Don Juan, maneras de amar
Como muchas veces se afirma que el mito de don Juan es una de las aportaciones de la literatura espa?ola a la universal y, como sucede con los mitos, ¨¦ste no est¨¢ libre de muchas interpretaciones, versiones y transformaciones, la pregunta que se nos hizo en un coloquio a las 12 mujeres que constitu¨ªamos la mesa sobre la actualidad o. pertinencia del mito de don Juan no era, precisamente, impertinente. El enfoque que prevaleci¨®, creo recordar, a ambos lados de la mesa estuvo marcado por el punto diferencial del sexo. Don Juan era hombre y abus¨® de las mujeres. Hab¨ªa, pues, que acabar con el mito. Ya estaba bien de hombres vanidosos y prepotentes, de mujeres desvalidas y humilladas, de hombres arrogantes y de mujeres enamoradas.Las cosas, desde luego, pueden plantearse as¨ª y, as¨ª formuladas, no pueden discutirse. Todos somos ya m¨¢s o menos partidarios de la igualdad de condiciones. A nadie con un m¨ªnimo de inteligencia y de sensibilidad .se le ocurrir¨ªa defender la desigualdad y la explotaci¨®n en los asuntos del amor. Que casos como el de don Juan sigan ocurriendo en determinados lugares del mundo no indica sino la dificultad con que se impone, cuando se impone, la raz¨®n. Y es muy posible que, como alguien dijo en el coloquio, don Juan s¨®lo pueda existir plenamente en una sociedad seudomedieval, donde la mujer depende absolutamente del hombre, de su padre o de su marido, en algunos casos de su hermano y hasta de su hijo o su yerno, y que, en suma, no tiene ninguna posibilidad de lograr independencia y autonom¨ªa. Es, por tanto, muy razonable que las mujeres se rebelen contra este mito, y era, desde luego, previsible que el coloquio discurriera por esos cauces. Sin embargo, la literatura es algo m¨¢s que un reflejo fiel de las circunstancias y las preguntas que plantea un mito, o las divagaciones que suscit¨® no est¨¢n tan radicalmente pegadas a esas circunstancias. De lo contrario, ?para qu¨¦ servir¨ªan los mitos? El hecho de_ que el personaje de don Juan suscite tanto inter¨¦s entre los creadores y est¨¦ siempre sujeto a interpretaciones y versiones, m¨¢s all¨¢ del localismo y de as convenciones de su ¨¦poca, tiene que demostrar algo.
Obviamente, don Juan trata de mantener, a trav¨¦s de la conquista amorosa, la ilusi¨®n de su importancia, la ilusi¨®n de ser la persona m¨¢s deseable del mundo. Est¨¢ incapacitado para vivir a solas consigo mismo. Carece de vida interior. Ni piensa ni reflexiona. S¨®lo act¨²a. Don Juan tiene apariencia masculina en todas las versiones que conozco del mito, pero su car¨¢cter y sus problemas no est¨¢n indisolublemente ligados a su masculinidad.
?Cu¨¢l es la cuesti¨®n que aqu¨ª se plantea? La inmadurez, dir¨ªan los seguidores de Freud, que, con distintos matices, somos ya casi todos. Don Juan, en la conquista amorosa, se siente joven, se siente vivo. Don Juan, en definitiva, huye de la muerte. Y como toda reflexi¨®n acaba, tarde o temprano, en la muerte, don Juan no puede detenerse ni un momento. Su vida es una vor¨¢gine., un recuento. As¨ª considerado, el mito nos concierne a todos, hombres y mujeres. ?C¨®mo debemos vivir el amor?, ?como una encarnizada lucha de vencedores y perdedores, donde lo ¨²nico que importa es el momento ¨¢lgido de la victoria o la derrota?,_?c¨®mo una dulce sensaci¨®n sosegada, donde el respeto, la comprensi¨®n y la armon¨ªa, incluso el silencio, sean los valores principales? Todo tiene su tiempo, tal vez su ¨¦poca, su lugar. En todo caso, para don Juan, el amor es s¨®lo conquista .fulminante, dura unas horas o unos d¨ªas, es un amor que se empieza a agotar en el mismo momento en que se logra.
Capaces o no de vivir el amor como don Juan, todos somos, al menos, capaces de concebirlo en nuestra imaginaci¨®n. A partir de este entendimiento, podemos especular, ?es don Juan un neur¨®tico?, ?no persigue, en ese camino de conquistas cada vez m¨¢s dif¨ªciles y arriesgadas, una forma de castigo, un muro imposible de salvar? Durante toda su vida, ha negado cualquier idea sobrenatural, cualquier inicio de espiritualidad. S¨®lo lo material ha tenido sentido para ¨¦l. Su ¨²nica religi¨®n ha sido el amor, la clase de amor que practica y en la que es el n¨²mero uno. ?Qu¨¦ lleva, de todos modos, a don Juan a hacer cada vez m¨¢s arduas sus empresas?" ?un natural deseo de superaci¨®n, de romper el posible aburrimiento y monoton¨ªa de su vida de conquistas seguras, o la b¨²squeda inconsciente del fin, del l¨ªmite? ?Encontrar algo que no pueda conseguirse, que no est¨¦ permitido?
Es dificil vivir sin la menor intuici¨®n de trascendencia, y puede que, sin saberlo, don Juan la est¨¦ buscando y que la inquietud que le empuja, que, a fin de cuentas, es una forma de insatisfacci¨®n, tenga algo que ver con eso, con la imposibilidad de mantener una vida totalmente material. Su b¨²squeda re¨²ne las dos caras de la moneda: prioridad absoluta de lo material y huida vertiginosa de lo material. A fin de cuentas, el problema de don Juan es inasible, pertenece al reino del esp¨ªritu: no puede amar, no puede enamorarse, no puede retener el instante cumbre de la seducci¨®n, no puede convertirlo en un amor duradero y profundo. ?Es que don Juan no tiene alma? ?Es que las personas qu¨¦ se afanan en acumular aventuras sin demorarse en ninguna no tienen nada que dar ni lugar ni tiempo para apreciar y acoger aquello que se les ofrece, es decir, no tienen alma?
El don Juan de Zorrilla se desarrolla sobre esta hip¨®tesis: otorgar a don Juan un alma con la que pueda dar el paso hacia la salvaci¨®n. Para que caiga al fin en la cuenta de qu¨¦ es aquello de lo que huye. Si en la primera parte de la obra don Juan es ajeno al m¨¢s remoto sentimiento de culpa, desconoce la desesperaci¨®n y s¨®lo se rige por su propio ego¨ªsmo, desde el momento en que conoce a do?a In¨¦s da entrada a inquietudes espirituales y habla de enderezar sus pasos por el camino del bien... Y, m¨¢s tarde, en el pante¨®n de los Tenorio, rodeado de los muertos de su vida, las personas m¨¢s amadas y m¨¢s odiadas, se pone melanc¨®lico, intuyendo el horrible coste de su vida vertiginosa. Piensa, luego ya no es don Juan. Iluminado, aunque tarde, por la luz de la fe, pide perd¨®n, sabi¨¦ndolo imposible. Pero el inefable prestidigitador que es Zorrilla consigue salvar a don Juan. El gran valedor es el amor. El mensaje de Zorrilla responde perfectamente a la visi¨®n rom¨¢ntica: hay que admitir la corriente sobrenatural e irracional de la vida, hay que admitir la muerte, la resurrecci¨®n, los milagros. Sin todo ello, la vida ser¨ªa muy, poco. Zorrilla, en suma, se resiste a aceptar que lo ¨²nico que empuja a don Juan, la ¨²nica raz¨®n de su existencia, sea la fr¨ªa acumulaci¨®n de aventuras.
?No es don Juan, en el fondo, espejo de las frustraciones y lamentaciones de sus v¨ªctimas? ?No son los que relatan la historia de don Juan precisamente quienes le han padecido? Todo aquel que haya sido preso de un
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amor del que no haya obtenido nada m¨¢s que la constante y recurrente huida del otro dar¨¢ y dar¨¢ vueltas a las razones de esa conducta y, finalmente, surgir¨¢ el mito. Las v¨ªctimas necesitan compadecer a su verdugo. ?No puede ser que el verdugo no sienta nada, que no alcance el arrepentimiento y luego el perd¨®n! ?Qu¨¦ clase de mundo ser¨ªa ¨¦se?
As¨ª, el mito de don Juan ser¨ªa, en principio, creaci¨®n femenina. Las mujeres abandonadas, necesitadas de justificar la ciega pasi¨®n que las perdi¨®, habr¨ªan ideado un personaje fant¨¢stico, tan calculadoramente fr¨ªo, tan extraordinariamente activo y seductor que toda idea de que se hubiera quedado con ellas hasta el fin de sus vidas habr¨ªa parecido imposible, una especie de contradicci¨®n, pero, habiendo puesto tanto de s¨ª mismas, estas mujeres enamoradas y generosas (para algunos, sencillamente bobas) no habr¨ªan podido dejar que su h¨¦roe se condenara, que no hubiera en ¨¦l, en lo m¨¢s hondo, algo que lo redimiera. Un atisbo de esp¨ªritu, de alma.
Este enfermo moral que es don Juan suscita entre sus v¨ªctimas preguntas que llegan al fondo de la naturaleza humana. Si, finalmente, las personas somos todas iguales, si todos estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, don Juan acabar¨¢ encontrando los recursos espirituales en el fondo de su ser, se curar¨¢ y se salvar¨¢. El que don Juan exista o no poco importa. Las personas que lo han creado no han hecho sino dar forma a una inquietud universal: ?c¨®mo nos aman las personas que se cruzan en nuestro camino?, ?por qu¨¦ nos abandonan?, ?por qu¨¦ somos un an¨®nimo n¨²mero para algunas?, ?de qu¨¦ huyen los que aman?, ?qu¨¦ persiguen los que se desilusionan pronto del amor?, ?qu¨¦ clase de fallo aqueja a quien no se puede enamorar?, ?somos siempre desinteresados y profundos?, ?no buscamos, en ocasiones, una mera victoria mucho m¨¢s que escuchar, conocer y querer a quien prontamente se nos rinde?, ?tenernos todos alma?, ?est¨¢ el alma hecha de una sustancia tan vol¨¢til que muchas veces se esfuma sin dejar rastro de su anterior, fugaz o tenaz, presencia?
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