La forma contra el fondo
Tras exhibirse en la Fundaci¨®n Maeght, de Saint Paul de Vence, instituci¨®n que se ha encargado de su organizaci¨®n, pero por iniciativa del Museo Nacional Centro de. Arte Reina Sof¨ªa (MNCARS), se presenta ahora en Madrid esta ambiciosa retrospectiva de Nicol¨¢s de Sta?l (San Peterbursgo, 1914-Antibes, 1955), que contiene un centenar de obras, entre las cuales 90 son pinturas, la primera de las cuales est¨¢ fechada en, 1941, mientras que la ¨²ltima lo est¨¢ en 1955, el a?o en el que este sensible artista decidi¨® quitarse la vida en plena madurez creativa y, asimismo, conviene no ignorarlo, en el momento culminante de ¨¦xito profesional. En todo caso, ?por qu¨¦ el MNCARS encarga una retrospectiva de Nicol¨¢s de Sta?l, una figura mayor de la pintura francesa de posguerra, pero cuyo tama?o se empeque?ece seg¨²n se alarga el alcance de la mirada retrospectiva en la propia historia de la vanguardia gala durante las ¨²ltimas d¨¦cadas? Quien no ignore lo que fueron las trabajosas sendas espa?olas de la vanguardia tras el trauma de nuestra guerra civil, ante la sola menci¨®n de Nicol¨¢s de Sta?l, inmediatamente recordar¨¢ lo que supuso este pintor para, entre otros, Ferm¨ªn Aguayo y el ¨²ltimo Luis Fern¨¢ndez, ambos fallecidos, respectivamente, en Par¨ªs en 1977 y 1973 sin llegar a disfrutar las mieles del retorno in patria; pero, con todo, 6puede ser ¨¦sa una raz¨®n suficiente para una retrospectiva sobre un pintor que los cr¨ªticos franceses m¨¢s exigentes han puesto en cuesti¨®n con motivo de su presentaci¨®n en el pa¨ªs vecino?
Nicol¨¢s de Sta?l (1914-1955)
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sof¨ªa. Santa Isabel, 52, Madrid. Hasta el 2 de diciembre.
Ya s¨¦ que el MNCARS se halla actualmente -todav¨ªa- en un proceso de acomodaci¨®n al baile de direcciones -acomodaci¨®n, en definitiva, no, por cierto, a lo que exigen sus propias necesidades como centro de nueva creaci¨®n, sino a las derivadas del monumental barullo creado por los responsables pol¨ªticos del Ministerio de Cultura, que han demostrado una capacidad de destrucci¨®n contumaz de lo poco que ellos mismos construyen, que no dudo que pasar¨¢ a la historia-; sin embargo, incluso dando por bueno el nexo ocasional entre, este metedo ruso naturalizado franc¨¦s y los metecos espa?oles de la sufrida vanguardia espa?ola de posguerra, insisto: ?es ¨¦ste el momento mejor para desde aqu¨ª y ahora, lanzarse esta retrospectiva?
Leyendo el hermoso texto que ha escrito Jorge Sempr¨²n en el cat¨¢logo de la muestra -"Aqu¨ª culmina la pintura moderna..."-, donde nos advierte c¨®mo De Sta?l estuvo muy presente en su imaginaci¨®n creadora cuando traz¨® la personalidad del pintor Antoine de Stermaria, uno de los protagonistas de su novela La monta?a blanca, como pienso que tambi¨¦n debi¨® estar en la de Albert Camus, autor, a su vez, del cuento sobre el pintor Gilbert Jonas, me percat¨¦ de que el error era m¨¢s una cuesti¨®n de procedimiento que de iniciativa. Quiero se?alar, simple y llanamente, enlazando con la interrogaci¨®n dejada antes en suspenso sobre la oportunidad espa?ola de celebrar un exc¨¦ntrico homenaje a De Stu?l, que todo falla por la forma m¨¢s que por el fondo.
El fallo formal es, no obstante, reduplicativo y, por ende, estruendoso: falla, en primer lugar, el enfoque cuantitativo, al haberse exagerado el n¨²mero de obras seleccionadas para la ocasi¨®n , pero falla adem¨¢s el montaje, que, en una de las m¨¢s dif¨ªciles plantas del MNCARS, distribuye los cuadros de este sensible pintor como se amontonan las medallas en la robusta pechera de un mariscal sovi¨¦tico de los de antes de la perestroika.
Lo que quiz¨¢ Camus y seguramente Sempr¨²n directamente conocieron sobre De Sta?l y les pareci¨® memorable no fue en ning¨²n caso el aburrido atestado de una ¨®pera omnia torpemente acumulada sobre una cicl¨®pea guerrera militar, sino precisamente el proceso de purificaci¨®n culminado hasta la m¨¢s sutil y, por tanto, tr¨¢gica evanescencia por parte de un pintor oriental que se mat¨® ante las m¨¢s dulces playas del occidente meridional, seguramente impresionado por el espect¨¢culo de la simplicidad f¨ªsica de la belleza. Pues bien, para escenificar esta verdad,. honda y turbadora, hubiera bastado con una veintena de cuadros pintados por De Sta?l entre 1952 y 1955, porque en esto, como en todo, pero, sobre cualquier cosa, en arte, las verdades esenciales son siempre las verdades ¨²ltimas. ?L¨¢stima, pues, que la cantidad tape, ante nosotros, y a costa de Nicol¨¢s de Sta?l, esta emocionante verdad!
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