Imperial
Leo en Diario 16 que, al parecer, el Papa piensa seguir d¨¢ndonos tralla. A los espa?oles y a nuestros espantos¨ªsimos pecados. Dicen que la corte polaca que rodea a Su Santidad escribe informe tras informe sobre las simas de perdici¨®n en las que nos movemos en Espa?a. 0 sea, sobre la existencia del divorcio y de los anticonceptivos, de la reglamentaci¨®n del aborto, de un subsidio a la iglesia pagado voluntariamente por los creyentes y no chupado directamente y por decreto de las arcas generales del Estado. Maldades todas ellas espeluznantes y gravisimas que, por lo visto, le quitan el sue?o a Juan Pablo II.Es en verdad extraordinaria la sensibilidad que muestra el Papa con nuestro triste caso. Porque hay otras perversidades en el mundo a las que no parece prestar ni la mitad de atenci¨®n. Por ejemplo, la tortura, la represi¨®n, la ilegalidad, el asesinato. No recuerdo que se pusiera tan furioso con Augusto Pinochet y su costumbre de quemar vivos a los manifestantes, pongo por caso. O con El Salvador, un pa¨ªs de buenisimos cat¨®licos, aunque de vez en cuando asesinen, entre otras decenas de gentes, a un pu?ado de curas. Pero en el Vaticano parece preocupar m¨¢s que las farmacias espa?olas despachen condones.
Habiendo tanto canalla con bendici¨®n papal como hay por el mundo, resulta rarita esta obsesi¨®n de Juan Pablo II con nosotros. Empiezo a sospechar razones de peso: de poder terrenal, para gier exactos. A fin de cuentas, el Vaticano, lo mismo que EE UU y antes la URSS, es un imperio, y como tal se resiste a perder el control que anta?o mantuvo sobre sus colonias. Espa?a siempre fue un pa¨ªs sat¨¦lite de ese Tel¨®n de Incienso, y ahora nos estamos intentando independizar con la construcci¨®n de un Estado laico. Juan Pablo II, al oponerse, est¨¢ siendo m¨¢s imperialista que los sovi¨¦ticos.
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