Relevo en Jap¨®n
LA RENUNCIA de Toshiki Kaifu a un segundo mandato en la jefatura del Partido Liberal y del Gobierno japon¨¦s coincide con una creciente aceptaci¨®n popular de su gesti¨®n al frente del Gabinete. Se dir¨ªa que en Jap¨®n no se respeta la propensi¨®n del votante o la tendencia de los sondeos de opini¨®n. De hecho, son los padrinos de las poderosas facciones de un partido perpetuado en el Ejecutivo desde 1955 quienes deciden apoyar o derribar las candidaturas.. En esta ocasi¨®n, la fulminante operaci¨®n de acoso y derribo ha alcanzado a Kaifu, un pol¨ªtico que ha arriesgado su carrera por la reforma de un sistema pol¨ªtico y electoral excesivamente dependiente del dinero y, por tanto, proclive a la corrupci¨®n. La apuesta de un primer ministro tan mediatizado por el mecenazgo partidista y, al tiempo, tan comprometido personalmente con la renovaci¨®n fue necesariamente audaz. Es posible que su derrota haya abortado la primera intentona seria de poner coto a un conservaduxismo pol¨ªtico-financiero dif¨ªcilmente homologable con los m¨¦todos d¨¦ las democracias occidentales.
Kaifu abandon¨® sus aspiraciones a la presidencia del partido en las elecciones del pr¨®ximo d¨ªa 27 -y a su autom¨¢tico nombramiento como jefe de Gobierno gracias a la c¨®moda mayor¨ªa de que disponen los liberales en el Parlamento- cuando perdi¨® el respaldo de la facci¨®n liderada por Noburu Takeshita y Shin Kanemaru, la de m¨¢s esca?os y mayor influencia en la C¨¢mara. Marginado por su propio partido en unas negociaciones con la oposici¨®n que concluyeron con el rechazo de sus tres aperturistas proyectos legislativos, el primer ministro amenaz¨® con disolver el Parlamento y convocar elecciones. Fue un gesto con m¨¢s voluntarismo y desesperaci¨®n que posibilidades de ¨¦xito en una naci¨®n donde los ministros hurtan al presidente la lealtad que conceden a sus jefes de fila. Horas despu¨¦s, la facci¨®n de Takeshita le retir¨® el apoyo de la misma manera que en 1989 le aup¨® precipitadamente a la presidencia del Ejecutivo mientras el esc¨¢ndalo Recruit cubr¨ªa de lodo y verg¨¹enza a la clase gobernante nipona. Los intrigantes mandos del Partido Liberal han descubierto aceleradamente tres aspirantes a la sucesi¨®n de un gobernante que prometi¨® trabajar para recuperar la confianza de los japoneses en sus hombres p¨²blicos.
Kilchi M?yazawa, Michio Watanabe e Hiroshi Mitsuzuka, tres veteranos pol¨ªticos con experiencia de gobierno y m¨¢s fuerza que Kaifu en el partido, pugnan por sucederle. De los tres, Kjichi Miyazawa acaba de conseguir el respaldo del grupo de Shin Kanemaru -el m¨¢s poderoso en el partido-, por lo que tiene pr¨¢cticamente asegurada su designaci¨®n como presidente de los liberales japoneses y como jefe del Gobierno.
El camino hacia la modernizaci¨®n pol¨ªtica de Jap¨®n parece haberse detenido: ninguno de los tres ha demostrado en sus primeras declaraciones el entusiasmo por el cambio que sentenci¨® al joven presidente. Ninguno de ellos puede presentar el expediente limpio que hace dos a?os favoreci¨® la mete¨®rica ascensi¨®n de un desconocido. Kiichi M?yazawa, que ocup¨® los ministerios de Finanzas, Exteriores y Comercio e Industria, dimiti¨® hace dos a?os al conocerse el enriquecimiento de su secretario particular a trav¨¦s de la compraventa de acciones de la inmobiliaria Recruit.
Sin embargo, para que nadie olvide que es necesario limpiar el funcionamiento de la vida financiera japonesa, el martes pasado el Ministerio de Hacienda impuso a Nomura Securities, la mayor compa?¨ªa del mundo de brokerage (intermediaci¨®n en bolsa), una dur¨ªsima suspensi¨®n de un mes como castigo a su manipulaci¨®n en-la compraventa de acciones. La imposici¨®n de la pena coincide con el inicio de negociaciones de las autoridades japonesas y norteamericanas para proceder a la desregulaci¨®n financiera de Jap¨®n. Sea quien sea el que ocupe la presidencia, es seguro que la nueva Administraci¨®n mantendr¨¢ el alineamiento de Jap¨®n con Estados Unidos. Anticip¨¢ndose al cambio, las autoridades japonesas ya han anunciado un completo cambio de pol¨ªtica respecto a la URSS, aprobando una ayuda de 2.500 millones de d¨®lares (m¨¢s de 250.000 millones de pesetas), de los cuales un quinto es ayuda humanitaria.
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