El humo ecl¨¦ctico de Celtas Cortos
El grupo triunfa reviviendo m¨²sica tradicional
Celtas Cortos llevan 200.000 copias vendidas de sus tres elep¨¦s. En un a?o desastroso para los grupos nacionales, han tenido 120 conciertos. Lo extraordinario es que el grupo de Valladolid apenas est¨¢ presente en los grandes medios de difusi¨®n, donde se desconf¨ªa tanto de su falta de imagen como de su aparente anacronismo musical: revivir la m¨²sica tradicional.
Celtas Cortos son hijos del animoso monstruo de Frankenstein que result¨® de injertar instrumentos el¨¦ctricos en estructuras ancestrales, experimento protagonizado por los franceses Gwendal o, m¨¢s cerca, la Companyia El¨¦ctrica Dharma e Iceberg. Estos m¨²sicos vallisoletanos se organizan seg¨²n el modelo de la autogesti¨®n y se benefician de su falta de pretensiones, una ins¨®lita energ¨ªa en los directos y un lenguaje callejero que les gana el benepl¨¢cito de esos sectores de la sociedad espa?ola que han adquirido una agresiva desconfianza ante el poder y las instituciones. Los intentos de buscarles una filiciaci¨®n pol¨ªtica resultan in¨²tiles: Reconocen haber participado en las concentraciones castellanistas de Villalar y que se desencantaron tras el refer¨¦ndum sobre la OTAN, aunque todav¨ªa tocan para organizaciones ecologistas o pacifistas. Tambi¨¦n es dif¨ªcil establecer la g¨¦nesis del grupo: "llevamos cinco a?os, o tal vez sean seis. Venimos de conjuntos folcl¨®ricos, del jazz, del rock... Hemos animado carnavales, tocamos en la calle para ganar unas pesetas, conocemos los escenarios de los bares m¨¢s diminutos. Al principio, nuestros padres dec¨ªan que estudi¨¢ramos, que est¨¢bamos haciendo el canelo. Ahora, alardean de nosotros. El vecino que antes protestaba por el ruido de los ensayos ahora nos abre la puerta ?con reverencia!".
Afici¨®n local
Est¨¢n entre 21 y 30 a?os. Entre los mayores hay funcionarios en excedencia de los ministerios de Econom¨ªa o Educaci¨®n; los m¨¢s j¨®venes no conservan m¨¢s recuerdos laborales que la aventura de Celtas Cortos. Una agrupaci¨®n que desde sus inicios cont¨® con el respaldo de la aficci¨®n local, que acudi¨® a su deb¨² en Madrid en cuatro autobuses. Su primer elep¨¦ era instrumental. En Gente impresentable (1990) ya aparec¨ªan piezas cantadas que les ganaron a ese p¨²blico que se identifica con las historias contra la mili y el imperialismo norteamericano o las cr¨®nicas de pintorescos episodios. Para el tercer elep¨¦, Cu¨¦ntame un cuento, han seguido el m¨¦todo hippy de retirarse al campo: "Quince d¨ªas en Abioncillo de Calata?azor, un pueblo de Soria que han recuperado unos chavales. Ven¨ªan excursiones de colegios y los cr¨ªos se quedaban alucinados de vernos ensayar en el sal¨®n del ayuntamiento".
No tienen incoveniente en reconocer su deuda con la m¨²sica progresiva: menos puristas que Pogues o la Oyster Band, sus conciertos incluyen hasta un t¨ªmido solo de bater¨ªa. Tambi¨¦n hay m¨ªmica y poses heroicas de los Clash. "Vamos perdiendo la verg¨¹enza, tenemos la seguridad de que hacemos lo correcto. Cuando empezamos a cantar, algunos amigos dec¨ªan que era un desastre. Bueno, ya no nos cortamos para nada: entre una polka y una jiga irlandesa, metemos una jota castellana, un vals, un reggae o r¨¢faga de salsa. No hay l¨ªmites para la m¨²sica: lo ha demostrado Paul Simon. Hemos intentado meter flamenco y no nos sale, pero ya veremos..."
El pasado viernes, la presentaci¨®n de Cu¨¦ntame un cuento en un polideportivo de Valladolid fue una aut¨¦ntica celebraci¨®n, con una multitud que soport¨® una hora de retraso. Una basca tumultuosa que casi tapaba la m¨²sica y que no dej¨® de bailar y jalearlos hasta en las piezas m¨¢s simplonas. Ya son un fen¨®meno imposible de ignorar. "Imaginamos que conectamos con personas que se sienten desenga?adas, que tienen un descontento general. Se ha visto en C¨¢ceres: la gente s¨®lo necesita una provocaci¨®n para armar un bollo".
Babelia
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