Demograf¨ªa
Una vez m¨¢s, el gran etn¨®logo franc¨¦s Claude L¨¦vi-Strauss, que cuenta ya con m¨¢s de 80 a?os, ha sorprendido a todos sus fieles al declarar: "El derrumbe del comunismo me parece de una importancia relativa en relaci¨®n a la mayor cat¨¢strofe de nuestro siglo y de nuestra historia: la proliferaci¨®n de la especie humana". Hasta ahora, L¨¦vi-Strauss nunca hab¨ªa manifestado preocupaci¨®n por los problemas demogr¨¢ficos. Seg¨²n ¨¦l, esos problemas cambian radicalmente nuestra apreciaci¨®n de las sociedades humanas, su capacidad de supervivencia y su posibilidad de vida en com¨²n. Hay que revisar nuestra visi¨®n del mundo a la luz de la demograf¨ªa. Este diagn¨®stico ha impresionado tanto m¨¢s a los expertos puesto que coincide con la publicaci¨®n, abierta o confidencial, de los informes de los organismos especializados de la ONU, la Unicef (destinada a la protecci¨®n de 14 infancia) y la OMS, que publica un balance anual del estado de la salud en todas las naciones del mundo.De acuerdo con los informes, hay un rebrote de las enfermedades epid¨¦micas que se cre¨ªa eliminadas. La peste y el c¨®lera, como en la Edad Media; la s¨ªfilis y, la viruela, como en el siglo XVII; la tuberculosis rebelde, como en el XIX; el glaucoma, la bilharziosis y la mortalidad infantil, como en la era precolonial. A lo que se a?aden los efectos devastadores del sida, sobre todo en ?frica y Am¨¦rica Central. El hecho principal es el siguiente: tanto los organismos como los m¨¦dicos encargados de la lucha contra las epidemias admiten su impotencia. No existen socorros ni. recursos posibles sin un combate eficaz y r¨¢pido para triunfar sobre el subdesarrollo. Pero ese combate por s¨ª mismo resulta vano debido a que el crecimiento demogr¨¢fico es exponencial.
Hasta el presente, esta amenaza planetaria permanec¨ªa oculta, aunque, por dos razones, fuera conocida por todos. La primera es que todas las estrategias estaban orientadas al antagonismo del Oeste contra el Este, y viceversa. La segunda raz¨®n es que Occidente, debido a su propio desarrollo, a su demograf¨ªa racional, a los progresos de la investigaci¨®n m¨¦dica y a su capacidad de vencer enfermedades, se cre¨ªa al abrigo de estos peligros y del contagio. Se consideraba posible posponerla urgencia de ocuparse de la humanidad entera. En el peor de los casos, Occidente se resignaba secretamente a la desaparici¨®n de un continente entero. Hace apenas dos a?os, uno de los mayores grupos bancarios europeos dedicado a inversiones en ?frica recomendaba a sus miembros abandonar sus proyectos por considerarlos ruinosos y sin porvenir.
Hoy, concluido el conflicto entre Este y Oeste, entre el bloque atl¨¢ntico y el bloque comunista, es toda la gigantesca realidad de las relaciones Norte-Sur, entre las sociedades industriales y el resto del mundo, lo que nos revela su rostro implacable. Por fin tomamos conciencia de vivir este periodo que el soci¨®logo Edgar Morin llama "la edad de hierro planetaria".
Ante esta realidad, todos los conflictos pol¨ªticos internos que acaparan el inter¨¦s de las oficinas especializadas de Roma, Par¨ªs, Madrid o Washington se asemejan a las discusiones sobre el sexo de los ¨¢ngeles en v¨ªsperas de la ca¨ªda del imperio bizantino. Occidente sabe que ya no est¨¢ al abrigo de nada, suceda en Dakar o en Nairobi, en Calcuta o en Shanghai, en El Salvador o en Hait¨ª. Recientemente, una de las consignas dadas a las tropas francesas y belgas enviadas a Kinshasa para detener la guerra civil provocada por los enemigos de Mobutu fue que evitaran todo contacto ¨ªntimo con las poblaciones nativas, potencialmente capaces de transmitirles las m¨¢s perniciosas enfermedades.
Se ha visto el v¨ªnculo entre epidemias y subdesarrollo y entre hambruna y demograf¨ªa. Queda por descubrir otro hecho importante. Nuestro siglo no s¨®lo es, como dijo L¨¦vi-Strauss, el de la cat¨¢strofe demogr¨¢fica; es tambi¨¦n el de las personas desplazadas. Nunca hubo tantos refugiados, nunca hubo tantos candidatos al asilo. Expulsados por la avitaminosis, la disenter¨ªa, la desocupaci¨®n, la guerra civil, el nacionalismo o el integrismo, cientos de millones de hombres y mujeres que nada tienen golpean a la puerta de quienes algo tienen.
Fue, seg¨²n dijo, al contemplar en televisi¨®n las im¨¢genes de los albaneses no admitidos en Italia cuando el ex presidente de Francia Giscard d'Estaing sali¨® de su fr¨ªo y polit¨¦cnico aislamiento para denunciar "la invasi¨®n" de inmigrantes en Francia. La palabra invasi¨®n despert¨® la indignaci¨®n casi general de la clase pol¨ªtica, incluidos los amigos de Giscard d'Estaing. Pero acaba de hacerle ganar cinco puntos en la opini¨®n p¨²blica, despu¨¦s que su nivel de aceptaci¨®n estuviera en baja seg¨²n todos los sondeos de los d¨ªas previos al empleo de esa fat¨ªdica palabra. Nadie crey¨® que el ex presidente franc¨¦s se preocupara por los intereses de Italia o la suerte de los albaneses. Giscard simplemente advirti¨® que se estaba haciendo muy popular una cierta reacci¨®n xen¨®foba y que era de su inter¨¦s -si no de su dignidad- dejarse llevar por una ola populista que tanto provecho le report¨® a Le Pen, l¨ªder de la extrema derecha m¨¢s poderosa de Europa. El discurso de Giscard va acompa?ado por una visi¨®n de futuro que le sirve de pretexto y de trampol¨ªn. Piensa que los inmigrantes van a plantearle a Europa tantos problemas como los que la guerra de Argelia plante¨® a Francia. Desde que se supo (el viernes 4 de octubre) que Giscard hab¨ªa seducido a la opini¨®n p¨²blica al desmarcarse de la clase pol¨ªtica, algunos le apoyan diciendo que, despu¨¦s de todo, para dar sustento a esas ideas es preferible un hombre como ¨¦l que un Le Pen, con quien ahora inicia una carrera de ambiciones para saber qui¨¦n representar¨¢ mejor la resistencia a la invasi¨®n.
Regreso de un viaje a T¨²nez. Las autoridades -mejor dicho, algunos t¨¦cnicos responsables est¨¢n desarmadas ante la competici¨®n entre franceses e italianos. En T¨²nez escuch¨¦ las mismas quejas que las que hab¨ªa escuchado en Rabat sobre la competici¨®n entre franceses, espa?oles y estadounidenses. Estas competiciones sirven a intereses parciales y puntuales. En lugar de estimular el desarrollo industrial, lo neutralizan. All¨ª encontr¨¦ cuadros j¨®venes que s¨®lo sue?an con expatriarse a Italia o Francia. Hay m¨¦dicos, ingenieros, abogados que en la desesperaci¨®n por participar activamente en la recuperaci¨®n de su pa¨ªs- no tienen otra ambici¨®n que la de aumentar el n¨²mero de m¨¦dicos, ingenieros y abogados franceses e italianos. Cada vez que el ministro de Asuntos Exteriores, Roland Dumas, se encuentra con su hom¨®logo italiano, De Michaelis, o con su hom¨®logo espa?ol, Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, acarician el proyecto de un verdadero Plan Marshall para los ribere?os del Mediterr¨¢neo con el fin de fijar las ¨¦lites en sus propios pa¨ªses y formar una mano de obra cualificada con el fin de evitar que se conviertan en candidatos a la emigraci¨®n. Pero todos estos proyectos se han convertido en meros temas de conversaci¨®n en los salones diplom¨¢ticos o de final de banquetes. Despu¨¦s de cada encuentro, cada uno defiende -o cree defender- los intereses chovinistas de su pa¨ªs. Jacques Delors, presidente de la CE, admite que ha logrado sensibilizar a sus socios cuando se trata de ciertos pa¨ªses del Este, como Polonia, Checoslovaquia y Hungr¨ªa, y que encuentra indiferencia cuando habla del Mediterr¨¢neo. Y no s¨®lo del Mediterr¨¢neo magreb¨ª y ¨¢rabe, sino tambi¨¦n el que hoy comprende Grecia, Turqu¨ªa, Albania y Bulgaria.
Sin embargo, se sabe que sin ese Plan Marshall concebido y organizado por Europa entera todos los Gobiernos europeos quedar¨¢n en un futuro m¨¢s o menos cercano desestabilizados por lo que se puede llamar la mayor cat¨¢strofe o la invasi¨®n. Puesto que se trata efectivamente de epidemias, la xenofobia, que a¨²n ayer s¨®lo descansaba sobre las dificultades inherentes a la promiscuidad suscitada por lo extra?o de las costumbres y de la religi¨®n, invoca ahora razones de protecci¨®n biol¨®gica. Al referirse a estas amenazas, P¨¦rez de Cu¨¦llar, secretario general de la ONU, declaraba recientemente: "Ten¨ªamos un alto comisariado para los refugiados con sede en Ginebra. Hoy ha dejado de ser un tema para el alto comisariado: incumbe a la ONU en su totalidad. La cuarta parte del planeta se dispone a transformarse en refugiados".
Traducci¨®n: Jorge Onetti.
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