?Paz en El Salvador?

EL DOCUMENTO firmado el mi¨¦rcoles pasado ante el secretario general de la ONU por el ministro de la Presidencia salvadore?a y los cinco comandantes de la guerrilla del Frente Farabundo Mart¨ª para la Liberaci¨®n Nacional (FMLN) augura el final de 11 a?os de guerra civil. Han sido necesarios m¨¢s de dos a?os de esfuerzos auspiciados por las Naciones Unidas para conseguir el consenso. No es. definitivo, puesto que a¨²n no ha sido fijado el plazo del alto el fuego, pero puede que lo sea el pr¨®ximo 15 de octubre, cuando las dos partes se re¨²nan nuevamente con el secretario general para perge?ar el acuerdo de paz definitivo.El paso previo hab¨ªa sido dado en abril del presente a?o: Gobierno y FMLN hab¨ªan firmado en M¨¦xico .unos "acuerdos para alcanzar acuerdos" que permitieran profundizar en el proceso de paz. Eran compromisos impensables meses antes (tales como la reforma de la Constituci¨®n, la creaci¨®n de una comisi¨®n investigadora de las violaciones de derechos humanos o el compromiso de abordar la reforma agraria) y esperar que fueran cumplidos escrupulosamente era demasiado pedir. Como en otras ocasiones, el proceso qued¨® interrumpido por el rebrote b¨¦lico.

Fue necesario que EE UU amenazara al Gobierno del presidente Cristiani con la suspensi¨®n de la ayuda norteamericana para que se reanudaran las conversaciones. Una semana de discusiones en Nueva York parece haber conseguido reconducir el problema y poner a El Salvador nuevamente en el umbral de la paz. El tema m¨¢s espinoso de las negociaciones era qu¨¦ hacer con los combatientes. Por una parte, los guerrilleros pretend¨ªan ser integrados en el Ej¨¦rcito. Ante la rotunda negativa de ¨¦ste, se ha llegado a un compromiso que no deja de ser peligroso si se considera el pasado de enfrentamientos entre unos y otros: los integrantes del FMLN constituir¨¢n una nueva fuerza de polic¨ªa independiente del poder militar.

Pero el problema no est¨¢ tanto ah¨ª como en el futuro mismo del Ej¨¦rcito. Aun cuando la guerrilla no ha sido la encarnaci¨®n de la inocencia, es l¨ªcito afirmar que cada vez que se busca un responsable de los horrores de la pasada d¨¦cada el dedo apunta firmemente a las Fuerza! Armadas. Son ¨¦stas las que deben ser disciplinadas si se quiere la paz; de ah¨ª que sea bueno el compromiso de constituir una comisi¨®n ajena al mundo pol¨ªtico que estudie la reforma del Ej¨¦rcito y la manera de sujetarlo a la autoridad civil.

Una prueba de la sinceridad del Ejecutivo a la hora de encararse con un futuro democr¨¢tico es la que debe suministrar en el juicio que empez¨® ayer en San Salvador. Se sientan en el banquillo unos militares m¨¢s que presuntos autores del asesinato, en noviembre de 1989, de Ignacio Ellacur¨ªa y de sus compa?eros en la Universidad Centroamericana. Un hecho escandaloso -no m¨¢s -que los de miles de otras v¨ªctimas del terror del Ej¨¦rcito-, pero sobre todo emblem¨¢tico de lo que ha sido la violaci¨®n constante de los derechos humanos y la impunidad de los culpables. S¨®lo si se hace justicia tendr¨¢n credibilidad las intenciones de quienes, de parte del Gobierno, aseguran querer terminar con el horror de la guerra civil.