Homogeneizados y felices
Sea por ignorancia o por modo de ser, los espa?oles resultan ser los europeos occidentales m¨¢s optimistas con respecto al futuro de su pa¨ªs a cinco a?os vista. Los fastos de 1992, propio y comunitario, hacen que casi la mitad de la poblaci¨®n piense que las cosas van a mejor, con s¨®lo un 13% de aguafiestas, mientras que en otros pa¨ªses con porcentajes parecidos de optimistas hay muchos m¨¢s pesimistas. Espa?a ya no suscita en el exterior tanto inter¨¦s informativo como hace unos a?os, y los espa?oles est¨¢n felices por esa aparente homogeneizaci¨®n con los pa¨ªses del entorno y por vivir en la piel de toro: s¨®lo el 8% quisiera emigrar, frente al tercio de brit¨¢nicos y franceses que dicen estar dispuestos a poner tierra de por medio.En un conjunto europeo de cierto optimismo, los espa?oles destacan por una euforia con poco fundamento, si bien se mira: son los europeos occidentales que m¨¢s problemas encuentran a la hora de pagar sus facturas y cuentan con empresas que est¨¢n en la cola de la competitividad comunitaria. Pero la inminencia de la Europa de 1992, que para el 70% es una muy buena idea, les hace so?ar con beneficios en cascada: ni los alemanes piensan que su econom¨ªa se va a beneficiar tanto del mercado ¨²nico.
Espa?a es el pa¨ªs que m¨¢s felicidad produce a sus habitantes, y apenas un 8% de espa?oles cree que la hierba es m¨¢s verde en otros lares. Y no es que falten problemas. El paro es la principal preocupaci¨®n nacional -una vertiente de las ansiedades econ¨®micas compartida por el resto de los europeos-, seguida de dos problemas sociales de envergadura: la droga y la delincuencia. Los espa?oles est¨¢n en l¨ªnea con el resto de los continentales en querer mantener un n¨²merus clausus en el para¨ªso europeo, y dos de cada tres abogan por un incremento de las barreras que controlan la entrada de extra?os.
Los problemas nacionales y ¨¦tnicos que acechan en la Europa del Este no tienen tanta virulencia en la comunitaria, y en Espa?a son los gitanos -cuya aversi¨®n es una de las pocas constantes desde el Atl¨¢ntico hasta los Urales- quienes se llevan, la peor parte. El agresivo rechazo que las minor¨ªas sufren en el Este pierde gas en Espa?a. Los nacionalismos hacen que el 22% de los espa?oles guarda una mala impresi¨®n de los catalanes, rechazo que sube hasta el 26% cuando se trata de opinar sobre los vascos.
Liberales
Estos repud¨ªos contrastan con la generosidad ante las libertades en general, que convierten a Espa?a en uno de los pa¨ªsesm¨¢s tolerantes de Europa en un marco de creciente escepticismo pol¨ªtico, el mismo que rige en Europa occidental: s¨®lo un tercio de los espa?oles niega estar perdiendo inter¨¦s en la pol¨ªtica y dos de cada tres est¨¢n convencidos de que los pol¨ªticos electos se desentienden de las cuitas de quienes les han votado. Los espa?oles son los occidentales que m¨¢s prevenci¨®n tienen ante la censura, superados en ello, como cab¨ªa prever, por varios pa¨ªses del Este que acaban de enterrarla.
Como el resto de los europeos, los espa?oles son partida los de una decidida intervenci¨®n del Estado en beneficio de los m¨¢s desfavorecidos y el 57% piensa que desde tal instancia ha de garantizarse que nadie tenga sin cubrir necesidades b¨¢sicas. Esa filia por el Estado hace a los espa?oles estar divididos casi por igual entre defensores y detractores de la empresa p¨²blica, a medio camino entre una Alemania en la hay m¨¢s de aqu¨¦llos que de ¨¦stos y el resto de Europa, donde los cr¨ªticos se llevan la palma.
En el campo militar, la peculiaridad espa?ola es a¨²n mayor, al ser el ¨²nico pa¨ªs europeo que rechaza la idea de que la fuerza puede ser el ¨²nico recurso para mantener el orden internacional y tambi¨¦n el ¨²nico de Europa occidental donde una notable proporci¨®n de la poblaci¨®n (el 48%) mantiene que hay partes del territorio nacional usurpadas por vecinos, en incuestionable referencia a Gibraltar, que hubiese producido un mayor porcentaje de respuestas afirmativas de haberse planteado de forma no gen¨¦rica.
La Europa que viene, ansiada por la mayor¨ªa, no parece que vaya a emerger sobre la confianza entre los ciudadanos. El continente tiene la sensaci¨®n de haber sucumbido bajo una ola de ego¨ªsmo que, en el caso espa?ol, lleva a la mitad de los ciudadanos a desconfiar de la otra mitad. El ¨²nico consuelo es que peor lo tienen franceses (64%) e italianos (63%), aunque ninguno tan mal como los h¨²ngaros: siete de cada diez no se atreven a dar la espalda a su vecino.
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