de an¨¢lisis de sangre, por ejemplo, naufraga en la provincia sovi¨¦tica porque faltan las divisas necesarias para comprar las sustancias o las piezas que permiten su funcionamiento.
Una de las preocupaciones centrales de los benefactores holandeses es hacer que la ayuda fuera individualizada -a la medida exacta de los centros hospitalarios concretos- y llegue realmente a sus destinatarios sin perderse en alguno de los complicados vericuetos que hay en la ruta entre Occidente y la URSS.
Los medicamentos, comprados en concurso p¨²blico entre los proveedores, ser¨¢n enviados directamente a sus lugares de destino, y representantes holandeses comprobar¨¢n selectivamente que la operaci¨®n lleg¨® a buen t¨¦rmino. Con todo, hoy por hoy, admite Van Lanschot, no hay garant¨ªas absolutas de que una parte de los env¨ªos no vayan a parar al mercado negro, donde una inyecci¨®n desechable, cuyo precio oficial es de 19 kopeks, cuesta entre dos y tres rublos.
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