Doble rasero
ZAIRE, UNO de los pa¨ªses potencialmente m¨¢s ricos de ?frica (primer productor del mundo de cobalto, segundo de diamantes y sexto de cobre), se desintegra presa de las disensiones tribales, la corrupci¨®n, el desastre econ¨®mico y la arbitrariedad de su l¨ªder, Mobutu Sese Seko, que gobierna sin oposici¨®n desde 1970. El brote de violencia que ahora lo asuela se ve¨ªa venir; desde la independencia, conseguida en 1960, y que fue seguida por una cruenta guerra civil que requiri¨® el env¨ªo de unidades de cascos azules de la ONU, su historia es la de un reguero de luchas tribales, heredadas de una explotaci¨®n colonial implacable por la antigua metr¨®poli, Bruselas.En abril pasado, empujado por la creciente inestabilidad interna y por los riesgos que ¨¦sta supon¨ªa para su continuaci¨®n en el poder, Mobutu se vio obligado a convocar una conferencia nacional de reforma pol¨ªtica. Pero, viejo aut¨®crata, su voluntad democratizadora se detiene donde choca con su poder: ha hecho todo lo posible por estorbar el proceso y hace d¨ªas suspendi¨® sus sesiones. Como consecuencia de ello, se encuentra con que los delegados de la oposici¨®n (con Nguz I Bond, l¨ªder del conjunto de los partidos anti-Mobutu, a la cabeza) apoyan t¨¢citamente el mot¨ªn de los cuarteles de la capital, Kinshasa.
Irritados por el monto rid¨ªculo de su paga, los soldados zaire?os se alzaron en armas y, con la ayuda de muchos civiles (descontentos por las anunciadas subidas de tarifas de los servicios p¨²blicos), se dedicaron al pillaje de tiendas y casas particulares, especialmente las de los europeos m¨¢s acomodados. La revuelta se extendi¨® r¨¢pidamente a zonas rurales. A las pocas horas del inicio del mot¨ªn, Francia y B¨¦lgica, sin que nadie lo solicitara, enviaron unidades especiales para proteger las vidas de sus nacionales, pero con la misi¨®n real de controlar la situaci¨®n. El jueves, Mobutu, protegido por las fuerzas extranjeras y por su propio contingente de ¨¦lite, era un prisionero de lujo. ?Qu¨¦ deben hacer ahora sus protectores? ?Mantenerle artificialmente en el poder o dejar que la oposici¨®n tome las riendas?
Aun cuando no cabe condenar la r¨¢pida intervenci¨®n de tropas francesas y belgas en el Zaire amotinado (por cuanto obedece fundamentalmente a la voluntad de proteger vidas inocentes), revela que existe en la mente y en las intenciones de los l¨ªderes de Par¨ªs y Bruselas un escandaloso sentido del colonialismo. Lo que es incertidumbre e indecisi¨®n cuando se trata de crisis en pa¨ªses m¨¢s pr¨®ximos a ambas capitales europeas (l¨¦ase Yugoslavia) se torna en vulgar prepotencia en el mismo momento en que el conflicto se desplaza a ?frica. Es, de nuevo, el doble rasero.
Hace d¨¦cadas que Francia se presenta como el gendarme de ?frica y como garante de la estabilidad y de la evoluci¨®n hacia formas m¨¢s democr¨¢ticas de poder. Es un papel que quiere desempe?ar para hacer que la Comunidad Europea comprenda que la estabilidad del continente africano es de vital importancia para Europa, igual que en su momento lo fue la expulsi¨®n de las tropas libias de Chad para el equilibrio de la orilla sur del Mediterr¨¢neo. Pero, aunque los motivos de la acci¨®n francesa puedan ser comprensibles, choca el doble rasero aplicado a situaciones similarmente explosivas. ?Por qu¨¦ no dar un golpe de mano en Belgrado? El concepto en s¨ª de un gendarme de ?frica es ofensivo para un continente que no tiene por qu¨¦ padecer criterios perdonavidas trasnochados.
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