Nuestros 'b¨¢lticos'

EL PA?S, ?El resurgimiento explosivo de los nacionalismos en el este de Europa puede afectar al Oeste? Esa es una de las preguntas m¨¢s peliagudas que se hacen hoy los Gobiernos de la Comunidad a la vista de varios Estados de la parte oriental del continente.

Oficialmente, cada uno hace alarde de tranquilidad: nada que ver entre el Este y el Oeste, se asegura en las principales capitales comunitarias. Los pueblos de los pa¨ªses del oeste de Europa tienen por lo general detr¨¢s de s¨ª una larga historia en com¨²n, lo que ha permitido que se sedimenten en su seno los sentimientos de pertenencia a una misma naci¨®n.

Adem¨¢s, se a?ade, la decisi¨®n de vivir juntos se apoya no sobre una imposici¨®n autoritaria, sino sobre un consenso democr¨¢tico. La situaci¨®n es, por tanto, totalmente distinta del este de Europa, se concluye, donde la reivindicaci¨®n nacionalista adquiri¨® tanto m¨¢s tinte violento cuanto que se reprimi¨® por la fuerza a lo largo de varios decenios.

A pesar de estas diferencias innegables, el resurgir nacionalista en el Este se observa con preocupaci¨®n en el Oeste. Primero, porque acaba con uno de los conceptos claves de la estabilidad del continente desde la Segunda Guerra Mundial: la intangibilidad de las fronteras. Un principio que se reafirm¨® de manera espectacular con la firma de los acuerdos de Helsinki en 1975.

Y tambi¨¦n porque ning¨²n pa¨ªs del continente est¨¢ totalmente vacunado contra el virus del nacionalismo. Aunque, bien es verdad, este virus se manifiesta en el Oeste de modo distinto: a trav¨¦s de la reivindicaci¨®n, no de la independencia, sino de la autonom¨ªa. La ola nacionalista que viven la URSS y Yugoslavia no ha vuelto independentistas a los nacionalistas o a los autonomistas del Oeste. Aunque s¨ª les ha convencido en algunos casos de que el momento era propicio para tratar de elevar el techo de sus competencias.

Una Alemania muy unida

Para algunos pa¨ªses, el problema no pasa de ser marginal. Es el caso, por ejemplo, de la Alemania reunificada. La forma federal del Estado y la indiscutible identidad com¨²n en torno a la naci¨®n alemana hacen que las grandes diferencias existentes entre las numeros¨ªsimas tribus germanas, con dialectos en ocasiones casi incomprensibles para el resto de los alemanes, no tengan ninguna repercusi¨®n pol¨ªtica.

As¨ª, la ¨²nica minor¨ªa nacional reconocida es la del pueblo serbio: unas 100.000 personas de origen eslavo, que habitan en el land (Estado) de Brandeburgo y cuyos trajes tradicionales y fiestas ancestrales forman parte del folclor alem¨¢n.

Holanda tampoco conoce el drama de las explosiones centr¨ªfugas. La ¨²nica minor¨ªa nacional significativa es la de Frisia, con unos 600.000 habitantes, cuyas dos terceras partes hablan un idioma aut¨®ctono, a medio camino entre el alem¨¢n y el ingl¨¦s. El sentimiento autonomista se limita al campo ling¨¹¨ªstico y cultural: desde 1937, el frisio ha sido introducido en el sistema educativo de la provincia, y es obligatorio en la ense?anza primaria.

En las ant¨ªpodas del sentido de integraci¨®n germ¨¢nico o b¨¢tavo figura el caso peliagudo de B¨¦lgica, el pa¨ªs de las eternas querellas ling¨¹¨ªsticas. El partido de los nacionalistas flamencos, la Volksunie, ha mantenido tradicionalmente contactos. con los movimientos independentistas b¨¢lticos, especialmente el de los lituanos.

Hasta ahora, sin embargo, el estallido nacionalista ha sido m¨¢s bien percibido en B¨¦lgica como un acontecimiento exterior, que no ha provocado sobresaltos internos. Y es que cada uno tiene conciencia de que la prudencia se impone frente a un equilibrio fr¨¢gil.

El federalismo belga se asienta sobre instituciones m¨¢s que complejas: con 30.000 kil¨®metros cuadrados, el pa¨ªs cuenta, adem¨¢s del Gobierno central, con los correspondientes a tres comunidades y a dos regiones, a lo que hay que a?adir las instituciones de las nueve provincias. B¨¦lgica ostenta el triste r¨¦cord de tener mas ministros que la URSS.

Este intrincado edificio institucional, fruto de m¨²ltiples reformas constitucionales, responde a la necesidad de mantener el equilibrio entre dos comunidades separadas tanto por la cultura como por la historia: Flandes, la regi¨®n anta?o pobre y dominada desde el punto de vista ling¨¹¨ªstico (la alta burgues¨ªa flamenca se preciaba de expresarse exclusivamente en franc¨¦s), es hoy la parte rica y emergente del pa¨ªs, mientras la Valonia franc¨®fona vive del recuerdo de la antigua pujanza de la siderurgia y del carb¨®n.

El Reino Unido tambi¨¦n tiene su foco nacionalista, el Ulster, donde sigue la rutina de la violencia: un muerto cada tres d¨ªas como promedio desde el 1 de agosto. Las perspectivas de una salida pol¨ªtica, adem¨¢s, se han alejado, de nuevo con el fracaso de las recientes conversaciones de pacificaci¨®n -el plan Brooke- debido a la oposici¨®n encarnizada de los sectores unionista.s probrit¨¢nicos.

La aparici¨®n de nuevos Estados soberanos en Europa, sin embargo, no parece haber modificado los t¨¦rminos del debate pol¨ªtico de fondo en la regi¨®n: la Rep¨²blica de Irlanda sigue manteniendo oficialmente su objetivo de unir los seis condados de la isla que no accedieron a la independencia en 1920 a los otros 26 para formar un solo pa¨ªs. Nadie hasta ahora ha formulado una propuesta para que Irlanda del Norte ejerzca la autodeterminaci¨®n.

Los acontecimientos en el Este no han afectado, por otra parte, al frente autonomista escoc¨¦s, donde la cuesti¨®n nacionalista, por lo dem¨¢s, parece aletargada desde hace bastante tiempo. Una cierta recuperaci¨®n econ¨®mica -el ¨ªndice de desempleo es hoy menor que la media brit¨¢nica- ha contribuido a atemperar el debate pol¨ªtico en la regi¨®n.

Italia, por su parte, tampoco escapa a las tendencias centr¨ªfugas. "Las fronteras de nuestro pa¨ªs no se tocan", se apresur¨® a afirmar hace unos d¨ªas el ministro de Asuntos Exteriores, Gianni de Michelis, a la vista del revuelo que los vientos del Este hab¨ªan provocado en la zona del pa¨ªs m¨¢s proclive al nacionalisrno: el alto Adigio. Con 280.000 germanohablantes que constituyen las dos terceras partes de la poblaci¨®n, esta regi¨®n ha tenido una historia siempre vinculada a la de Austria. No perteneci¨® a Italia hasta, 1919, y a pesar de los esfuerzos posteriores de Mussolini para italianizarla, la reivindicaci¨®n autonomista, o incluso de integraci¨®n en Austria, qued¨® siempre presente, con el apoyo en muchos casos de los pol¨ªticos