Los Doce no saben c¨®mo ayudar a la URSS
Los Doce tienen cierto deseo de ayudar a la nueva URSS, pero no saben como hacerlo. Una combinaci¨®n de factores que van desde la falta de interlocutores adecuados hasta el car¨¢cter desorbitado de las peticiones de Mosc¨², pasando por el sentimiento de echar dinero en un pozo sin fondo mientras no se produzca un ajuste estructural en la econom¨ªa sovi¨¦tica, han dado al traste con una de las principales oportunidades que la Comunidad Europea ten¨ªa de concretar su asistencia al d¨²o Mija¨ªl Gorbachov-Bor¨ªs Yeltsin, seg¨²n indican fuentes diplom¨¢ticas.Despu¨¦s de haber propuesto cuatro fechas, entre el 23 de agosto y el 11 de octubre, el presidente en ejercicio de la CE, el primer ministro holand¨¦s Ruud Lubbers, comunic¨® el martes a sus socios su renuncia a convocar una cumbre extraordinaria de los l¨ªderes comunitarios, a la que hubiesen sido invitados Gorbachov y Yeltsin, para manifestarles el respaldo pol¨ªtico de los Doce y anunciar adem¨¢s un mayor esfuerzo de ayuda a la URSS.
La CE ha concedido hasta ahora a la URSS para 1991 149.500 millones de pesetas en ayuda alimentaria, garant¨ªas de cr¨¦dito para la compra de productos agr¨ªcolas y asistencia t¨¦cnica. Con motivo de la frustrada cumbre, el presidente de la Comisi¨®n Europea, Jacques Delors, pretend¨ªa aumentar esta contribuci¨®n en 212.000 millones de pesetas, de los que, - sin embargo, s¨®lo la mitad hubiesen sido aportados por los Doce y el resto por los dem¨¢s pa¨ªses industrializados.
Con motivo de su visita, el 19 de septiembre, a Bruselas, el primer ministro sovi¨¦tico, Yuri Loujkov, pidi¨® a Occidente ayudas y cr¨¦ditos por un valor siete veces superior, aunque dej¨® claro que la CE s¨®lo deb¨ªa contribuir con algo menos del 50% (742.000 millones de pesetas). Por muy grande que sea el esfuerzo que est¨¦n dispuestos a hacer los Doce, s¨®lo iban a ofrecer en su cumbre una cantidad muy inferior a la que Mosc¨² solicita, y el Consejo Europeo de La Haya hubiese quedado as¨ª muy deslucido.
Aunque se le otorguen sobre el papel ayudas sustanciales, ¨¦stas son dif¨ªcilmente aprovechables por los responsables sovi¨¦ticos, como ha quedado puesto de relieve con el cr¨¦dito de 159.000 millones de pesetas concedido por Espa?a a la URSS en octubre de 1990 y tan s¨®lo utilizado hasta ahora en un 1,3%.
Sin interlocutores
El presidente Felipe Gonz¨¢lez expres¨® p¨²blicamente un sentimiento generalizado entre los gobernantes europeos cuando, el pasado 13 de septiembre en Par¨ªs, lament¨® que la fragmentaci¨®n del poder en aquel pa¨ªs impida a los occidentales disponer de interlocutores v¨¢lidos con los que tramitar las ayudas de emergencia y establecer rigurosos planes de asistencia t¨¦cnica.
Las necesidades de la URSS son de tal magnitud y la eficacia de las ayudas no alimentarias tan dudosa -mientras no se lleve a cabo un profundo ajuste estructural que ataje la inflaci¨®n y el d¨¦ficit presupuestario, a su vez imposible de ponerse en pr¨¢ctica hasta que no se adopte un nuevo Tratado de la Uni¨®n que la mayor¨ªa de las capitales comunitarias, con la excepci¨®n acaso de Bonn, no son nada proclives a mostrarse generosas.
Favorecer la inversi¨®n privada extranjera requerir¨ªa acelerar la convertibilidad del rublo, una operaci¨®n para la que, seg¨²n los c¨¢lculos de la Comisi¨®n Europea, Mosc¨² necesitar¨ªa de Occidente nada menos que 2,1 billones de pesetas. Si la comunidad internacional estuviese dispuesta a ir m¨¢s all¨¢, otorgando a la URSS, para reconstruir su econom¨ªa, una ayuda similar a la del Plan Marshall que Estados Unidos concedi¨® a Europa tras la II Guerra Mundial, los recursos necesarios ascender¨ªan a 9,75 billones de pesetas.e
Los l¨ªmites de la magnanimidad comunitaria no llegan tan lejos.
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