Alardes toreros de Espl¨¢

Luis Francisco Espl¨¢ arm¨® el taco en la inauguraci¨®n de la Feria de la Vendimia en Nimes, cuando culmin¨® la lidia del cuarto victorino haci¨¦ndole rodar sin puntilla con una gran estocada recibiendo en los medios de la plaza. Era el broche a una faena rebosante de alardes, todos ellos hijos de la inteligencia, incluso el salto de la barrera con puro tijeretazo de tenista tras un par de banderillas.Espl¨¢ vio, pese a las protestas del p¨²blico, que el toro Paquetero pod¨ªa muy bien tomar tres varas; despu¨¦s clav¨® dos pares excelentes por los adentros; con la muleta puso pasi¨®n y, bas¨¢ndose en todo momento en la sensibilidad para dar distancia a su enemigo, tore¨® con ganas, temple y, sobre todo, poni¨¦ndole color a la faena.

Los victorinos, despu¨¦s de su renombrado exilio en Francia, entienden no s¨®lo "je, toro", sino "oeh, oeh": pero siguen siendo los mismos, m¨¢s listos que el hambre. El primero, quinto y sexto no exhibieron gran vivacidad, pero en general la corrida, si no un gran picante, aport¨® continuo inter¨¦s y eso los aficionados de Nimes lo valoran.

Los tres espadas quisieron hacerse valorar en banderillas, y en la primera mitad de la corrida se galanteaban mutuamente cedi¨¦ndose los palitroques y compitiendo en bonitas chuler¨ªas. Luis Francisco Espl¨¢ estuvo br¨ªllante, V¨ªctor Mendes ejecut¨® con generosidad su salto y mate a lo NBA, aunque en su segundo aguant¨® bien un par de extra?os del corn¨²peta, y el nime?o Denis Lor¨¦ anduvo m¨¢s o menos f¨¢cil y zanquilargo.

En el primero de la tarde, que no muy sobrado de fuerzas le olisqueaba las zapatillas, Espl¨¢ anduvo porfi¨®n, pero con una porf¨ªa que necesita muchos saberes previos.

V¨ªctor Mendes, poderosazo como siempre, no les quitaba la muleta de la cara a sus toros; en el primero del lote consigui¨® reba?ar tandas de derechazos como quien reba?a el plato, y en su segundo ¨¦l y el bicho estuvieron m¨¢s sosotes.

Denis Lor¨¦ no logr¨® fijar la nerviosa embestida de su primero y, falto de capacidad de mando, roci¨® de precipitaci¨®n lo que exig¨ªa aplomo; en el que cerr¨® plaza, que asustaba mucho m¨¢s por lo corniabierto que por sus hechos, porque empez¨® fisgando repetidamente el callej¨®n, no supo ver la necesidad de doblarse severamente y ello le llev¨® a pasarlas moradas, porque el victorino, aunque no traidor, tampoco era tonto.