Esperanza y miedo por la paz en El Salvador
La firme pol¨ªtica de apertura del Frente Farabundo Mart¨ª para la Liberaci¨®n Nacional (FMLN) y la mediaci¨®n de paz de Espa?a, M¨¦xico, Venezuela, Colombia y la Comisi¨®n de Naciones Unidas para El Salvador (ONUSAL) han dado un esplendoroso fruto. El acuerdo de Nueva York, firmado por delegaciones de alto nivel del Gobierno salvadore?o, el FMLN y un representante del secretario general de la ONU, es hasta ahora el logro m¨¢s importante de las arduas negociaciones para acabar con una guerra civil que dura ya 11 a?os y ha costado millares de v¨ªctimas.La fuerte oposici¨®n de la oligarqu¨ªa salvadore?a y del partido en el Gobierno, Arena, hizo peligrar. las negociaciones en todo momento. La presencia del presidente Alfredo Cristiani en la ONU s¨®lo se logr¨® despu¨¦s de fuertes presiones de Estados Unidos. Hubo rumores de golpe de Estado y las discusiones estuvieron a punto de interrumpirse varias veces, debido a que los representantes gubernamentales, ?scar Santamar¨ªa, Mauricio Vargas y David Escobar Galindo, caracoleaban ante la responsabilidad de rubricar en ausencia del presidente, un acuerdo que horripila a los militares.
El documento tiene una trascendencia pol¨ªtica que supera las expectativas del cese del fuego, que deber¨ªa concretarse este mismo mes en una nueva reuni¨®n, en M¨¦xico. Se trata en realidad de una agenda que contempla algo m¨¢s que el fin de la guerra. Si todos los puntos del acuerdo encuentran v¨ªas concretas de aplicaci¨®n, en El Salvador podr¨ªa iniciarse una experiencia pol¨ªtica, econ¨®mica y social consensuada de nuevo tipo, capaz de echar las bases de una verdadera democracia.
El cumplimiento del acuerdo ser¨¢ supervisado por una Comisi¨®n para la Consolidaci¨®n de la Paz (Copaz), formada por dos representantes del Gobierno (uno de ellos de las Fuerzas Armadas), dos del FMLN y uno por cada partido representado en la Asamblea Legislativa. El arzobispo de San Salvador y un delegado de ONUSAL formar¨¢n parte de la Copaz en calidad de observadores. La Copaz no tendr¨¢ facultades ejecutivas, pero s¨ª toda clase de derechos de verificaci¨®n, presupuesto propio y acceso directo al m¨¢s alto nivel del Gobierno, el FMLN y el secretario general de la ONU. Sus atribuciones alcanzan la preparaci¨®n de los anteproyectos legislativos tendentes a la ejecuci¨®n de ¨¦ste y los futuros acuerdos y podr¨¢ hacer p¨²blicas "toda clase de conclusiones y recomendaciones relativas a la ejecuci¨®n de los acuerdos de paz".
Las dos partes en conflicto se han comprometido a disolver la Guardia Nacional -la temida polic¨ªa pol¨ªtica- y a reemplazarla por una polic¨ªa nacional civil, que absorber¨ªa a los miembros del FMLN.- Las Fuerzas Armadas ser¨¢n depuradas y redimensionadas, del mismo modo que la Direcci¨®n Nacional de Inteligencia (actualmente supervisada por la CIA norteamericana), que se transformar¨¢ en un organismo nacional bajo el control de la Copaz. El acuerdo pone especial ¨¦nfasis en la futura formaci¨®n profesional de los militares, que deber¨¢n someterse alas autoridades constitucionales, restringir su actividad a la defensa del territorio nacional y respetar los derechos humanos. Los futuros organismos militares y de seguridad -siempre seg¨²n los t¨¦rminos del documento- no ser¨¢n discriminatorios y su formaci¨®n y entrenamiento recibir¨¢n asesoramiento internacional, bajo supervisi¨®n de las Naciones Unidas.
Pero lo que hace de este pacto algo m¨¢s que un razonable compromiso hacia la paz son sus aspectos pol¨ªticos y sociales. Hay una referencia, bastante vaga en el texto, sobre una reforma constitucional. Tambi¨¦n se contempla la creaci¨®n de un foro para la concertaci¨®n econ¨®mica y social, del que participar¨ªan el Gobierno, los empresarios y los trabajadores. Se fija el respeto "al estado actual de tenencia de tierras dentro de las zonas conflictivas, mientras se da una soluci¨®n legal satisfactoria al r¨¦gimen de tenencia definitivo", y se establece que Ias tierras que excedan del l¨ªmite constitucional de 245 hect¨¢reas, as¨ª como aquellas que son propiedad del Estado, ( ... ) ser¨¢n destinadas a satisfacer las necesidades de tierras de campesinos y peque?os agricultores que carezcan de ellas. Para este fin, el Gobierno procurar¨¢ adquirir las tierras ofrecidas en venta al Estado".
Por ¨²ltimo, tanto en los preacuerdos anteriores como en la agenda establecida para la reuni¨®n de M¨¦xico, se prev¨¦ el estudio de medidas para aliviar el coste social de los programas de ajuste estructural, una pol¨ªtica de inversi¨®n extranjera (llamada p¨²dicamente "cooperaci¨®n externa directa"), la revisi¨®n de pol¨ªticas de cr¨¦dito al sector agropecuario, mecanismos de prestaciones sociales a la poblaci¨®n y la reestructuraci¨®n de los sistemas electoral y judicial para garantizar la inserci¨®n del FMLN en el sistema democr¨¢tico.
Un an¨¢lisis atento de este compromiso hace surgir inevitablemente el temor junto a la esperanza. Se trata, en primer lugar, del reconocimiento pleno del FMLN, una fuerza de izquierda alternativa al sistema, como parte en litigio antes del hecho consumado de la toma de poder, hecho in¨¦dito en Am¨¦rica Latina. El FMLN controla actualmente casi un tercio del territorio, y tanto all¨ª como en las repoblaciones (asentamientos de campesinos expulsados por la guerra de sus lugares de origen, actualmente apoyadas por las organizaciones no gubernamentales y el FMLN), se vive de manera democr¨¢tica e igualitaria, y los ciudadanos se han acostumbrado.
Lo m¨¢s significativo es que para el periodo de reconstrucci¨®n que seguir¨¢ al logro de la paz, esta negociaci¨®n determina desde ahora un r¨¦gimen democr¨¢tico con una pol¨ªtica econ¨®mica y social distinta del liberalismo a ultranza que predomina en toda la regi¨®n. Una reforma agraria (de eso se trata), "prestaciones sociales a la poblaci¨®n" y un ajuste econ¨®mico que contemple el "alivio del coste social de los programas de ajuste estructural" est¨¢n en los ant¨ªpodas de las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), de la econom¨ªa que preconizan los tecn¨®cratas vern¨¢culos a la moda y de las perspectivas de alta concentraci¨®n y rentabilidad que exigen las grandes compa?¨ªas y los inversores internacionales.
Es evidente que el FMLN ha abandonado hace ya tiempo un programa revolucionario a ultranza. Por dos razones: jam¨¢s podr¨¢ tomar el poder mientras Estados Unidos apoye al Gobierno salvadore?o (en las actuales circunstancias, una invasi¨®n directa es adem¨¢s muy factible) y el sistema revolucionario a la cubana est¨¢ seriamente en cuesti¨®n y carece de apoyo internacional. Sus dirigentes reconocen que a¨²n no tienen un verdadero plan econ¨®mico alternativo. Pero, desde el punto de vista de Estados Unidos, El Salvador se ha convertido en un pozo sin fondo para su ayuda econ¨®mica y militar, las Fuerzas Armadas salvadore?as est¨¢n corrompidas, desmoralizadas y son incapaces de derrotar al FMLN. La crisis econ¨®mica del pa¨ªs ha llegado a un l¨ªmite insoportable. Tanto la oligarqu¨ªa como los militares han perdido todo cr¨¦dito internacional y al Gobierno y a las instituciones s¨®lo los legitima una paradoja: el reconocimiento de su principal enemigo. Adem¨¢s, toda la pol¨ªtica norteamericana hacia Am¨¦rica Latina, en particular la Iniciativa para las Am¨¦ricas, est¨¢ entorpecida por este molesto lunar centroamericano.
En 1994 habr¨¢ elecciones generales en El Salvador. De aqu¨ª a entonces el FMLN ir¨¢ integr¨¢ndose paulatinamente al proceso democr¨¢tico, ya convertido en partido pol¨ªtico, en la medida en que todos los aspectos del acuerdo vayan concret¨¢ndose. El FMLN no est¨¢ dispuesto a que sus militares resulten asesinados uno por uno como en Colombia o Guatemala, ni a que tanta lucha acabe en unas bancas en el Parlamento para cuatro dirigentes. Si la extrema derecha salvadore?a no es neutralizada, si comienzan las trampas y racaner¨ªas sobre los aspectos sociales del acuerdo, todo se ir¨¢ al traste y la guerra continuar¨¢.
Lo que ha ocurrido en Hait¨ª prueba, una vez mas, por si hac¨ªa falta, hasta qu¨¦ punto pueden llegar una oligarqu¨ªa y unas Fuerzas Armadas a las que la democracia no quiso, no pudo o no alcanz¨® a afectar en su impunidad y en sus insoportables privilegios. La reacci¨®n internacional ante ese golpe inocuo, incluyendo la de Estados Unidos, permite abrigar la esperanza de que algo puede cambiar. Pero ni la restituci¨®n de Jean Bertrand Aristide en su puesto ni un eventual cese del fuego en El Salvador ser¨¢n suficiente garant¨ªa. Para funcionar en sociedades miserables y ensangrentadas, la democracia exige algo m¨¢s que elecciones cada tanto. ?se es el sentido profundo del acuerdo logrado por el FMLN ante el Gobierno salvadore?o. Todo depende de que Estados Unidos acepte, por una vez, que un pa¨ªs latinoamericano busque su propio camino.
Carlos Gabetta es periodista y ensayista argentino.
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